Tres toreros, tres estilos. Tres maneras de disfrutar el toreo

Morante había pasado casi de puntillas en el primer toro, poco claro y que no se entregó. El torero lo vio y abrevió su trabajo. Ya en los lances de salida del cuarto toro se notaron las ganas de José Antonio. Sus lances en el tercio fueron jaleados por el tendido, no por su gran pureza sino por la fuerza que imprimió a cada pase en su ejecución. La faena ya fue otra cosa. Morante ha vuelto por sus fueros; hay quién le criticará que podía haberse colocado un poco mejor, que se alivió en algún momento, pero en conjunto fue una gran faena. De inspiración, no pensada, sino respondiendo a lo que el toro precisaba en cada momento. Hubo pases de todas las marcas y todos de excelente factura: ayudados por alto a dos manos al inicio de la faena, trincherillas, pases en redondo dejando llegar al toro y dándole salida con largura, cambios de mano inverosímiles y naturales, muchos y buenos, con una ultima serie en el centro del ruedo para paladear el toreo. Terminó la faena con pases por alto y un recorte para matar de una estocada. Dos orejas, de mérito.

Daniel Luque está en un momento dulce, le sirven casi todos los toros, e incluso el que medio le sirve, sabe 'apañarlo' para conseguir una faena que pueda llegar al publico y buscar el triunfo como lo hizo en el quinto de la tarde al que cortó dos orejas. Su gran faena se la hizo a 'Fandango', segundo toro de la tarde. Lo lanceó de salida con ganas y las chicuelinas del quite posterior fueron ceñidas y muy toreras. Sabe andar muy bien delante de la cara del toro y lo conoce perfectamente. Ajusta su faena a las características de su oponente, y con ese segundo toreó a placer por ambos pitones: Toreando en redondo cambiando de mano al final de la serie con un desplante espectacular; y al natural poderoso y templado. Pero, en ese toro pinchó y no hubo premio. Su trabajo con el quinto, que se terminó pronto, no fue tan técnicamente perfecto, pero la valentía y el arrojo en el arrimón le sirvieron para triunfar. Lo uno por lo otro.

Juan Ortega es otra cosa. Es imposible torear mas templado y mas despacio. A mí me enseñaron que templar era mantener el pitón del toro a un centímetro de la muleta en todo el pase, pero a la velocidad del toro. En este caso es a la velocidad de la muñeca del torero. Ya con el capote hubo un quite por verónicas inolvidable. Y ya en la faena, por ambos pitones, además de ese toreo que acaricia, hubo una serie de pases ayudados por bajo de una despaciosidad descarada; y una tanda en redondo de pases interminablemente largos pero lentos con un remate muy personal. Todo esto en el sexto al que desorejó. En el tercero poca cosa salvo dos series de ayudados semigenuflexos por bajo de cartel de toros.