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Después de una intensa gira en la que celebra '30 años de transgresiones' con el repertorio de sus discos de poesía y un susto de ... salud que no le impidió estar sobre un escenario a los tres días, Loquillo (Barcelona, 1960) se despide por una temporada de los escenarios este sábado (19.30 horas, 40 euros) en el Kursaal. En la que dice que será su última entrevista en no menos de un año, el músico catalán afincado en Donostia reivindica su trayectoria en la que ha alternado la doble vertiente: la rockera que atesora clásicos de la música en castellano y desde 1994, la que le ha permitido interpretar un cancionero basado en poemas de Bernardo Atxaga, Luis Alberto de Cuenca, Octavio Paz, Cesare Pavese o García Lorca. «Si no hubiera sido por Last Tour, esto no hubiese sido posible», asegura, antes de confesarse un tanto cansado, lo que no le impedirá publicar el disco 'Europa' en febrero y otro «con el 'Dream Team' de la música española» en septiembre.
– Cuando hace treinta años publicó 'La vida por delante', ¿era un respiro que se tomaba o ya tenía previsto abrir una trayectoria con discos de poesía?
– 'La vida por delante' fue una liberación. Siempre me ha caracterizado ser distinto, raro. Cuando pasó todo el furor con los Trogloditas, que en los ochenta fuimos la mejor banda, y en 1992 llegamos a los extremos en nuestro paseo por el lado salvaje, veía que el discurso estaba agotado y que no tenía continuidad. Busqué una puerta de salida. Pensé que era el momento de escapar. Dejé Los Trogloditas, pensando que no iba a volver nunca más. Quería aprender. Tenía el reto de estar en un teatro porque si no, no sería un artista nunca. Y no quería saber nada del mundo del rock y casi sigo sin saberlo, exceptuando a Jorge 'Ilegal', que para mí es lo que para otros es Serrat.
– Pero no me ha contestado...
– Voy, voy. No se trataba de coger aire, sino algo que me faltaba. Y por otro lado, significaba ser audaz. En aquel momento estaba muy influenciado por Kris Kristofferson, que empezó a cantar ya de mayor, y John Cassavettes, que me enseñó a utilizar la fama 'mainstream' para pagarte proyectos alternativos. Y lo que hice fue utilizar mi fama para abrir una vía a la que la compañía de discos no podía negarse porque si quería otro disco de Los Trogloditas, tenía que pasar por ahí. Fue un poco chantaje. Después cometí el error de intentar reflotar la banda otra vez, pero si hubiera seguido ese camino y no creyera tanto en mí mismo, estaría tocando en festivales de grupos de los ochenta.
– De ahí la dedicatoria del disco, «a los que se pasan la vida escapando».
– Sí. Soy un ejemplo de escape y si analizo mi vida, veo que he hecho parada en todas las estaciones y apeaderos con el tren que cogí.
– ¿En qué sentido?
– En el de que no llegué al éxito de golpe, sino que he mantenido una línea y cada vez que han estado a punto de colocarme arriba del todo, me he desviado. Es algo que me sigue asombrando. Y por otro lado, es un aliciente para seguir adelante, buscando nuevos caminos. Durante el covid hice tres discos y uno está aún por salir. A veces pienso: «A ver, tío, ya no es que te estés quieto, pero ¿por qué no haces cosas más rentables? ¿Por qué te complicas tanto la vida?»
– ¿Se hubiera deshecho del personaje de 'rocker' para dedicarse únicamente a cantar poesía?
– No, porque el personaje de rocker me ayuda muchísimo.
– Sí, pero de forma crematística y como prestigio.
– Siempre me ha servido para hacerlo valer y dedicarme a otras cosas y también para pagarme mis vicios. Hacer discos de poesía no es rentable y de algún sitio tiene que salir el dinero. No tengo subvenciones porque no las quiero. Hay una asociación de músicos subvencionados que me repugna y cada vez me repugna más porque tienen dinero. Las subvenciones deberían ser para compañías de grupos nuevos o locales de ensayo. Si no existiera el personaje de rocker, no podía producir discos, giras, teatro o películas.
– Pero, ¿si pudiera prescindir de ese personaje?
– Igual lo hubiera dejado descansar más tiempo.
– Sostiene que utiliza la poesía para decir lo que piensa, pero tampoco es que se haya cortado mucho a la hora de hablar.
– Estamos en tiempos asesinos y desgraciadamente, todo es manipulable. Y ya he tenido varios sustos y campañas contra mí, muy desagradables y que han afectado a mi familia. Soy muy consciente de que estoy solo. A mí nadie me defiende. Tengo a mi público, pero no tengo partidos políticos detrás, ni tampoco clanes. Utilizo la poesía para expresar mis ideas. Prefiero acogerme a eso que jugarme el pellejo porque, insisto, no esperes ningún tipo de solidaridad por parte de la profesión. Eso es así de duro.
– En todo caso, es un repertorio en el que caben voces de izquierdas, como García Lorca y Benedetti, y otras de derechas, como Luis Alberto de Cuenca, Octavio Paz o Martínez Mesanza.
– Es que lo mío es muy fuerte. Me doy cuenta. Porque colocar juntos a Georges Brassens y a Luis Alberto de Cuenca en dos canciones totalmente incorrectas es maravilloso. Sigo encontrándome muros: «¿Qué hace éste aquí?»
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– ¿Por parte de quién?
– Esto era terreno del cantautor, entonces te dicen: «¿Qué haces tú aquí haciendo esto de otra manera?» El problema es que los cantautores ya han dejado de hacer esto. Hay medios de comunicación para los que yo no existo y este proyecto no ha existido. Eso duele mucho porque en el momento del año que viene en el que saque un disco de rock y haga una gira multitudinaria no les quedarán más cojones que hablar de mí. Así de fácil. Si me parece tremendo es por el tema cultural. Dejen al personaje y hablen de la poesía.
– Mostró su malestar por la poca repercusión que tuvo el rescate de un tema inédito de Jacques Brel, 'Con elegancia'.
– Es que esto es así. Esa manera de encasillar a la gente en el tópico: «Un rocker es un ignorante». En muchos centro de la cultura eso sigue vigente y tira para atrás. Lo que Jacques Brel fue algo increíble porque Gabriel Sopeña se batió el cobre para convencer a su viuda, igual que con Octavio Paz. ¿Un rocker español va a hacer un tema de Jacques Brel? Tienes que venderlo muy bien porque si no, no te lo compran. Eso fue un momento inolvidable. También le diré: he vivido un montón de vidas y eso pasa factura. Soy un tipo pasional e intenso, y afortunadamente hace unos meses me pusieron el reloj en hora. Eso es el resultado de una vida muy intensa y de una dedicación muy excesiva.
– Usted cuenta su vida como un relato coherente en la que ha ido tomando decisiones, pero quizás todo sea más caótico.
– Yo creo que nada es casualidad. Todo forma parte de algo y una cosa te lleva a la otra. Cuando trabajas en tantos frentes y que treinta familias dependen de ti, es una responsabilidad muy grande y como tal me la tomo. Y durante la pandemia nos arruinamos porque tuvimos que suspender toda la gira. Siempre ha sido una lucha por ser el mejor. ¿Qué artista español es capaz de enfrentarse a un teatro y a un concierto de rock? No hay nadie. ¿Dígame un cantautor que haya hecho conciertos de poesía y haya actuado en un estadio? Ninguno. Yo he hecho las dos cosas. El público del rock & roll va a ver en la próxima gira al mejor Loquillo de su vida.
– Como rockero llena el Kursaal, pero ¿le frustra no hacerlo con su cancionero de poesía?
– Estoy muy feliz de haber llenado en Sevilla, Granada, Valencia o Barcelona. Tengo esa mentalidad. No es que me dé igual llenar o no, vendrán los que sepan lo que van a ver y eso es lo importante. Hay mucha gente que piensa que un recital de poesía es un señor que sale y recita. Los 'cansautores', que decía Luis Eduardo Aute. Pero no va de esto: es un concierto con una banda de rock detrás.
– Dice que se considera un ignorante que había aprendido de los demás. ¿Se esconde tras alguno de sus personajes un inseguro, quizás por no haber ido a la universidad?
– En absoluto: yo aprendí en la calle. Y leyendo, estando con gente mayor que yo y he tenido la suerte de que la vida me ha presentado a personajes que hicieron que yo creciera. Cuando en 1979 ser un rocker se convirtió en una ortodoxia, me aparté. Me fui a Londres y me hice 'punk rocker': me gustaban Eddie Cochran y The Clash. Y cuando empecé con la poesía, decía que un poema de Jaime de Gil Biedma podía ser mucho más contundente que un solo de Slash, de Guns N' Roses, y me pusieron de vuelta. Siento que voy unos pasos por delante. Muchas de las cosas que empecé haciendo ahora son normales. Y sí, mi padre no tenía dinero para pagarme la universidad. Soy un hijo de la guerra y un reflejo absoluto de lo que fue mi ciudad.
– En todo caso, ¿mantiene más conexión con este repertorio poético que con el rockero, por muchos clásicos que tenga?
– Cuando paso del rock a la poesía, necesito tres meses de adaptación al medio. Me convierto en actor y tengo que aprenderme el personaje. Cuando salgo del personaje de poesía y me voy al rock, es sencillísimo porque sólo tengo que mostrarme como soy.
– La última vez que le entrevistó el DV, acababa de superar un problema de salud. ¿Qué tal se encuentra ahora?
– Me han puesto el reloj en hora por un problema en el corazón. La vida es así, te pone a prueba y la música ayuda muchísimo a quitar los miedos, no sólo a los enfermos, sino al ser humano normal. Y afortunadamente, he salido de ésta. El rock & roll desgasta mucho y, a la vez, te mantiene. Hay que cuidarlo, no porque sea tu estilo de vida, sino porque haces feliz a mucha gente y eso te vuelve. No voy a ser humilde porque nunca lo he sido. No voy a decir eso de «yo soy como mi público...» No: yo no soy como mi público y punto. Yo soy Loquillo. Lo que hago es ofrecer buenas canciones, buenos repertorios y buenos shows. Y cuando me sobra el dinero, me permito el lujo de producir una obra de teatro o un documental, como el de Susana Koska ('Mujeres en pie de guerra'), que ETB nunca ha comprado. Si ahora tuviera dinero, me encantaría abrir una librería, otro negocio ruinoso. Tiene que haber lugares donde los libros se mantengan porque si no, volvemos a 'Fahrenheit 451', de Ray Bradbury. Y eso, que cada vez está más cerca, da mucho miedo. Una sociedad que no tiene cultura política tiende a posiciones extremas. Es necesario que las librerías siguen existiendo. Yo no me compraría una finca en no sé donde, que es lo que hacen todos: yo abriría una librería.
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