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Así resumimos en estas páginas la vibrante actuación de Berri Txarrak como cabeza de cartel del Donostia Festibala del hipódromo: «Nos hemos acostumbrado a su ... directo enérgico y sin fisuras; a sus letras con poesía y mordiente; a que colapsen auditorios y provoquen imágenes tan bellas e infrecuentes como la del joven adolescente y su padre que, abrazados, se desgañitaban al final del concierto cuando llegó 'Oreka'. Confiemos en que tengan cuerda para rato porque si un día faltan, los echaremos de menos».
Leído tres meses después, el extracto de la crónica tiene un punto visionario e incluso gafe ahora que sabemos que, tras su gira de 2019, Berri Txarrak entrará en «parón indefinido». Ayer parecía no haber consuelo para los miles de seguidores que agradecían al grupo 25 años de excitante rock y más de 100 canciones que, como subrayaba Gorka Urbizu, «seguirán vivas cada vez que alguien las escuche o cante». Pero al margen de la desazón que provoca la desaparición de un nombre tan referencial, lo cierto es que hay motivos para aplaudir una decisión difícil y valiente que da fe de la honestidad con la que siempre se han manejado. Gorka, David y Galder podrían seguir girando y grabando periódicamente, ¿pero a qué precio? ¿Al de dejarse llevar por la inercia, entregar discos cada vez más flojos y perder su extraordinaria conexión con el público?
No hay muchas bandas de su generación que hayan envejecido tan bien ni que hayan sabido reinventarse con trabajos recientes como el ambicioso disco triple 'Denbora da polígrafo bakarra' (2014) o 'Infrasoinuak' (2017), que pueden mirar de frente a títulos emblemáticos como 'Libre' (2003) y 'Jaio.Musika.Hil' (2005). Tampoco es habitual que un grupo con semejante trayectoria sepa renovar su audiencia y llene cada vez auditorios mayores: entre los hitos de este mismo año hay que citar su multitudinario e histórico concierto para 10.000 personas en el BEC o su controvertida participación en la gala bilbaína de MTV junto a Muse y Crystal Fighters.
En definitiva, Berri Txarrak lo deja en lo más alto de su carrera, algo que pocos se atreverían a hacer, y su cerebro, Gorka Urbizu, continuará buscando «nuevas formas» de expresión. Es más, en su comunicado de ayer se compromete a seguir alimentando el «mínimo exigible» de «la pasión por hacer canciones y compartirlas con la gente», algo que sólo puede calificarse de buena noticia.
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