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«Nos hemos quedado con lo puesto». Y pocas veces esa expresión resultará tan literal como en boca de Begoña Santos. «Me quedé con el ... abrigo, las bragas que llevaba puestas y el uniforme de trabajo, porque así salí vestida de casa por la mañana». Eso es lo único que esta vecina de Errenteria conserva de su vida anterior, la que ardió en el incendio de su vivienda, en el centro de la localidad, el pasado 25 de marzo. Lo poco que se salvó, dentro de una mesilla chamuscada, fue robado durante la noche del día después. «Mis hijos y yo lo hemos perdido todo», agrega esta mujer de 46 años a la puerta de su piso, completamente calcinado. «¡Uff! Aún lo veo y se me encoge el corazón», confiesa ante la puerta de entrada en una visita con este periódico al lugar al que espera regresar «en cuanto pueda». Por delante se intuyen unos largos meses para la rehabilitación integral, y por el momento se ha dado de bruces con la difícil tarea de localizar una vivienda de alquiler en la que salir del paso, ya que la oferta es escasa y la demanda, «altísima». Se le ve afectada, pero también destila un carácter que le permitirá salir adelante. «Bueno, de día trato de estar fuerte, sobre todo por mis hijos, para los que quiero encontrar un hogar. También he recibido mucho apoyo del pueblo. Pero por la noche, cuando apago la luz, se me hace muy largo». Su cabeza bulle, y aunque le otorga «mucha tranquilidad saber que el cortocircuito fue fortuito», en la cama le viene «una y otra vez» la oscuridad del hollín. Y entre cabezada y cabezada, sueña con poder alquilar un piso.
El primer cobijo fue la casa de sus padres, en Errenteria, pero ahora están alojados en el hotel B&B de Oiartzun. «Seguros Lagun Aro se ha portado muy bien y se hace cargo», afirma la afectada, que este viernes por la mañana se reunió con la alcaldesa, Aizpea Otaegi. «Ella había estado unos días fuera, pero lo primero que ha hecho ha sido reunirse conmigo, algo de agradecer. Me han ofrecido varias viviendas sociales compartidas con otras familias. Yo sola iría encantada a algo así, pero están mis hijos y necesitan un espacio mínimo para estudiar. Tampoco quiero molestar más a los aitas».
Le queda la opción de un alquiler durante los meses que duren el papeleo y las obras en su vivienda, con dos habitaciones y un baño en 50 m2. «El problema es que apenas hay pisos en alquiler y los que hay, vuelan. Me he dado de alta en varias páginas web y agencias, y para cuando me llega la alerta de un nuevo anuncio, llamo pero ya está comprometido. Y alguno que he visto, pedían mínimo un contrato de un año o cinco. Yo necesito para unos meses», cuya renta también abonará la compañía aseguradora. «Hay bastantes pisos vacíos cerrados».
Servicios sociales también le ha prometido una ayuda para financiar la hipoteca de su casa. Se mudó ahí con sus hijos hace seis años, tras su separación. «En 2023 hicimos una buena obra en la sala y la cocina, que las comunicamos. Me gasté todos los ahorros ahí». Tiene tan reciente la obra, que quiere «lo mismo que tenía».
Begoña Santos
Afectada por el fuego en Errenteria
Aún hoy, casi dos semanas después del incendio, el olor a quemado se percibe desde ambos extremos de Andra Mari kalea, en cuyo número 13 se encuentra su domicilio, a medio minuto del ayuntamiento. Aquel último lunes de marzo, la tufarada a quemado se olía desde al menos 300 metros, la distancia entre su casa y la panadería en la que trabaja en un supermercado de Eroski. «La clientela comentaba que algo se estaría quemando, pero cómo iba a pensar que era mi casa».
Tiene grabada a fuego, si vale la expresión, la tragedia. «Eran las 13.25 horas, me quedaban cinco minutos para salir del trabajo. Mi hijo pequeño –Adur, de 14 años y presente durante la conversación–, me estaba esperando en la puerta, pero dijo que iba a dar una vuelta por el pueblo a ver si veía qué pasaba. Al poco, me llamaron del restaurante que está enfrente del portal para decirme que mi casa ardía. No lo podía creer».
Adur, por su parte, se topó con su hermano, Hodei, de 20 años, y la calle acordonada tras la ágil reacción de la Policía local, que tiene su sede cerca. El propio Hodei dio la voz de alarma. Sintió humo debajo del sofá y bajó a la carrera los diez escalones del portal para pedir ayuda. Los extintores del restaurante Gaztelu no bastaron. Luego ya los Bomberos sofocaron el incendio. Para entonces había sido devorada la vivienda, de estructura de madera y paredes de piedra que aguantaron la embestida de las llamas. Solo una ventana del segundo piso se vio dañada, aunque el humo sí afectó al edificio de cuatro alturas. A última hora de la tarde, los bomberos debieron volver a intervenir al avivarse el fuego.
A Begoña Santos le queda el regusto amargo de las habladurías. «He oído hasta que fue por una colilla de mi hijo, cuando Hodei no fuma». Tampoco por un enchufe en mal estado. «Los peritos han concluido que el fuego fue fortuito en unos cables debajo del parqué. Eso me da paz. Por suerte no hubo daños personales», se consuela Begoña, aún dolida por la pérdida de su gato. «Si los bomberos me hubieran dado algo para protegerme, habría intentado salvarlo, pero era imposible. Todo ardía». Encontraron al animal al día siguiente, debajo de una cama. «Al menos no sufrió, se adormeció con el humo». Horas después, de madrugada, alguien robó lo único que no ardió: una cajita donde Begoña guardaba «tres pares de pendientes y un medallón de mi comunión». Aprovechando que los bomberos habían roto la puerta, los ladrones dieron con el joyero en un cajón.
Esta mujer nacida en Bilbao pero afincada en Gipuzkoa desde 1992, no ha querido «dar publicidad al robo porque en el fondo estoy muy agradecida a la ola de solidaridad que hemos recibido del pueblo». Por su condición de panadera, es muy conocida en la villa, igual que su hijo Hodei, estudiante de Comercio en Gureak. «La ropa que llevo encima me la han regalado. Tengo que agradecer a mucha gente y comercios: la mercería París, la carnicería Loren, Gaztelu, la óptica Xenpelar me da las lentillas de un año...». Sus compañeras de trabajo han abierto una cuenta para posibles donaciones (Laboral Kutxa, 3035 0011 20 0110106283).
Julen Agirrezabala, portero guipuzcoano del Athletic y amigo de la familia, les ha dado ropa deportiva y de calle. «Es increíble tanto apoyo», dice. Hoy apoyarán al Athletic en la final de Copa, aunque Hodei lo primero que hizo tras el incendio fue ir a Anoeta a pedir otro carné de la Real. Con una expresión así se presentó en la ventanilla: «Buenas, no tengo ni DNI, se nos ha quemado todo».
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