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En una carta a su hermano Eusebio, el pintor Ignacio Zuloaga y Zabaleta (1870-1945) se refería a «la bandera de los Zuloaga» como una manera de ser propia de su estirpe. Con ese carácter ondea hoy el estandarte del programa 'Arte para todos', con el que la Fundación Zuloaga pretende mostrar su amplia colección familiar también a nivel local en pequeñas salas de cultura de barrios y pueblos. 'Elogio de lo manual' es la exposición que inaugura esta propuesta y lo hace en la sala Oxford de Alondegia Kultur Etxea (Zumaia) desde el pasado viernes hasta el próximo 16 de octubre.
Comisariada por el decano de la facultad de Bellas Artes de la UPV/EHU, Ismael Manterola, en ella se reúnen obras pictóricas, fotográficas y escultóricas en torno a la representación de la mano, que pretenden ser también una reivindicación del trabajo artesanal. «Hay un poco de todo», cuenta Manterola, «entre la obra de pared, sobre todo hay grabados, dibujos y fotografías de Ramón Bilbao y del zumaiarra Javier Carballo». Las de este último realzan esa importancia de los oficios manuales «casi desaparecidos, con manos que trabajan las cestas, las pelotas, las redes de pesca...».
Dónde Sala Oxford de Alondegia Kultur Etxea, en Zumaia.
Cuándo Desde el 23 de septiembre hasta el 16 de octubre.
Horarios De lunes a viernes, de 18.30 a 20.30 horas; fines de semana y festivos de 12.30 a 14 horas y de 18.30 a 20.30 horas.
Pero también se exponen bocetos en carboncillo de Ignacio Zuloaga o el 'pop art' de Eduardo Arroyo. «Hay una ilustración conceptual de Josep Maria Subirachs en torno a las manos de 'La Gioconda' que está acompañada de una prosa poética de Camilo José Cela titulada 'La mano de la dulce ausencia'».
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En relación a la sección de escultura «hay muchas técnicas diversas, con predominio del bronce y de la madera. Aparecen autores como los hermanos Chillida-Belzunce, Eduardo y Pedro, piezas de Canogar, una escultura de Dora Salazar y cosas más clásicas de Puvis de Chavannes». El comisario de la muestra destaca las obras de artistas catalanes como Antoni Abad y Jaume Plensa, «que son reconocidos internacionalmente, y que se sumaron a la colección durante la etapa en que el particular vivió en Barcelona».
El particular al que se refiere el comisario es el donostiarra Ramón Suárez y Zuloaga, nieto del conocido pintor eibarrés, y de cuya curiosidad y iración por los trabajadores manuales nació una muestra de manos «que fue coleccionando a lo largo de casi cuarenta años». Fallecido en Zumaia en 2018, sembró el germen de lo que ahora compone este 'Elogio de lo manual'.
«Es un tema rarísimo y novedoso porque, que nosotros sepamos, no hay gente que coleccione obras de arte de manos», explica Ignacio Suárez-Zuloaga, empresario, presidente de la Fundación Zuloaga e hijo de Ramón. «Hemos recopilado una iconografía de la mano y su evolución a lo largo del tiempo desde el siglo XIX, cuando solo era un mero estudio académico, hasta nuestros días». La mano, según argumenta, «es el elemento de la fisiología humana más difícil de representar, de hecho, Goya cobraba diferente los retratos con o sin manos».
Manterola ha organizado las obras en cuatro grandes grupos que «muchas veces interfieren y se conectan». El primero se ha titulado 'Manos que comunican' y pone de manifiesto su capacidad para constituir un lenguaje, no solo a través de la lengua de signos, sino también en cada gesto de saludo o de despedida. Pero también son un canal de expresión de emociones, de sentimientos de rabia, dolor y alegría, que ya bocetaban artistas como Leonardo Da Vinci, y que conforman el grupo 'Manos que expresan'. En tercer lugar, las 'Manos que protegen' hace referencia a aquellas culturas que utilizan la imagen de la mano como amuleto protector. Y, por último, 'Manos en acción' pone de relieve la relación entre el pensar y el hacer, ese «equilibrio entre las habilidades mentales y las manuales de donde surgió la idea de arte».
Así se conforma una colección que, por otro lado, cuenta con cierto trasfondo social y familiar, y es que «nosotros somos orgullosos descendientes de artesanos». Como cuenta Suárez-Zuloaga, él fue el primer universitario de una familia en la que hubo artistas, como su bisabuelo Ignacio Zuloaga, «que firmaba siempre como autodidacta». Pero también trabajadores manuales como algunos de sus antepasados, «que incluso llegaron a registrar patentes».
Considera «alarmante» la desaparición de los oficios y «el desdén hacia el trabajo manual o no universitario. No hay electricistas, ni albañiles, ni carpinteros, ni fontaneros, y es un asunto que tiene connotaciones económicas gravísimas». Esa es una de las intenciones de una muestra que busca concienciar sobre el porqué de las jerarquías intelectuales y el privilegio de la verbal y matemática por encima de la físila, la plástica o la manual.
Como también resaltar la trascendencia de unos oficios que están muy por debajo de su valor económico y sobre los que existe una importante presión paternal en su contra. «Parece que estudiar carrera universitaria te sitúa en una clase media inteligente, pero ¿acaso Rafa Nadal o Picasso quedan fuera de ese grupo?», se pregunta. «Hay que dignificar cualquier trabajo, sea el que sea».
Este es tan solo uno de los diez discursos expositivos de los que dispone la Fundación Zuloaga, cada uno de ellos, con diferentes obras temáticas. Discursos que se nutren de las distintas colecciones de armas, damasquinado, tablas y tallas románicas, cerámicas, pinturas, dibujos, representaciones de los gitanos, arte vasco y arte contemporáneo.
El programa 'Arte para todos', en el que se incluye la exposición 'Elogio de lo manual', «pretende levantar la voz de que se pueden hacer cosas importantes en los pueblos y que, por ser en un sitio pequeño, no deja de ser atractivo. La Fundación Zuloaga se dedica a promover lo pequeño, lo local, cubriendo el hueco que dejaron la obra social de las cajas de ahorro. No tanto el de las cajas vascas, que se fusionaron y sobrevivieron, pero sí el de las del resto de España donde hubo un cataclismo y una práctica desaparición de la programación expositiva en una treintena de provincias». La crisis económica de 2008 llevó a la bancarrota a muchas de estas entidades y su «escasa inversión con la que cuentan ahora se destina a temas sociales, convirtiéndose lo artístico en insignificante».
Por ello, el programa que acaba de inaugurarse quiere proveer de exposiciones 'llave en mano' a museos, salas de arte y otros espacios, también en municipios con menos de 500 habitantes y sin coste de alquiler. Y, de esta manera, «descentralizar y extender geográficamente la oferta expositiva y cultural con un arte de calidad».
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