- Al referirse al asesinato del joven Samuel Luiz la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha dicho que ve mal 'acusar sin motivo, sin pruebas, como ha pasado con el chico de Galicia'.
- Viniendo de los políticos y más allá de la investigación que se lleve a cabo, poder condenar cualquier ataque homófobo no hubiera estado de más.
- ¿Estamos ante una agresión homófoba?
- Yo la calificaría como homófoba en el momento en el que a alguien le agreden y una de las cosas que le dicen mientras le están golpeando es 'maricón de mierda'. Más allá de las calificaciones jurídicas, ese insulto, por muy normalizado y naturalizado que esté, reúne todo el carácter homófobo.
- ¿Están aumentando las agresiones homófobas?
- Lo dicen los números. El observatorio contra la homofobia de Barcelona del año pasado contabilizó unos 190 casos y a fecha de hoy lleva 115. En el informe del Ministerio del Interior de incidentes de odio también han aumentado y también lo ha hecho en el informe que realiza la cátedra de Derechos Humanos de la UPV y la Ertzaintza. Los números así lo manifiestan.
- Lo que se conoce por los medios son palizas, pero ¿hay otro tipo de agresiones que no se contabilizan?
- La LGTBIfobia no tiene por qué manifestarse de esa forma tan violenta, es una realidad muy cotidiana y enraizada en el día a día de muchas personas. Los casos más mediáticos son la punta de iceberg, por debajo muchas personas sufren y viven situaciones de intolerancia, de prejuicios y discriminación. Esta es una realidad que todavía se sigue dando.
- ¿A qué realidad se enfrentan?
- Nos podemos encontrar la LGTBIfobia en todas partes, desde el ámbito de la discriminación laboral hasta la falta de visibilidad, es decir, que las personas LGTBI no se atrevan a visibilizarse, que no se sientan con la libertad suficiente para ir de la calle cogidas o cogidos de la mano. La LGTBIfobia se puede presentar cuando intentas acceder a cualquier tipo de servicio público. Puedes ser discriminado o discriminada por cuestión de diversidad sexual y de género, las miradas, los insultos que se puedan dar en un momento dado... En todos los ámbitos de la sociedad en la que nos podemos mover la homofobia y la LGTBIfobia está presente.
- ¿Cree que el resto de la sociedad lo percibe?
- Es que muchas veces es muy sutil. Estos casos de agresiones que estamos viendo son la última de las estaciones en la ruta de la intolerancia, pero las paradas anteriores, el prejuicio y el estereotipo, están en todos lados. Cuando a una persona se le presume que es heterosexual también estamos hablando de invisibilidad; cuando todo el mundo da por hecho que eres heterosexual, ahí está presente; cuando una persona no se atreve a hacerse visible en su puesto de trabajo como persona LGTBI porque tiene miedo a perderlo, también está presente. Esa falta de visibilidad no la ve el resto precisamente porque la persona LGTBI no se atreve a visibilizarse como tal porque cree que algo va a perder.
- ¿Qué puede perder?
- El puesto de trabajo o que no le alquilen una vivienda, o tiene miedo a que no le dejen entrar en una discoteca o a que en un registro civil no quieran inscribir a su hijo. Hay muchos ámbitos en los que se producen situaciones de discriminación y muchas veces eso no es visible a los ojos del resto de las personas porque vemos solo lo evidente.
«La LGTBIfobia se puede presentar cuando intentas acceder a cualquier tipo de servicio público»
- ¿En Euskadi no hay más homofobia porque es políticamente incorrecto y está mal visto?
- Eso ocurre en Euskadi y en cualquier otro lugar, pero hay gente que ha perdido el pudor a lo políticamente incorrecto y dice cualquier cosa en cualquier medio. Hay chavales jóvenes saliendo en redes con discursos que no hay por dónde cogerlos y vídeos en los que dicen que la homosexualidad es una enfermedad para la que no hay vacuna. Igual es que todo se ha banalizado y da la sensación de que no pasa nada si yo digo en las redes que no hay vacuna para la gente homosexual.
- ¿Es odio o miedo?
- Es prejuicio, estereotipo, muchas veces también es falta de perspectiva histórica. Que un chaval de no más de veinte años diga que a la gente homosexual tendrían que meterla en los campos de concentración nazis, como si no conocieran lo que ocurrió en Alemania... Hay mucho de desconocimiento, de incultura y de ignorancia, un poco de todo.
- ¿Como sociedad estamos concienciados con el problema?
- La respuesta como sociedad es muy positiva. Que el mensaje que reciba quien tenga la idea de que se puede agredir sin que pase nada es que la gente y las instituciones van a salir, y que su actitud no va a quedar impune demuestra como sociedad una cierta madurez.
- La respuesta será buena pero los casos siguen aumentando. Algo pasa.
- Está claro, pero peor sería que no hubiera una respuesta social y que los casos de LGTBIfobia fueran recibidos con la callada por respuesta. También es verdad que hay más visibilidad y más sensibilización. Es cierto que en el otro lado de la moneda se están produciendo más agresiones, pero eso es parte de la realidad y una solución es la respuesta social y la implicación de la gente.
- Usted ha llevado algún caso de agresión homófoba.
- Algunos casos.
«Que un chaval de no más de veinte años diga que a la gente homosexual hay que meterla en campos de concentración nazis...»
- ¿Los agresores llegan a entender lo que han hecho o se justifican de alguna manera?
- Cuando a alguien le acusan de haber agredido a alguien por homofobia se suele revolver. A la gente le cuesta mucho reconocer que lo que le ha llevado a agredir a una persona de forma gratuita son sus prejuicios y que lo que ha llevado a cabo es una agresión homófoba. Suele ser algo que los agresores nunca reconocen, siempre se buscan otras motivaciones o algún tipo de excusas. Rara es la ocasión en la que reconocen que su comportamiento fue homófobo.
- ¿En qué estado de ánimo quedan los agredidos?
- Este es un tema fundamental. Está muy bien que haya movilización social y que salgamos todos a protestar, pero no nos podemos olvidar de la persona. Es importante tener recursos para que las víctimas de una agresión o una situación de discriminación conozcan que hay recursos para que puedan ser atendidos.
- ¿Endurecer las penas a los agresores es una solución?
- El marco legal que hay para los delitos de odio por diversidad sexual y de género es suficiente. Lo importante es que se persigan los que tienen carácter LGTBIfóbico. Los prejuicios y los estereotipos no se combaten con una mayor imposición de penas. Eso hay que trabajarlo en estaciones y en paradas y en momentos anteriores, pero por supuesto que tiene que haber un código penal que responda a un delito LGTBIfóbico para la seguridad jurídica de la sociedad y para que las personas no tengan la sensación de que cometer un delito de este tipo sale gratis.
- La ley trans que aprobó el Gobierno a finales de junio ha recibido muchas críticas de colectivos feministas. ¿Cuál es su posición?
- Esta ley también regula los derechos del colectivo LGTBI. Como parte de la asociación Aldarte, en lo referente a la polémica que ha habido yo creo que la autodeterminación de género está bien establecida y no genera ningún tipo de inseguridad jurídica. Reconocer derechos y proteger a un colectivo, como en este caso a las personas trans, no significa ni tiene nada que ver con que otra parte de la sociedad pueda considerar que pierde una determinada posición. Lo uno no lleva a lo otro y proteger los derechos de las personas trans con la realidad de la autodeterminación del género no quita ningún otro derecho a ninguna parte de la sociedad.
- Parece una lucha de unos derechos contra otros.
- Es que yo creo que el reconocimiento de los derechos de una parte de la sociedad no conlleva automáticamente la pérdida de los derechos de otros. Este debate es lo que en 2005, con la ley del matrimonio igualitario, también se planteó. Reconocer, permitir y proteger a dos personas del mismo sexo que contraen matrimonio se veía como una amenaza a la familia tradicional, que iba a ser poco menos que el acabose y no ha sido así. Han pasado 16 años y lo único que supuso aquella ley fue reconocer derechos y otorgar la igualdad legal a muchas personas. Con la ley trans puede pasar lo mismo. Ahora hay mucho debate y polarización, pero con el tiempo veremos que las leyes sirven para que cada persona viva lo mejor que pueda, viva feliz y viva realizando sus proyectos vitales sin perjudicar de forma directa a ninguna otra parte de la sociedad.
«Los prejuicios y los estereotipos no se combaten con una mayor imposición de penas a los agresores»
- El Consejo de Ministros ha aprobado esta semana la que se conoce como ley del 'solo sí es sí'. ¿Va a ser una solución contra los ataques a la libertad sexual?
- No sé si va a ser la solución. Desde luego va a ser un punto importante de inflexión para que se dejen de realizar malas interpretaciones de lo que es un consentimiento y lo que no lo es. El consentimiento expreso es el único que vale y a partir de ahí el resto no lo es. Puede ayudar a clarificar las cosas y a quitar de en medio todas las dudas, puede servir para proteger la independencia y la libertad de las mujeres de hacer lo que quieren sin que tenga que recaer en ellas la responsabilidad de tener que explicar que no fue lo suficientemente clara, lo que muchas veces es una doble victimización.
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