
Día de la Madre
Maternidad real e imperfectaSecciones
Servicios
Destacamos
Día de la Madre
Maternidad real e imperfectaMadres primerizas, madres solteras, de familias numerosas, madres a partir de los 40... y todas con un vínculo en común: los hijos. Todas ellas están hoy de celebración -con más o menos efusividad dependiendo cada casa- en el Día de la madre, en un contexto de bajada de natalidad como nunca antes: Euskadi registró 13.792 nacimientos en 2022, lo que supone un descenso del 3,39% en relación al año anterior, cuando nacieron 14.257 niños, de estos 4.932 en Gipuzkoa. Se trata de la cifra de nacimientos más baja de la serie histórica del Instituto Vasco de Estadística (Eustat), que se remonta hasta 1975. Aquel año se produjeron 39.646 alumbramientos. Hoy alcanzan apenas un tercio de esa cifra. Los números actuales ya son peores que los registrados a finales de los 90, donde se produjo un valle en la curva de nacimientos.
¿Las razones? La falta de ayudas, la dificultad para conciliar, el cambio de valores o la pérdida de ingresos laborales para las mujeres tras la maternidad son algunos de los factores por los que los números no remontan al hablar de natalidad.
Y mientras los nacimientos continúan descendiendo en Euskadi, la sociedad envejece a pasos agigantados. A esto se añade que un tercio de los vascos de 15 y 29 años (un 31,9%) no quiere tener hijos en el futuro, según el diagnóstico de la situación de la juventud de Euskadi realizado por el Gobierno Vasco, una cifra que se ha duplicado desde 2015. Así, las ganas de ser padres se han reducido notablemente entre quienes están en edad fértil.
13.792
nacimientos se registraron en Euskadi en 2022, un 3,3% menos que el año anterior
La tasa de natalidad en Euskadi está por debajo de 1,28 descendientes por mujer, una de las más bajas de la UE y cada vez más mujeres son madres a edades más tardías ya sea por motivos laborales (mejora de las condiciones, lograr una estabilidad en el trabajo...) o por las condiciones familiares. La decisión de demorar el embarazo conlleva, a la larga, que vengan al mundo cada vez menos niños. La ecuación es sencilla: Si los hijos se tienen cada vez más tarde, es menos probable que se tenga un segundo, y difícilmente, un tercero.
El número de madres de más de 40 años sigue creciendo y alcanza ya el 10%, aunque sigue siendo mayoritario el grupo de madres de 30-39 años, entre las que se produjo el 69% de los alumbramientos el año pasado. El grupo de 25-29 años representa el 12,8% y el de menores de 25 años, el 6,8%. Las veinteañeras que dieron la bienvenida al mundo a un bebé en 2015 alcanzaban hasta el 22% del total, una situación que viene de lejos. Gipuzkoa pierde niños.
La edad media de las mujeres que tienen su primer hijo lleva casi dos décadas por encima de los 30 años en Euskadi y ya supera los 32,3 años, frente a la media general europea, que se sitúa en los 29,5 años.
10%
es el porcentaje de mujeres en Euskadi que son madres a partir de los 40 años
La precariedad económica es uno de los aspectos principales que lleva a muchas familias a aplazar la idea de procrear y antes de dar el paso, se hacen cuentas con la calculadora. Se estima que el primer año de vida de un bebé cuesta unos 10.600 euros entre guardería, pañales, leche, biberones, y un largo ectétera que se 'come' el 40% del sueldo anual de una familia.
Mientras, los progenitories reclaman más ayudas a la crianza, no solo en forma de cheque bebé sino enfocadas a la conciliación que les permita liberar a los sacrificados abuelos -el año pasado 12.007 personas cambiaron su jornada laboral para hacerse cargo se sus hijos, la mayoría de estas fueron mujeres (10.307). En Euskadi, cerca de 40.000 familias se benefician de las ayudas de 200 euros al mes por hijo, un 'respiro' con el que se pretende impulsar la natalidad desde las instituciones e invertir una pirámide que presenta una mayor proporción de personas senior que de jóvenes.
Ina García Madre de hijo con afasia
El donostiarra Pablo Jiménez ocupaba las páginas de este periódico hace justamente un año, cuando compartió su historia tras sufrir un ictus con 38 años, que le dejó sin habla. Hoy ponemos voz a su madre, Ina García, a quien aún le cuesta digerir el golpe que le dio la vida un 4 de enero hace seis años. Su hijo se desplomó en mitad del bar-restaurante en el que estaba trabajando. Estuvo 24 días en la UCI. «Los médicos no sabían si iba a salir. No le faltaba un tubo en el cuerpo, creí que me iba a volver loca», recuerda Ina con aflicción. Después de aquel oscuro episodio, la vida «me ha cambiado mucho, a mejor», afirma esta mujer, que se ha dedicado en cuerpo y alma al cuidado de los demás.
Cuenta que cuando su hijo era joven «no estaba muy centrado, no quiso estudiar, no tenía un trabajo fijo... y yo sufría mucho por él porque tener un hijo que va por el carril del medio que no acaba de ubicarse es duro. Lo pasé fatal. Solía pensar que cualquier día me lo encontraba en un banco. Y cuando pasó lo del ictus me quedé en shock, no podía reaccionar. En ese momento yo estaba trabajando y me avisó mi marido. Lo subieron al hospital para operarle, porque tenía un derrame en la cabeza, y al día siguiente fuimos a verle; estaba inducido. Verle en esas condiciones era espantoso. No sabíamos si iba a poder mover el brazo, la pierna... también le tuvieron que hacer una traqueotomía. Me acerqué a él y le dije: 'Hijo, tienes que echarle coraje y salir de esta'. Sabía que él podía escucharme y no paré ni un día de repetirselo».
Hace ya seis años de aquello y Pablo nada tiene que ver con el chico que era antes. «Salió bastante bien de la operación y en la asociación me dicen que va muy bien, está mejorando mucho» . Pablo acude a diario a la sede de ATECE Gipuzkoa, la asociación de Daño Cerebral Adquirido ubicada en Donostia. Las secuelas del ictus le provocaron afasia, una alteración en el lenguaje provocada por un daño cerebral ) y que afecta a las habilidades comunicativas más básicas como hablar, comprender, leer y escribir.
Pero más allá de sus dificultades para expresarse y el impacto que ha supuesto en el día a día de esta familia, Ina explica que «Pablo ha cambiado muchísimo, es una persona llena de luz. Antes de sufrir el ictus era muy negativo, muy cerrado y ahora estoy encantada con él, es muy cariñoso y alegre y está más formal, más centrado. A veces hay que reñirle pero le quiero a rabiar. Tiene una forma de tomarse la vida irable», expresa.
Después de jubilarse hace tres años, a sus 71 años, disfruta «mucho» con Pablo y para ella «no supone una carga porque es autónomo. La carga la tenía antes, era incontrolable. Me volqué mucho con mi hijo. Lo di todo», afirma exhausta. A pesar de los sinsabores, «el amor hacia un hijo es lo más. Pablo me produce mucha ternura», expresa.
Nacida en Zaragoza, esta mujer fue madre a los 29 años, «tuve a Pablo y después a Ainara. Pero no he sido la típica mujer de 'me caso y tengo que tener hijos sí o sí'. Siempre he tenido una mentalidad muy avanzada. Con 14 años me fui de casa y me puse a trabajar cuidando niños y después, a personas mayores. He sido muy independiente pero mi madre tenía una mentalidad muy antigua, me influenciaba con que hay que casarse, tener hijos... Si fuera joven otra vez me lo pensaría dos veces. Yo doy mucho siempre y apenas tengo un lugar para mi». Dice que el día que ella y su marido no estén, su hija Ainara se ha ofrecido a ser la tutora de Pablo.
Uxoa García Madre con discapacidad visual
Cuando nació Xuhar lo primero que les pedí a las enfermeras es que encendieran la luz. Solo pude intuir algo de su carita pero apenas le veía», explica la donostiarra Uxoa García. Esta mujer padece amaurosis congénita de Leber, una enfermedad de la retina degenerativa que le diagnosticaron con tres años. Entonces tenía un 30% de visión pero a medida que pasaron los años Uxoa fue perdiendo agudeza y campo visual hasta que de pronto, dejó de ver el mundo a su alrededor. «Fue estando embarazada de Xuhar. Sabía que era un riesgo que podía correr porque los cambios hormonales afectan mucho a la enfermedad. Me quedé con un 3% de visión. Pero a cambio tengo un hijo», dice orgullosa esta madre primeriza, cuya discapacidad no le ha impedido hacer cualquier cosa que se ha propuesto desde pequeña. «Salía a andar en bici, iba a escalar...no me he puesto límites y agradezco que mis padres me hayan educado así. Soy muy echada para adelante y ser madre con una discapacidad no me ha hecho desconfiar más de mis capacidades. Aunque sí que tengo mis truquillos», confiesa.
Cuenta que cuando va al parque con Xuhar «cada cinco minutos le pido que me diga: 'ama, estoy aquí' y le intento poner ropa llamativa para verle mejor. También elijo colores neutros o vaqueros que pegan con todo a la hora de vestirle porque no distingo los colores, aunque sí los contrastes. Evito parques donde hay muchos niños o los que no son cerrados, por si se me escapa, aunque él me ayuda mucho. Poco a poco va entendiendo que a la ama hay que ayudarle. Desde pequeñito cuando se me caía algo al suelo me lo recogía y cuando se hace de noche me suele guiar por la calle y me avisa donde hay escaleras. Pro las noches, los cuentos se los leo a mi manera», bromea.
De bebé la crianza resultó algo más complicada, «por ejemplo a la hora de cambiarle el pañal y comprobar que le había limpiado bien o darle el biberón, porque yo no veía hasta dónde se rellenaba el agua. Al final lo que hacía era hacerle una rajita con la tijera para saber hasta donde llenar».
A la hora de cocinar, el ingenio también se multiplica. «Utilizo una sartén negra y otra blanca para ver mejor lo que cocino y con los platos hago lo mismo y de esa forma compruebo que Xuhar se lo ha comido todo». Así se desenvuelve en su día a día esta maestra, que actualmente trabaja impartiendo talleres de ciencias en Eureka Museoa. Reconoce que el primer año de carrera «fue de los peores de mi vida. Hasta Bachiller estuve arropada pero en la uni era 'búscate la vida'. Lo dejé pero una amiga me animó y terminé la carrera», explica.
Hace dos años su vida cambió por completo gracias a una terapia génica. Se sometió a una operación y recuperó hasta un 12% de visión. Fue entonces cuando pudo ver a su hijo por primera vez. «Xuhar tenía entonces dos años y medio. Fue una pasada, fue muy emocionante, me dije: 'Pues sí que es tan guapo como dice la gente . Pero no solo verle a Xuhar, era todo lo de mi alrededor. Tenía un recuerdo muy diferente de como eran las cosas. Por ejemplo, hasta ahora veía los árboles como una bola y ahora distingo hasta las hojas, es una pasada», dice esta mujer acostumbrada a vivir entre un paisaje de claros y sombras.
Aunque sabe que su enfermedad es degenerativa y puede que acabe olvidando la cara de sus seres queridos prefiere «no pensarlo demasiado». Siempre ha sabido que podía quedarse ciega, aunque no vive pensando en ello «si no no vives. Cuando llegue el día seguiré haciendo lo mismo, pero de otra manera, como he hecho hasta ahora. ». Tampoco tuvo miedo a la hora de afrontar la posibilidad de que su hijo heredara su enfermedad. Según los médicos, tiene un 2% de probabilidades y si el día de mañana lo tiene yo le podré ayudar perfectamente y quién mejor que su madre para enseñarle el mundo a través de mis ojos.
Nahia Garmendia Madre de dos hijos pequeños
A Nahia Garmendia le basta con un balbuceo de Mikel o un garabato de colores de Maddi para superar con un doble salto mortal un mal día en el trabajo o una noche en vela. Sus dos hijos lo son «todo» para ella, su «prioridad», afirma esta donostiarra de 33 años que celebra este día de la madre con la bienvenida del pequeño Mikel, que nació el 7 de marzo, y su otra hija Maddi, de dos años y medio. «Es un día que hasta que no he sido madre no le daba mucha más importancia pero la verdad es que hace especial ilusión». Sin embargo, aunque suene a tópico, «el día de la madre no es sólo un día. Cuando eres madre, lo eres 24 horas 365 días, siempre estás con la alarma puesta. Recuerdo una vez que me dijo mi madre 'aunque un día estés tú sola, les vas a echar de menos, vas a pensar en ellos. Y de hecho, recuerdo que el día del parto de Mikel, dejé a la mayor con mi madre y mientras estaba en el hospital le llamé para preguntar qué tal había dormido, cómo se había despertado...». Recuerda el parto de sus dos hijos «muy buenos». «Fueron unos momentos muy bonitos. Al principio tenía los miedos del parto, me preguntaba si iba a poder hacerlo o no y cuando nacen te sientes empoderada, te dices '¡He podido, lo he conseguido!».
A pesar de lo «gratificante» de la maternidad, tampoco oculta que «es duro». Nahia cuenta que desde que es madre su vida ha cambiado de forma radical. «Todo ha cambiado, a nivel personal antes tenía mis ratos para hacer mis cosas, tenía más tiempo con mi pareja, cuesta encontrar tiempo para estar los dos solos y eso que se portan muy bien; dejas de poder hacer muchos planes... pero mi prioridad son mis hijos y si tengo libre prefiero estar con ellos que irme por ahí. Cambias de mentalidad. Claro que me apetecería irme un día a cenar por ahí pero los hijos te traen también otros momentos. Mi preferido es cuando se levantan por las mañanas y te dan los buenos días o te da una abrazo buscando refugio en tus brazos...». Esta mujer «siempre» supo que quería ser madre. «Es duro pero muy bonito a la vez. La maternidad me ha enseñado a confiar más en mí. A veces te entran dudas de si lo estás haciendo bien y luego ves a tus hijos felices y piensas 'bueno, no lo estoy haciendo tan mal'. Es grafiticante».
Si algo echa de menos es «en ocasiones sentirme la Nahia que era, sentirme esa persona única. Ahora soy la madre de». Sin embargo, a pesar de los berrinches, el cansancio o la falta de tiempo para una misma «ser madre compensa. La maternidad aporta mucho», asegura.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mateo Balín y Sara I. Belled (gráficos)
Mikel Calvo e Izania Ollo (Gráficos) | San Sebastián
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.