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Hay un instante en que 'La viuda negra', la película que este viernes llega a Netflix, te atrapa sin remedio. Basada en el homicidio del ingeniero Antonio Navarro Cerdán en 2017 en el barrio valenciano de Patraix a manos de su esposa y de Salva, uno de sus cinco amantes, la cinta comienza cuando una pareja descubre su cadáver, cosido a puñaladas. Eva, una inspectora de policía a la que da vida Carmen Machi, acude al lugar de los hechos y tras conocer a Maje, la viuda del fallecido, tiene una intuición que luego verá refrendada por los testimonios de la joven, algunos de sus amigos y sus padres: todo apunta a un crimen pasional. Nada que no hayamos visto ya. Y entonces, cuando apenas pasan veinte minutos de metraje, Carlos Sedes, director del filme, decide abofetear al espectador colocando en pantalla una serie de audios obtenidos apenas unos días después del asesinato, tras pinchar los teléfonos de la joven y de sus amantes. El resultado es tan escalofriante que uno llega a pensar que son las escuchas reales.
«Es que las conversaciones están interpretadas tal y como fueron», explica Ramón Campos, productor de la ficción. «Ese momento concreto era como decirle al espectador: 'Por cinco minutos te vas a convertir en policía y vas a empezar a escuchar y a sorprenderte con lo que son capaces de decir'». Reconoce el máximo responsable de Bambú Producciones que era una decisión «arriesgada», porque durante esos minutos uno solo ve en pantalla las ondas que dibuja el sonido y quiénes son los interlocutores. De hecho, tomaron precauciones: grabaron el ordenador donde se reproducían los audios, a los policías escuchando y paseando por la sala... «Pero cuando lo vimos en montaje, sentimos que no hacía falta. Esta pureza es la que realmente hace valioso este momento», afirma.
A partir de ahí, la ficción da un salto atrás para narrar todos los hechos y entonces se entiende por completo la estructura que ha planteado Sedes para esta negra historia: en cada fragmento, se adopta el punto de vista de uno de los tres personajes principales, mientras el resto están casi fuera de foco. «Entras con la policía, que tiene claro que pronto sospecha de Maje, lo que permite las escuchas, y a partir de ahí pasas a Maje, porque intentas saber dónde coloca la cabeza esa gente y qué cosas colocan por encima de otras para hacer lo que hacen, que es esa mentira y esa manipulación constante», explica el director. Y finalmente la narración salta a Salva, un auxiliar de enfermería cuarentón, casado y con una hija, que trabaja en el mismo centro hospitalario de Maje. «Crees que por edad tiene que ser más maduro y, realmente, te encuentras a un niño enamoradizo que finalmente hace la burrada que ella le pide». Un Tristán Ulloa en estado de gracia encarna al homicida que asestó las seis puñaladas.
El interés de ambos por esta historia surgió cuando el crimen salió en prensa. «Nos provocó una pregunta que es: ¿quién decide que es mejor asesinar y convertirse en viuda que ir a un juzgado, firmar un papelito y divorciarse? ¿Qué pasa en esa cabeza?», reflexiona Campos. A partir de ahí, comenzaron a documentarse. Consiguieron el sumario de instrucción, las llamadas, todo el material alrededor de la instrucción e incluso charlaron con Esther Maldonado, que es la policía que investigó el caso y en el que se inspira el personaje de Machi.
Artífice de series como 'El caso Asunta', Campos es consciente de que la crónica negra «hace daño» 'per sé', así que desde el primer momento abordaron el relato desde el «respeto a la víctima». No charlaron con Maje ni con Salva, que cumplen condena en prisión, pero sí que aron con la familia de la víctima, que rehusó involucrarse en el proceso, algo que el tándem creativo entendió porque «han sufrido muchísimo». Desde ese momento, solo quedaba «intentar hacer el menor daño posible: no vamos a mostrar el cuerpo, ni el asesinato, solo lo necesario para que se entienda lo que sucedió».
Luego, continúa Campos, se trataba de ver quiénes son Maje y Salva y «qué le lleva a ella a proponerle a él matar a su marido y por qué él acepta, sobre todo teniendo en cuenta que ambos cuidaban de otras personas y que, según todo el mundo, eran fundamentalmente buenas personas».
Cabe preguntarles si uno llega a entender sus motivaciones. «Lo entiendes, pero no lo comprendes», contesta Campos. «Yo he pasado por ciertas cosas de Salva y he visto cómo un tipo maduro, en una relación con una chica más joven, se vuelve gilipollas y enamoradizo. Las cosas que aguantas, las cosas que no aguantas... La ficción te pone el espejo al revés y te hace ver y enfrentar cosas», reflexiona a su lado Sedes. Tras bucear en el pasado de ambos, el realizador hace hincapié en la infancia de Maje y en la educación recibida. «De alguna manera, ella no tuvo adolescencia y la estaba viviendo mucho más adelante». En el caso de Salva, cuenta Campos, «descubrimos que era una persona que había estado con su primera novia, con 19 años, pesaba 130 kilos, y era un tío que había tenido una vida más o menos acomplejada, muy cercana también a la religión, y de repente a los 40 y tantos te aparece una chica que es una diosa, y tú miras hacia delante lo que te queda de vida, hacia atrás lo que has vivido, y dices, pues a lo mejor la vida es también hacia delante».
-¿Por qué creen que nos fascinan tanto estos temas?
-Ramón Campos: Porque habla de nosotros, del ser humano y da mucho miedo convertirse en eso, que se te vaya a la cabeza un día y que te veas envuelto en algo así. Una cosa que dicen los guardia civiles en 'El caso Asunta' es que cualquiera podemos acabar cometiendo un crimen, en circunstancias especiales y determinadas. Yo creo que ese primer reflejo de yo puedo ser ese y puedo acabar en ese lugar es terrorífico. Y también es porque habla de nosotros como sociedad. Nos interesan mucho los 'true crimes' de aquí, pero también los de Reino Unido o Estados Unidos porque hablan de la sociedad y del momento que se está viviendo en cada lugar.
-Estas últimas semanas, algunos planteamientos cercanos al 'true crime' se están poniendo en tela de juicio, como el libro 'El odio' de Luisgé Martín, construido en torno a varias cartas con José Breton, que finalmente no será publicado por Anagrama o el documental sobre el asesinato del niño Gabriel Cruz a manos de Ana Julia Quezada, que iba a contar con su testimonio. ¿Cuál es su opinión al respecto? ¿Debe haber líneas rojas? ¿Estamos pecando de moralistas?
-Ramón Campos: Yo creo que estamos metiendo en el mismo saco cosas que son distintas. El libro de Luisgé Martín es una cosa, la entrevista a Ana Julia Quezada es otra cosa y 'true crimes' en los que se rebasan cuestiones morales son otra. En el caso de Ana Julia Quezada metieron en una cárcel de forma ilegal un teléfono pagándole a una asesina para que se lucre contando un asesinato sin hablar con la familia. Eso me parece que es detestable y la productora que lo hizo merece estar apartada de nuestro sector.
-¿Y en el caso de 'El odio'?
-Ramón Campos: En el caso de 'El odio', el error es de base de Luisgé Martín y Anagrama. Lo primero que tienen que hacer es ar con la familia para decirle: «Estamos haciendo este proyecto, sabemos que posiblemente no les guste, pero nos interesa porque queremos analizar lo que este hombre hizo y a partir de aquí hablar sobre la violencia vicaria». Si tú entrevistas a José Bretón y éste cuenta parte de la intimidad de esa familia y no buscas el contraste con lo que te cuente sobre la madre, estás cometiendo un gravísimo error, no estás poniendo el reflejo de la verdad y estás fiándote de un tipo que mintió durante años sobre el asesinato de sus hijos. Me parece que el gran error de ellos fue cobardía absoluta. Es muy difícil, y yo lo he hecho, sentarse delante de la familia de una víctima y decirle: «Quiero hacer esto y sé que te va a hacer daño». Lo primero que te va a decir es que no quiere que lo hagas y tu tienes que tener la valentía de decir que quieres hablar de este tema. Mucha gente no quiere enfrentarse a eso. ¿Qué sucede también? Que cuando ya has empezado, hay que tener el valor también de decir voy y si me dicen que no, me lo voy a zampar y en el momento que tienes el libro escrito debe dar mucho miedo que te digan que no, porque entonces ya no lo publicas. Yo siempre pongo el ejemplo de que a mí me encargaron la serie documental sobre Diana Quer y yo lo primero que hice fue llamar a Juan Carlos Quer. Me dijo que no quería que la hiciera y que no quería que salieran imágenes de su hija y que no estaba de acuerdo en que se tratara el tema. Llamé a la plataforma que me lo había pedido y les dije que no iba a hacerla. Cuando hice 'El caso Alcàsser' llamé a la madre de Desiré y nos envió una carta dándonos permiso que sale en el documental. Entonces, poner todos los debates en el mismo lugar creo que es el gran error que estamos cometiendo.
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