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Muchas noticias me llevan a recordar lo que estudiaba en mis libros escolares. Tengo un recuerdo especial a la llamada «Venus de Willendorf». No solamente ... me llamaron la atención sus «curvas», ¿podríamos decir gordura sin ofender a la mayoría? [Hoy en día hay demasiados «ofendiditos», que condicionan el lenguaje]. Me llamó la atención que su cabeza no tuviera cara. Era una especie de cilindro con adornos.
Siempre había considerado, probablemente porque eso me habían dicho mis excelentes profesores, que la gordura no era real, sino que era un símbolo de fecundidad.
Pero, resulta que un estudio de la Universidad de Colorado, encabezado por Richard Johnson, nos dice algo que, para mí, ha resultado sorprendente: la obesidad era real. Sí, era real: era una adaptación al cambio climático y la dieta.
Entre los años -38000 y -14000 la humanidad sufrió uno de los peores periodos de su existencia. Frío, mucho frío. Las mujeres necesitaban un 17% de grasa corporal para mantener la menstruación y un 22% para poder tener una gestación ideal. Dicho en román paladino: para poder tener hijos tenían que estar obesas. Cuanto más frío era el clima, para poder gestar, la mujer debía ser más rolliza.
Hay un dato interesantísimo: a medida que aumenta la distancia a los glaciares, las figuras se hacen más delgadas. Ello apunta, sin lugar a muchas dudas, que frío y obesidad en las mujeres estaban íntimamente ligados.
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