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Mitxel Ezquiaga
Lunes, 30 de septiembre 2019, 06:37
Es la fiesta más divertida de cada Zinemaldia. La clausura de Miramar reúne a los cineastas premiados y a la amplia tropa festivalera, ... que llega con aire de 'festejo de fin de curso'. Los galardonados brindan por su triunfo y los acreditados, trabajadores y gentes vinculados al Festival se relajan entre copas y bailes. El equipo de la brasileña 'Pacificado' era el más alegre, con su Concha de Oro, bajo la carpa instalada en los jardines. Pero había tres cineastas que concitaban aún más felicitaciones: Jon Garaño, Jose Mari Goenaga y Aitor Arregi, los tres directores de 'La trinchera infinita', recogían el calor de los invitados con sus premios a la mejor dirección, mejor guion e Irizar del cine vasco. A las tres de la madrugada, cuando cesó la música y la organización invitó a los asistentes a abandonar Miramar, varios cientos de 'festivalers' seguían aún en los jardines disfrutando de la deliciosa noche de septiembre. La trinchera premiada es infinita, pero la fiesta no.
Para los premiados y los jurados la noche empieza antes, en una de las salas de palacio. Tras la entrega de premios del Kursaal van todos hasta el Velódromo, donde saludan al público que este año volvió a llenar el recinto, y luego siguen hasta Miramar para vivir una primera parte de la velada más tranquila. A medianoche se abren las puertas al resto de invitados y para entonces algunos de los galardonados han abandonado ya el lugar.
En esa larga noche de abrazos había dos personas especialmente felices: Greta Fernández, premiada como mejor actriz, y su padre Eduard. «Vivo la Concha de Plata de mi hija con más alegría que la mía propia», confesaba Eduard. Constituyen un caso único: él fue premiado como mejor actor del Zinemaldia de 2016 por su interpretación en 'El hombre de las mil caras', y tres años después su hija logra la Concha de Plata por 'La hija de un ladrón', donde padre e hija también comparten protagonismo.
No menos feliz estaba la alemana Nina Hoss, premiada ex-aequo como mejor actriz por su papel 'The Audition'. Pese a su larga y reconocida trayectoria Hoss estaba exultante por la acogida del certamen. «Es un Festival estupendo», repetía, «y uno de los premios que más ilusión me ha hecho».
Los autores de 'Pacificado' festejaban como una verdadera cuadrilla su Concha de Oro. El director Paxton Winters y sus colegas brasileños brindaban sin parar. Winters era felicitado por las palabras que había pronunciado desde el escenario, cuando dijo que «los vascos, pese a su fama de duros, se convierten en niños para emocionarse en el cine».
Garaño, Arregi y Goenaga iban de corrillo en corrillo. Les abrazaban sus 'hermanos mayores' del cine vasco, desde Julio Medem hasta Juanma Bajo Ulloa, y los representantes institucionales, como el consejero Bingen Zupiria, el diputado Denis Itxaso y el alcalde Eneko Goia. Xabier Berzosa, el componente de Moriarti dedicado a la producción, e Iñaki Gomez, de Irusoin, celebraban también de manera más discreta unos premios que lanzan a 'La trinchera infinita' para su estreno comercial el próximo 31 de octubre.
Los más animados eran los actores españoles, como Fernando Tejero, María y Paco León y Anna Castillo. Marisa Paredes también disfrutaba de un certamen donde tiene tantos amigos. Y algunos de los responsables del Festival, como el director José Luis Rebordinos o la subdirectora Lucía Olaciregui, se retiraron pronto, agotados tras unos días intensos. Rebordinos itía que había sido especialmente atareada la víspera, con el Premio Donostia a Penélope Cruz y la sorpresa de Bono. Ese viernes la fiesta posterior al premio se alargó hasta muy tarde en el María Cristina.
También Tim Roth pasó un rato por la zona vip de Miramar. Uno de los actores fetiche de Tarantino presentó la película de clausura, 'The Song Of The Names', y se declaraba encantado por el ambiente del Zinemaldia. «Se ve que es una ciudad que ama el cine».
Los más famosos fueron abandonando el palacio y las tropas de festivaleros disfrutaron del cóctel servido por Bokado, con Jesús Santamaría al frente, y de la música. Hubo baile multitudinario hasta que, como en el cuento, a las tres de la madrugada terminó la música. Algunos siguieron por otros espacios de la ciudad y muchos se retiraron porque ayer domingo aún era «Festival» para sus trabajadores. Los encargados de producción iniciaron el desmontaje de las alfombras rojas y de las instalaciones del Kursaal desde primera hora de la mañana. El auditorio acoge desde hoy otras actividades, como el concierto de la Orquesta de Euskadi que abre su nueva temporada.
En el María Cristina Rebordinos despedía a los últimos invitados. Los más felices llevaban sus premios en la maleta. Los demás felicitaban a los rectores del Zinemaldia por la edición. La 67 ya es historia, y entra las imágenes que deja para el libro de oro quedarán un Donald Sutherland gritando «Euskal Herria, mila esker!» desde el escenario y el abrazo de Pe y Bono.
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