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El Partido Popular huele las urnas a la vuelta de un año, quizás coincidiendo andaluzas y generales en el verano de 2026, así que ha ... puesto la directa para vigorizar una organización que, a pesar del desbarajuste y el caos que rodean al Gobierno, tiene bajas las pulsaciones. Parece que Feijóo ha renunciado a esa actitud paciente y observadora a la espera de que el sanchismo se desmorone víctima de sus propias contradicciones y debilidades y, el poder, le caiga como fruta madura. El adelanto del congreso nacional hay que interpretarlo en clave de refuerzo de un liderazgo alicaído, una urgente renovación de portavoces y una revisión del corpus ideológico que deje la puerta abierta a la cooperación con Vox, pero marcando la frontera doctrinal con los de Abascal.
El adelanto, en sí mismo, contiene un mensaje mediático de relanzamiento del candidato popular y la escenificación de una derecha preparada para tomar la alternativa de un socialismo en fin de ciclo. En la teoría de comunicación las imágenes de aclamación al líder, la revalidación de las lealtades, la presentación de nuevos rostros que ofrecen titulares a los medios sobre una nueva etapa de esperanza, de cambio, son más poderosos que las propias ponencias, estatutos y cuestiones doctrinales. En lugar de una imposible o arriesgadísima moción de censura, Núñez Feijóo, ha optado por escenificar y teatralizar el cambio y quizás eso, le permita remover algunas piezas de su equipo que en su gestión opositora han demostrado ser manifiestamente mejorables. En los próximos meses y en la cuenta atrás del tiempo electoral será clave la batalla por imponer el relato en la mayoría de la opinión pública.
Esa contraposición entre dos diagnósticos opuestos: una economía boyante o el paro más alto de la Unión; una gestión progresista o el desmantelamiento del estado; un gobierno rodeado de corrupción o una operación de jueces y medios de la derecha para extender el fango y los bulos. En esa batalla, el Gobierno y sus equipos de agitprop creen esencial la acción de la televisión pública, RTVE. Lo que explica que en pocos meses, la acción ejecutiva de la Moncloa haya nombrado presidente y consejeros muy afines y, movido la programación y contrataciones de productoras, para asegurarse un respaldo al marco discursivo de Pedro Sanchez.
El problema es que en la turbulencia de cambios para intentar ganar audiencia que a su vez sea permeable al relato del Gobierno, los nuevos gestores se han pasado de frenada y han provocado el mayor cisma interno desde los «viernes negros» cuando gobernaba Rajoy. El aterrizaje de personajes provenientes del inframundo de la frivolité («La familia de la tele») se ha vuelto un boumerang contra el intento de poner el entretenimiento y al ideología al servicio del poder.
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