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La cocaína rosa, también conocida como Tusi (por sus siglas en inglés 2C-B), Nexus o coca de la alta sociedad es una droga sintética que va ensanchando sus fronteras. Pertenece a la familia de las feniletilaminas, pero como señala Koldo Callado (Bilbao, 1967), doctor en Medicina y profesor de Farmacología en la UPV/EHU, el marketing ha encontrado un nombre más atractivo en 'cocaína rosa', el color original de la síntesis.
«Es un polvo generalmente rosa, aunque hoy en día existe en otros muchos colores porque se elabora en laboratorios clandestinos. Es decir, dependiendo de los productos que se usen a la hora de sintetizarla, puede variar», asegura el experto. Se suele consumir esnifada y también se presenta como pastilla. Se trata de un derivado de las anfetaminas y se ha comparado con el LSD por sus efectos alucinógenos y el MDMA, conocido como éxtasis o cristal, al tener «un potente efecto estimulante».
Callado subraya que lo que se vende hoy en día poco tiene que ver con el diseño original, y explica que se trata de una mezcla de ketamina (un anestésico que se usa sobre todo en veterinaria), éxtasis y, en algunos casos, incluso de cafeína, si bien las proporciones son muy variables según las muestras analizadas por Ai Laket!! Esta asociación, al igual que lo hace Energy Control a nivel estatal, se dedica a ir por las fiestas de los diferentes municipios vascos para promover un uso responsable de los estupefacientes y que los consumidores puedan saber exactamente lo que se están metiendo. Aunque su efecto es parecido al de la cocaína, este profesor de la UPV advierte que «en el 99% de los casos no contiene nada de ella». El perfil del consumidor, según él, es gente joven y glamurosa y su ámbito se ha relacionado en mayor medida con las fiestas VIP.
Por su parte, desde Energy Control coinciden en que las discotecas y fiestas rave son el lugar donde más se suele consumir el tusi y subrayan que su consumo es «bastante ocasional». Cuentan que tres de cada cuatro consumidores reconocen haberlo tomado solo entre 1 y 5 veces en el último año. Hoy en día resulta «sencillo» conseguirlo en la calle como ocurre con cualquier otra sustancia, aunque es en la dark y deep web donde más se vende, destaca Callado.
Sus efectos comienzan un cuarto de hora después de su consumo y se alargan entre 4 y 8 horas. Causa euforia, bienestar, sensaciones afrodisíacas, pero también puede generar crisis de ansiedad, alucinaciones e incluso la muerte, como ocurrió a mediados de febrero con un joven de 14 años de Getafe al consumir una bebida en la que sus amigos habían diluido sin que él lo supiera dos gramos de la sustancia. Posiblemente, sugiere Callado, el exceso le causó un colapso.
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«El mayor riesgo de esta droga es que la gente no sabe lo que lleva y, por consiguiente, lo que se está metiendo», asegura Callado. «Y aunque se venda como cocaína rosa, los componentes psicoactivos varían mucho, al igual que los adulterantes que se le echan», añade. De hecho, a colación de este asunto, advierte de que consumirla puede causar unos determinados efectos un día y otros completamente distintos el siguiente. Es el producto más inestable de los que se están actualizando en la actualidad.
Aunque hay quien la considera nueva, debemos remontarnos 50 años (1974) para encontrar su origen. Fue sintetizada por el químico estadounidense de origen ruso Alexander Shulgin, creador de la mayoría de las drogas de diseño en los años 70 y 80.
Su precio disparatado, unos 100 euros el gramo, la ha convertido en la droga de las élites económicas (la cocaína se vende por unos 60). «Pese a su alto precio, yo creo que la gente acude a ella por moda», reconoce este experto vasco. «Frente a drogas más clásicas como el alcohol, el cannabis o la heroína, quizá estas nuevas drogas de diseño pueden ser más atractivas para los jóvenes», destaca.
Uno de sus grandes peligros, como ocurre en la mayoría de estas sustancias, es que aparece normalmente mezclada con ketamina, anfetaminas, harina o polvos de talco para abaratar su producción. Su efecto estimulante provoca aceleración sanguínea, trastornos cerebrales en los neurotransmisores y, en algunos casos, convulsiones.
Al parecer, su presencia en Euskadi es residual, al contrario que en otras zonas como Madrid o lugares con tradición de actuaciones musicales como Ibiza, Mallorca o la Costa del Sol. Su peligrosidad está fuera de toda duda, al igual que su capacidad de generar adicción, mayor que la de la cocaína tradicional.
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