La romería en pos de Octave

Las zonas de montaña tienen un calendario de estaciones limitado a lo esencial. Es el caso de Luz-Saint-Sauveur, pueblo a los pies del Tourmalet, en una de las zonas más agrestes del departamento de Altos Pirineos (Francia), donde la vida se articula según la presencia de la nieve. Y eso mismo sucede con la carretera que remonta el puerto de montaña más famoso del mundo, protagonista del Tour desde su inclusión en la carrera en 1910. Desde ese mismo instante, cuando lo cruzara Octave Lapize por primera vez en bicicleta –era entonces un camino de cabras y las bicis eran de piñón fijo–, cuando le espetó eso de «son ustedes unos asesinos» a los organizadores, por hacerles pasar por ahí, el Tourmalet se instaló ya para siempre en el imaginario colectivo del ciclismo mundial. Hoy en día, según los datos de Strava –una aplicación utilizada por ciclistas y corredores–, 100.000 deportistas han registrado sus tiempos en la suma de sus dos vertientes. Y esos son solo los que se han cronometrado en la subida.

Pero el Tourmalet es el último puerto de la zona en abrirse al tráfico rodado, no tanto por su altitud –hay carreteras más altas que se despejan antes–, sino porque las pistas de la estación de esquí discurren por encima de la cinta de asfalto, y conviene extender la estación, en este caso también la del calendario, todo lo posible. Por eso, hasta finales de mayo o principios de junio la carretera D918 no se reabre al tráfico. La fecha varía cada temporada, pero se celebra en el valle por todo lo alto el primer domingo de junio.

Con los carteles que indican la altitud de cada kilómetro y la pendiente hasta la cima ya recolocados en las cunetas, solo falta volver a instalar en la cima el símbolo distintivo del puerto, junto al que miles de ciclistas se hacen la foto protocolaria tras haber completado la ascensión. Se trata de 'Octave', o 'Le Géant' ('el Gigante'), que es como se conoce a la estatua, nombrada así en honor a Octave Lapize, por supuesto.

Octave es un vecino habitual del puerto, pero no lo es desde siempre, y cada mes de octubre, antes de que las nevadas vuelvan a sepultar el asfalto, hiberna en lo bajo del valle. No se diseñó para ese emplazamiento, sino que Jean-Bernard Métais lo concibió como parte de la obra 'Le Grande Boucle', expuesta en un área de servicio de la autopista A64 desde 1998. Al año siguiente, el conjunto de esculturas se dividió y desde entonces Octave pasa los veranos en su puerto. Muchos vascos, cuando ven la obra a lo lejos –queda a la derecha de la autopista– saben que les falta ya poco para llegar a las pistas de esquí o los puertos míticos del Tour de Francia.

La fecha de reapertura del puerto se ha convertido en todo un acontecimiento en la zona: 'La monté du géant' ('La subida del gigante') es ahora una peculiar marcha ciclista que asciende cada año desde uno de los valles, una romería en la que un pelotón de más de un millar de ciclistas acompaña al camión que sube la estatua en un remolque al son de una banda de música. Es un recorrido festivo, poco competitivo, en el que nadie osa adelantar a Octave, que avanza a un ritmo pausado pero constante. Este año la caravana parte de Pierrefitte-Nestalas, en la carretera que une Luz-Saint-Sauveur y Argelès-Gazost. No hace falta inscribirse, solo presentarse con ánimo y bicicleta a las nueve de la mañana para pasar la mañana subiendo al puerto y, una vez arriba, asistir a la solemne ceremonia de colocación de la escultura de tres metros de altura y 350 kilogramos de peso. Y, como cada año, de ese modo queda inaugurada la temporada estival y las tablas de esquí dejan paso a las bicicletas que, ya se sabe, son para el verano.

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