A sus casi 43 años, a Fernando Alonso no se le puede achacar que no tenga paciencia. Muchos, muchísimos, otros habrían tirado la toalla mucho ... antes. A fin de cuentas, nadie le puede reclamar nada: tiene dos Mundiales, 32 victorias y 106 podios en Fórmula 1, más otro Mundial de Resistencia y dos victorias en las 24 horas de Le Mans. Cifras que ya son históricas y que le garantizan un puesto de honor entre los mejores automovilistas de la historia. Si a eso se le une un carácter innegablemente ganador, la iración absoluta e incontestable de otras leyendas de varias generaciones con las que ha compartido pista y, sobre todo, una resistencia a las adversidades que son dignas de irar. ¿Cuántos se habrían rendido en los años infaustos de McLaren Honda antes de volver a saborear el champán en Aston Martin —y, de manera casi anecdótica, en Alpine— en 2023?
Por eso, para sus fans el 11º puesto del GP de Emilia Romaña del domingo pasado duele como un puñal en medio del corazón. Después de un 2024 francamente mejorable, y un inicio de 2025 de pesadilla en el que la posibilidad de no llegar ni siquiera a puntuar se ha convertido en una realidad tangible, la cita de Imola se presentaba con las mejores oportunidades posibles. Un 5º ya constitucional, dado que es el piloto que más veces ha salido desde ese puesto en la historia de la competición, en parrilla, una buena salida, rivales con coches teóricamente más fuertes que se quedaban atrás… Se le estaba poniendo la carrera tan bien que incluso con una rafaga de viento más a favor el podio habría estado en la mano.
El destino tiró la moneda, y tocó cruz. Otra vez. El coche de seguridad que provocó el abandono de Andrea Kimi Antonelli, un adolescente que ni había nacido cuando Alonso ya tenía el primero de sus Mundiales y el segundo encarrilado, pilló totalmente desprevenidos a todos, empezando por Aston Martin. Bernd Maylander salió a pista justo cuando los dos monoplazas verdes habían pasado por la recta de meta por lo que, cuando en el muro del equipo verde quisieron reaccionar, ya era tarde. Tanto Alonso como Lance Stroll pasaron de una más que posible cita con dobles puntos a un nuevo fracaso. Normal que el asturiano estuviera a punto de dejarse de caballerosidad y soltar sapos y culebras por la boca, aunque luego lo dejó en un escueto y elocuente lamento: «Esto va ser una tortura, soy el piloto con peor suerte del puto mundo». Si no el que menos fortuna tiene, sí es uno de los que más está recibiendo.
No se puede achacar solo a los hados del destino que Alonso no haya puntuado. El equipo no estuvo especialmente acertado a la hora de reaccionar cuando salió el primer coche de seguridad virtual, una ventana de oportunidad que aprovecharon mal, ni tampoco estuvieron especialmente bien con unos neumáticos duros que se comportaron peor de lo esperado. Por fas o por nefas, Alonso salió de Imola con el mismo cero con el que entró y ya son siete grandes premios igual. Empieza a ser urgente puntuar.
Motivos para ser optimista
En un calendario tan apretado como este, hay poco tiempo para lamentarse. La caravana de la Fórmula 1 se traslada al hogar de las ilusiones, al GP por excelencia de la competición y que aún guarda las esencias del viejo automovilismo: Mónaco. El Principado que separa a los buenos pilotos de las leyendas llega en un momento irónicamente propicio para el resurgimiento de Alonso.
Y es que de todo el fin de semana de Imola y pese a que el botín es el mismo que el obtenido en carreras anteriores, las novedades de Aston Martin sí resultaron ser mejoras. Y eso es una noticia que no todos esperaban ver. El ya vetusto y ajustado trazado monegasco no permite ni soñar con los adelantamientos, por lo que será el sábado cuando se decida todo. Si Alonso es capaz de repetir una actuación como la del pasado sábado en Imola, donde los rebasamientos también eran muy complicados —es lo que tiene ir con estos transatlánticos en estos viejos ríos de asfalto—, los puntos deberían ser un objetivo más que realista para el español. Aunque tenga que rezar a todos los santos disponibles, empezando por la patrona Santa Devota, para quitarse de encima el gafe que le está acompañando. Quizá deba empezar a separarse de cierto cenizo que, desde hace ya tiempo, le lleva acompañando a las carreras y cuyo cariño de la afición española es directamente proporcional a la mala suerte que transmite…
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