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Se acabó la temporada, una esperada segunda entrega con siete capítulos de duración, un número que se ha quedado algo escaso analizando la emisión periódica ... en su conjunto. Ritmo extremadamente irregular, piezas intensas y otras no tanto. Como era de esperar, con tanto componente emocional atravesando cada episodio -a veces, demasiado-, el clímax ha traído acción y el encuentro entre varios personajes vitales en un mismo escenario tras diferentes periplos existenciales. Cruce de vidas. Cruce de sentimientos. 'And end has a start', todo final tiene un comienzo, como dice la canción de Editors. Habrá que esperar un tiempo para saber cómo avanza la odisea serializada, en una tercera temporada que tardará un par de años en llegar a la plataforma Max, que probablemente se llamará por entonces de otra manera, o de varias.
Efectivamente, dos años de espera para una continuación es una eternidad para cualquier seriéfilo de pro -nos puede el ansia-, máxime con el «the end» de este séptimo capítulo, un puñetazo a la retina que nos deja en ascuas, prácticamente como el famoso final viral de 'The Walking Dead' con Lucille de protagonista. Cliffhanger extremo, para bien o para mal, con un epílogo que entenderán mejor quienes conocen bien el videojuego. Ahora toca 15 horas manejando a Abby en la consola, ¿qué pasará en la serie? Hagan sus apuestas, para el que esto escribe... promete.
Las licencias creativas tomadas para dar el salto de los píxeles al medio audiovisual ha mejorado, en ocasiones, el material de partida. Algunas ideas novedosas han podido resultar redundantes, pero sin llegar a molestar en exceso, aunque el subrayado de los problemas afectivos de los roles centrales ha podido suponer un lastre en algunos pasajes. Hay que quedarse con el segundo capítulo, el mejor de la camada, de una sesión que ha funcionado como una montaña rusa de sensaciones encontradas. Ha habido una cantidad de flash-backs nada desdeñable, un recurso poco recomendable en el lenguaje visual, pero que en este caso no ha tropezado consigo mismo. Ha funcionado para tocar nuestros corazones y volver a ver a Joel tras su trágica muerte (extremadamente cruenta y explícita). Combatir la pérdida de un personaje principal esencial no es fácil. ¿Prueba superada? Nos lo dirá, realmente, la continuación de la aventura.
El duelo, la venganza y los lazos sentimentales están sobre la mesa. Temas tratados, y a desarrollar, señalados con letras de neón. En esta séptima y última entrega, en general menos potente que el inicio de la serie, hay planos calcados de la materia prima, para el regocijo de los seguidores del hit consolero. Los ingredientes, horror, tensión y emoción, han sido cocinados bajo una clara perspectiva dramática, en detrimento de la acción. Aunque realmente no es lo importante de la propuesta, hemos podido echar de menos a los infectados, tras el rotundo segundo episodio que dejó muy alto el listón.
Idas y venidas de personajes, encuentros casi casuales, tiroteos y momentos de confesiones personales se entrelazan en una séptima entrega quizás insuficiente para una serie de este calibre, que en su segunda temporada se ha comportado más acorde a una fórmula preestablecida. Es decir, se ha adaptado más a un formato de serie habitual, por no decir ordinaria, apaciguando su original empaque inicial. Es probable que 'The last of us' haya perdido espectadores por el camino en esta sesión finiquitada. Incluso el estreno semanal por entregas ha podido interrumpir el viaje, a diferencia de su predecesora. Los guionistas han sembrado mucho para recoger en un futuro, ahora lejano. Sobre todo en el caso de Ellie y sus contradicciones. Su lucha interna, entre el corazón y la razón, visto lo visto, se antoja tan sugestiva como... ¿cansina?
Destacar una vez más la labor del casting. El carisma de Pedro Pascal es evidente, dentro y fuera de la pantalla. Su desaparición definitiva -que no alarguen más la agonía de un público todavía apabullado por tan tremebunda muerte, por favor- deja un hueco complicado que puede cubrir, con otro talante, el perfil de Abby. La némesis de Ellie debería dar juego, también con sus incómodas contradicciones, pero han apostado todo a la próxima temporada, como si hubieran dividido esta segunda en dos partes. Todas las fichas sobre el tapete van para Abby. Un desafío importante, así como seguir cultivando la personalidad cambiante de Ellie, a ratos desafiante, a ratos desubicada. Bella Ramsey sigue siendo un buen fichaje, arriesgado y contundente, con una expresividad única. Por cada meme que pretende ridiculizarla compartido en Internet, crece una artista. Nos leemos en un tiempo, mordiéndonos las uñas.
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