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Josetxo Hernández (Zumarraga, 1953) ocupa la gerencia de la Agrupación de Sociedades Laborales de Euskadi (ASLE), de la que es miembro fundador, desde hace 35 años. Circunstancia que le convierte en el mayor experto en este tipo de empresas -grandes desconocidas aún para muchas personas- y cuyas virtudes, como que la mayoría de su capital esté en manos de sus trabajadores, defiende.
–A pesar de que el inicio de las sociedades laborales se remonta a hace ya casi 40 años, todavía hoy gran parte de la ciudadanía las confunden con las cooperativas. ¿Cómo las definiría para diferenciarlas?
–Hay cierta vinculación porque ambas somos empresas de la economía social, pero somos muy diferentes. La cooperativa es una sociedad de personas con capital variable que aumenta o disminuye en función de las que trabajan en ellas y son socias. Las sociedades laborales lo somos de capital, anónimas o limitadas, que funcionamos por acciones o participaciones y estamos reguladas por la legislación mercantil, mientras que las cooperativas tienen su propia ley. Así que jurídicamente somos absolutamente diferentes, aunque para ambas la persona es el elemento clave.
–En 2007, antes de la crisis, había en España más de 20.000 sociedades laborales, más de mil en Euskadi. Diez años después, quedaban menos de 10.000 y a algo más de 600 en el País Vasco. Parece que este tipo de empresas no resistió demasiado bien.
–Bueno, no es exacto. Al ser empresas pequeñas tienen más volatilidad, pero si las comparamos con sociedades limitadas del mismo rango podemos ver que la respuesta a la crisis ha sido mejor.
–¿Penalizó esa falta de tamaño?
–La dimensión media de las sociedades laborales en España es de seis trabajadores, en el País Vasco es de 12 y entre las de ASLE, de 20-22. Empresas pequeñas en general y la dimensión sí es una debilidad de la sociedad laboral, porque desde el punto de vista financiero la mayoría de nuestras empresas estaban bien dotadas de fondos propios.
–Las sociedades laborales han sido en otras ocasiones el último recurso para que muchos trabajadores conservaran su empleo cuando las empresas tradicionales quebraban. ¿Por qué en esta última crisis no ha sido así?
–La mentalidad de las personas ha cambiado. Antes, los trabajadores asumíamos retos, no teníamos ningún reparo en hacernos con la propiedad de la empresa, con la responsabilidad, hacer aportaciones de capital e incluso reducirnos los salarios para consolidar el proyecto al menos al principio. Pero en esta crisis la respuesta de las personas ha sido muy diferente, no querían afrontar esa responsabilidad, ese compromiso y los casos de reconversión de empresas en sociedades laborales han sido muy contados.
–¿Por miedo al riesgo?
–No se quiere arriesgar. Pero creo que en muchos casos los trabajadores no son conscientes de su propia capacidad para dar una respuesta adecuada al negocio en un momento determinado. En esta crisis, el 95% de las empresas que llegaban a concurso de acreedores acababan cerrando y pensamos que muchas de ellas podrían seguir hoy funcionando si las personas hubieran actuado de manera más diligente. Mayor supervivencia
–ASLE tenía en 2007 más de 330 empresas asociadas con unos 9.500 trabajadores. ¿Cuántas tiene hoy?
-Estamos en 270 empresas que suman unos 6.600 trabajadores. Pero además de la crisis también ha habido un elemento que no ha posibilitado un crecimiento importante de sociedades laborales. Y es que desde la istración se ha incentivado más el autoempleo individual, a los autónomos, que el colectivo que supone la sociedad laboral, ya que como mínimo debe tener dos o tres socios. Sin embargo los datos indican que la sociedad laboral aguanta muchísimo mejor que el autónomo.
–¿Cuál es la proporción de supervivencia de ambas modalidades?
–El nivel de creación de autónomos es importante pero su nivel de destrucción también. Entre el 50% y el 60% de las empresas de los autónomos no pasan de los tres años de vida, mientras que más del 50% de las sociedades laborales superan los cinco años.
–Una de las quejas de las sociedades laborales es que no se sienten representadas ni por la parte patronal ni por la sindical.
–Sí, pero no es nuestra principal preocupación. Tenemos una relación buena y fluida con las organizaciones empresariales y con las sindicales.
–¿Se encuentran más cerca de unas o de otras?
–No. Lo que tenemos claro es que somos empresas que competimos en el mercado, pero con la ventaja de que al ser a la vez dueños y trabajadores del negocio cuidamos mejor a las personas, y nuestra filosofía es que el resultado se distribuya más equitativamente entre todos.
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