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El lehendakari intentó zanjar ayer la polémica con su socio de coalición, el PSE, al señalar que su pacto «goza de muy buena salud» y ... que la crisis suscitada sobre las políticas de inmigración «ha sido solo un catarro que se cura con Paracetamol y reposo». Pradales intenta pasar página de un episodio que ha elevado la tensión en la política vasca hasta extremos inquietantes. La coalición ha vivido esta semana una notable sacudida. El lehendakari intentó ayer contextualizar su declaración inicial, en la que pedía una reflexión sobre «la inmigración que recibimos y la que necesitamos», al situar la cuestión como un derecho universal que afecta a las personas y precisar que no quiere alimentar la controversia. Pradales quiso sortear los reproches de los últimos días, impropios de dos socios de gobierno. Lo mejor que podían hacer los dos aliados del Ejecutivo es desactivar el ruido y ser más prudentes. La polémica no beneficia a nadie. Tan sólo a los extremistas, que se envuelven de forma demagógica en esta bandera, azuzando los peores instintos. La inmigración, como fenómeno histórico, es fruto de la necesidad, no de la conveniencia. A partir de esta premisa, es legítimo y lógico abogar por un proceso ordenado y regular para evitar consecuencias, que son, en primer lugar, negativas para los propios inmigrantes. Euskadi, con una tasa de natalidad muy baja, tiene un evidente problema de relevo generacional. Necesita emigración cualificada, pero también una mano de obra dirigida a otro tipo de empleos que los autóctonos no asumen, por ejemplo en el sector de los cuidados, de la hostelería o de la construcción. Esta es una realidad objetiva que debería llevar a los partidos democráticos que defienden el actual modelo social a centrarse en lo que les une, que es mucho, y no en una disputa de matices ideológicos que solo genera confusión y malentendidos. La cautela es necesaria en estos temas sensibles. La gestión migratoria es un asunto lo suficientemente serio como para trascender del ámbito partidista. Es imprescindible encuadrar la inmigración en el ámbito universal de la defensa de los derechos humanos sin obviar la búsqueda de mecanismos que garanticen la integración en una sociedad de acogida, basada en un marco de deberes y derechos para todos. La inclusión y la cohesión social van intrínsicamente unidas. El nuevo cruce de declaraciones entre PNV y PSE, con términos de excesiva graduación, lejos de ser un catarro pasajero amenaza con derivar en neumonía si no hay un doctor que diagnostique el riesgo de infección.
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