
Ep. 2 · T7
La mujer del pelo rojo y todo lo demás
Mikel siempre supo que era adoptado y quiso seguir las pistas hacia su origen. Al final de un camino increíble, esperaba una información muy difícil de gestionar
Transcripción
FUERA DEL RADAR | LA MUJER DEL PELO ROJO Y TODO LO DEMÁS
JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN: ¿Qué tal? Bienvenidas y bienvenidos a nuestras historias.
Hay momentos en la vida, pocos, donde sabes que todo, todo, parece a punto de cambiar. Y entonces se pasa miedo, y ese miedo convive con el deseo de que, efectivamente, todo cambie. Que algo cambie. Y por mucho que uno mismo haya luchado por llegar a ese momento, a ese cambio…
MIKEL ARAOLAZA: Qué locura. Que… ¿será ella? ¿Será ella, eh?
JAES: Asomarse al abismo de lo irreversible, de lo definitivo, de lo otro, no es nada fácil.
MA: Bueno, la llamé a mi madre y yo, «Mamá», y me dijo «Estamos aquí, estamos». Nada. No te sé decir si en la puerta de la casa de Adela, estamos aquí arriba.
JAES: Y allí donde estaban, allí donde habían llegado, los demás pueden ayudarte, pero no demasiado.
MA: «¡Ahí va! Pues, pues Mikel, ¿qué quieres que te diga? Quiero que sepas una cosa». ¿Qué? «Espérate cualquier cosa».
JAES: Te has acercado tanto, que puede alcanzarte un fogonazo.
MA: Y vamos, lo que vemos es de refilón, media cara. Pero sobre todo vemos el pelo rojo de la señora.
JAES: Ese pelo rojo era el signo, la pista definitiva de lo que estaban buscando, y por eso ahora el vértigo ya es enorme, irresistible.
MA: Venga, vamos para atrás. Al coche de nuevo. Vamos a echarnos 12 cigarros seguidos tranquilamente, para… Porque es una locura. La habíamos visto los dos, ¿eh?
JAES: Porque, a ver, estamos dentro de un coche, que funciona como una especie de refugio momentáneo. Un coche que Mikel Araolaza y su amigo Andoitz Mondelo han alquilado en un país que no es el suyo, al que han llegado dando tumbos, para descubrir una verdad qué sí les pertenece. La calle es inhóspita, apenas hay nadie, la casa tiene paredes de un color rosa apagado, dos plantas y un largo balcón de hierro que recorre la fachada.
ANDOITZ MONDELO: Mikel estaba acojonado, la verdad. Bueno, yo también.
MA: Ya está. Ya no hay más llamadas. Mi colega y yo solos ante el peligro. Venga, vamos para adelante.
JAES: Mikel y Andoitz deciden salir. Lanzarse. Ya no importa el barrio áspero, ni los ladridos de los perros, ni el miedo. Pero entonces, cuando enfocan la mirada… la señora del pelo rojo ya no está en la ventana. Está más cerca, mucho más cerca.
MA: De repente yo como que levanté la mirada y la señora que estaba en un principio tendiendo la ropa, estaba en el porche en un banco que tienen ellos, vestida de rojo y hablando por teléfono.
JAES: Mikel avanza hacia ella. Y cada paso que da le aleja de su vida anterior. Su amigo Andoitz lo sabe, le ha acompañado desde San Sebastián hasta este pueblo perdido del interior de Rumanía en busca de algo que necesitaba y que efectivamente, iba a cambiar su vida. La historia de cómo llegaron hasta aquí, y de lo que pasó después, es la que vamos a contar.
FUERA DEL RADAR. HISTORIAS MÁS ALLÁ DE LA NOTICIA.
EN ESTE EPISODIO: La mujer del pelo rojo y todo lo demás
JAES: Mikel Araolaza es un joven que no pasa desapercibido. Su estatura ya es imponente. Prácticamente metro noventa.
MA: Yo digo uno ochenta y siete. Da igual, soy alto.
JAES: Pelo casi rapado, barba perfilada y tatuajes. Tatuajes, de hecho, que se han ido multiplicando y uniendo entre sí. Llama especialmente la atención el que tiene bajo la oreja, en el cuello. A simple vista, un hombre de pocos amigos. Pero es todo lo contrario.
MA: Yo soy una persona muy delicada…
JAES: El tatuaje es un pequeño cupido alado.
MA: Siento mucho todo y vivo mucho. Y me gusta incluso exagerar las cosas buenas y las malas también…
JAES: Nació hace 25 años y desde entonces, todos sus recuerdos están en Donosti. Allí vive con sus padres, José Ramón y Ainhoa.
MA: Son unos trozos de pan.
JAES: Dos trozos de pan que siempre han tratado de darle a Mikel la mejor vida posible.
MA: Tienen unos trabajos dignos, mi padre es ingeniero. Bueno, mi madre es abogada y creo que siempre han dedicado todo su tiempo al trabajo y a mí.
JAES: Una familia cariñosa y compacta, hasta que…
MA: …hasta que, bueno, cuando yo tenía nueve años adoptamos a una, a una chica.
JAES: Esa nueva integrante de la familia era Alina. Llegó a San Sebastián con seis años proveniente de Rusia.
MA: Vino aquí a España con seis años, lo cual conlleva todo ese atraso que en esos seis años que ha vivido allí en un orfanato, pues todo lo que ha podido sufrir, la educación, la malnutrición, todo.
JAES: Mikel conoce esa sensación. No la de salir de un orfanato y enfrentarte a barreras culturales y de idioma, pero sí la de llegar a una casa y recibir el amor de una familia que no es la de tu sangre.
MA: Vas creciendo y cuando empiezas a tener un poco uso de razón vas preguntando. En este caso, si no recuerdo mal, fue con mi propia madre, a la que le iba preguntando «Oye, ¿y yo en qué… en qué hospital, aquí de Donostia en este caso, nací?».
JAES: Él también es un niño adoptado. Y siempre lo ha sabido. Y, por supuesto, el objetivo de su gran viaje iba por ahí. Un gran viaje que nos sigue contando Jon Munarriz.
JON: Ainhoa y José Ramón nunca quisieron ocultarle la verdad a ninguno de sus hijos.
MA: Y fue cuando, pues un poco nos sentamos y tuvimos, digamos, la primera conversación. Mira Mikel, tú eres adoptado. Vienes de Rumanía y esto, esto y lo otro. Y mi reacción fue totalmente positiva.
JON: La sinceridad fue siempre pieza fundamental en su relación y desde bien pequeño hablaban del tema abiertamente.
MA: Pues por ejemplo en el cole, cuando eres pequeño y vas haciendo una redacción de tu vida, donde has nacido y tal, entonces empiezas ya a dar esas pinceladas.
JON: Ahí es donde más se podía notar la diferencia entre estos dos hermanos. Una siempre ha rechazado sus orígenes.
MA: Mi hermana por ejemplo, Alina, que es de Rusia, todo lo contrario, olvídate, no quiere saber nada y nunca va a querer. Dicho por ella.
JON: El otro, no ha dejado nunca de buscarlos.
MA: Yo siempre he ido detrás de la verdad, siempre. Pero desde los cinco o siete años. Siempre, siempre.
JON: Para comenzar una investigación, hacen falta pistas. Mikel las tenía.
MA: Lo que he sabido siempre ha sido el nombre, el nombre de pila de mi madre biológica, Adela Voicu, y en mi DNI pues pone el pueblo donde yo nací, en Rumanía. Entonces con esos dos datos y ahí dándole vueltas a mi cabeza y todo durante toda mi vida.
JON: Y al lado de cada Sherlock Holmes, se recomienda tener un Watson. Mikel tenía a su amigo, Andoitz Mondelo.
AM: Pues tengo relación con Mikel desde los 11 añitos, 12 añitos.
MA: Más o menos hasta día de hoy. Media vida, sí.
JON: Siempre ha sido como de la familia.
AM: Me pedían que cuidase de Mikel, que estuviese ahí, que que le apoyase.
JON: Andoitz había animado a Mikel a seguir buscando.
MA: Este tipo de preguntas que yo me hacía cuando era pequeño, e hice las preguntas a mi madre. Pues digamos que al final tienes un buen vínculo con un buen amigo y hay muchas tardes en las que el tema principal acaba siendo ese.
JON: Y surge una idea que se irá cocinando a fuego lento.
MA: Cada vez que quedamos, «Oye, que vamos a pensar en esto», «Oye, por qué no miramos los vuelos», «A ver y a dónde hay que ir, ¿cómo se llama el aeropuerto de Rumanía?» Empezando desde eso, desde lo básico.
JON: Y en septiembre de 2024, Mikel decidió dar el paso. Y, a su lado, Andoitz.
AM: O sea, yo no he viajado a ningún lado nunca. Y cuando me lo planteó pues ni me lo pensé, la verdad.
JON: Solo tenían dos billetes de avión, el nombre de una mujer, Adela Voicu, y el de una localidad, Cämpulung. Y absolutamente ninguna garantía.
MA: Claro, tú te pones en un planteamiento de que oye, igual esta mujer a día de hoy no vive igual, ha fallecido, o igual no está en ese país. O igual ha hecho otra vida.
JON: Solo había una manera de averiguarlo. Y, puestos en lo peor, al menos serían unas vacaciones de ocho días.
MA: Entonces yo le decía a mi colega «Joe, ya podría mi madre o yo haber nacido en Miami…» Así por lo menos nos íbamos a Miami, entre comillas, de vacaciones. Y si conseguíamos encontrar algo en mis propias raíces, pues mira, de maravilla.
JON: Y efectivamente, estaba lejos de ser Miami.
MA: Rumanía es un poco caótico, sinceramente. Empezando por las carreteras. La primera sensación que tuve fue como que aquí la gente va un poco kamikaze con el coche, todo es una locura. Luego son como muy robustos. Es gente agradable, sinceramente. Pero sí que es verdad que son muy cerrados.
JON: El primer día fue un caos: no tenían internet y encima les estafaron con el alojamiento. Tras una jornada larguísima, encontraron techo en el último momento.
MA: Después de toda esa tormenta que hemos vivido en pocas horas de tanta intensidad, tanta tensión, tanta incertidumbre, decir ya estamos aquí. Y los dos es verdad que nos miramos y dijimos: «Ahora empieza lo bueno, tío».
JON: Tras dos días tranquilos, de turismo, llega el tercero, el de ponerse en marcha desde Bucarest.
MA: Vamos al día en el que literalmente vamos a conocer mi pueblo. Cämpulung Moldovenesc. Vale, vamos allí. Dos horas, tres horas de viaje. Yo diría que fue largo, la verdad.
JON: Durante el trayecto, en la cabeza de Mikel siguen dando vueltas dos nombres: Adela Voicu, y Cämpulung.
MA: Sí que hacíamos un poco de comparaciones. «Y te imaginas que la gente es como tú ahí, altos, con la nariz larga, ¿te imaginas? Y con los ojos pequeños».
JON: Escuchan música en el coche, cantan, llaman a sus familias. Hasta que de repente una frase les deslumbra: 'Bienvenidos a Cämpulung'. Cämpulung, la palabra que siempre ha estado en su DNI.
MA: Tenemos que parar con el coche y sacarnos una foto con este pedazo de cartel que lo he visto durante tantos años, una tarjeta tan pequeña que ahora la veo en persona y me hace una ilusión increíble. Me saqué una foto, mi colega también sacó otra. Fue precioso.
JON: Pero Cämpulung no es como San Sebastián, ni siquiera se parece mucho a Bucarest. Les sorprenden los contrastes.
AM: Bucarest, de ver pues Audi, Maserati… A estar en la carretera y ver al lado tuyo pasando un carruaje con burros.
MA: Un señor, un ciudadano con un caballo tira con la paja detrás y decías «Wow, esto es puro campo».
JON: Han llegado al centro del pueblo. Todo parece ir viento en popa.
MA: Nos presentamos en frente del ayuntamiento, había un cartel. No me acuerdo los días, pero de que tal y tal día cerraban a las 17:00 de la tarde, pues eran las cinco y media.
JON: Está cerrado. Pero no se hunden, y en lugar de volver a Bucarest, buscan la comisaría: puede que allí también encuentren algo más de información sobre su madre. Al llegar, les recibe otra puerta cerrada.
MA: Y empecé a dar un par de golpes. Nada. Pues vi como al dar un par de golpes de esos en la puerta, como que se cedía un poco. Opté a abrir con la con el pomo y no forcé ni nada…
JON: En el interior, oscuridad casi total.
MA: Y recuerdo que empecé a decir en alto. ¿Hay alguien? Tanto en español como en inglés. En rumano no. Nada, nada, nada.
JON: Tras unos instantes, aparece una persona con cara de pocos amigos.
MA: Entonces le enseñé, y yo le decía: «Adela Voicu was my mama». Mi madre era Adela. Voy toda la tarde, la busco en Cämpulung. Leía, leía, leía y sí que leía Leonard. Mijaíl también le decía «Leonard Mijaíl, soy yo».
JON: El agente parece no tener muchas ganas de ayudar a los protagonistas de esta historia. Y tal como llegan, se marchan de la comisaría. Pero, en el último momento, algo cambia en ese policía frío y distante.
AM: Venir, venir en inglés. Y nos miramos y dijimos todo esto es como una peli. Fuimos. Nos metió en una salita más privada tal y nos dio un papelito con un post-it.
JON: La nota apenas tiene escritos dos datos.
MA: Empiezo a leer, no entiendo mucho. Pone algo como Com. Purcarem y abajo del todo pone Adela Chiritoiu.
JON: En la cara de Mikel se ve claramente que no entiende el papel. Hasta que el policía suelta la bomba.
MA: Me dice «Your mum is still alive». Tu madre sigue viva y yo. Wow. O sea, para mí eso fue una felicidad…
JON: La famosa Adela Voicu en realidad es Adela, sí… pero Chiritoiu. Al casarse había adoptado el apellido de su marido. Y además no vive en Cämpulung, pero sí cerca. En un lugar llamado Micești.
MA: Se empezaba a hacer de noche y dijimos mi amigo yo «Oye, ¿qué te parece si pasamos así de refilón con el coche, como quien dice, sin bajarte y mañana ya volvemos?» La intención era volver sí o sí.
JON: Dicho y hecho. Mikel y Andoitz vuelven al coche y ponen rumbo a Micești.
MA: No veías nada, pero lo poco que veías un barrizal, las carreteras hechas un Cristo. Wow, ¿qué es esto? ¡Madre mía!
JON: Apenas pueden ver el pueblo, y lo que ven no les da muy buena espina.
AM: Ahí, pues escuchabas perros, escuchabas de todo. No sabíamos dónde nos estábamos metiendo, la verdad.
JON: Deciden apartarse a un lado de la acera, donde no molestan. Y allí aparece una nueva idea.
MA: Bueno, es cuando yo cojo y digo la voy a poner en Facebook Adela Voicu y de repente me sale un perfil y es el primer perfil y el único.
JON: Es un momento de gran tensión. ¿Será ella?¿La han encontrado?
MA: Y claro y le doy y de primeras se ve una foto de familia en la foto de perfil. Una mujer. Es que yo digo mujer porque claro, me dicen Adela Voicu, ahora Chiritoiu, que es tu madre. Sí, yo ya sé que... Pero como, que no la he visto en mi vida, que yo no sé si es mi madre o no.
JON: Pero esta mujer no es la única que aparece en la foto.
MA: Una mujer, un hombre, una, una chica, dice... Intuyes que es su hija. Y al otro lado, al lado del padre, la otra hija. Una, una postal así de cuatro. Una familia, guay.
JON: Mikel es un cóctel de emociones.
MA: No, no había algo que dijera «Wow, es que se parece mogollón».
JON: Y no puede dejar de preguntarse quién es toda esa gente.
MA: Esta chica. ¿Quién será? Y el señor este que ya te imaginas que es tu padre y que no. Que yo. Qué va a quedar? No creo. Este será con mucho mi padrastro. Porque yo no veo parecido. No sé. Y esta parece ser que es mi madre. Esta era una mujer con el pelo teñido de rojo, no sé.
JON: Eso les lleva a seguir buscando por la galería de fotos. Hasta 300 en apenas unos minutos.
MA: Y sigo mirando abajo, abajo. Cada vez veo como más parecidos y demás en las fotos hasta que de repente veo una foto que son las dos nenas en un coche, en una, en una foto, en un coche, en el asiento de atrás. Y esa foto sería de hace años.
JON: Y de repente, salta la sorpresa.
AM: Fue un golpe tan tan heavy que los dos nos quedamos aparte que nos llevamos la mano a la cabeza de qué, qué locura.
JON: Lo ven cada vez más claro. Se están acercando.
MA: Es que es increíble. Esta tiene que ser hermana mía, pero casi 100% seguro, tío.
JON: Están en el pueblo de su madre, han encontrado una coincidencia visual… pero no tienen la dirección exacta y se está haciendo de noche. Su apartamento está a tres horas de camino, y deciden dejarlo para el día siguiente.
JON: Esa noche, Mikel no puede sacarse de la cabeza a esas dos chicas que estaban junto a Adela en la foto de su Facebook. Y decide buscarlas en redes sociales.
MA: Pero me sale «hija de Adela», y ponía Raluca Andrea Chiritoiu…
JON: Es entonces cuando decide lanzarse y escribirle un mensaje, con una pregunta muy clara.
MA: En inglés Hello!, Hello! eh… one thing… your mom… «Your mom real name is Adela Voicu?»
JON: Y la cosa queda ahí. A la espera de una posible respuesta.
AM: Tuvimos que beber un par de copas para poder conciliar el sueño, porque es que no podíamos dormir. Era estar pues comiendo techo…
JON: A la mañana siguiente, antes de subirse al coche, salta una notificación al móvil de Mikel.
MA: De repente me llega un Instagram, un mensaje «Wow! Y es ella, es Raluca». Y me pone «Yes, why». Y yo: Wow, wow. O sea, Andoitz se estaba vistiendo en en la habitación y le pegué un grito. ¡ANDOITZ! ¿Qué? ¡Que ha respondido!
JON: Raluca confirma las sospechas de la noche anterior: la mujer pelirroja de la foto es Adela.
MA: Y me dice «Sí. Por qué», le digo que me ha dicho que sí, que es Adela. Entonces ya dices, tiene que ser mi madre ya 100%.
JON: Si ya tenían ganas de conocerla y volver a la comuna de la noche anterior, esa ilusión se acaba de multiplicar por mil.
MA: La impresión de esta primera vista es que era un pueblo… pobre. Vamos, que no hay rascacielos, no hay Ferraris.
JON: El aspecto de los dos amigos llama la atención.
MA: Llegamos nosotros como elegantes. Muy, muy pijos, ¿no?, con nuestras cadenas, nuestros pantalones anchos de hoy en día, nuestro, nuestro flow. Íbamos con un outfit como muy poco acorde a lo que era eso.
JON: Pero saben que en algún rincón de esa comuna está la respuesta de sus preguntas.
MA: Echamos freno de mano, salimos, salgo yo, saqué captura. Ya no iba con la partida de nacimiento, no tenía nada, no la tenía en el bolsillo, pero tenía la foto de la familia que había sacado. Captura del Facebook enseñando ya la foto de familia.
JON: Móvil en mano, van enseñando la foto del Facebook de Adela a la gente, con poco éxito. Hasta que se cruzan con dos hombres. Dos gigantes. De esos que prefieres evitar una noche por la calle.
MA: Sorry ehh… Speak English?, No. Eh! Y empieza a hablar como español. ¿De dónde eres? ¿Dónde en España?
JON: Han logrado captar su atención.
MA: Oye una cosa. Esta foto. Estoy buscando a mi madre. Adela. Adela, Chiritoiu, Voicu, Chirinoiu… Adela. Estoy buscando a Adela.
JON: En sus caras se puede ver algo. La reconocen.
MA: A ver si la conoces tal… Es que a mí me suena, no sé, un poco como traduciéndolo, intuyendo. Lo empieza a mirar el hombre, como que va afirmando con la cabeza y demás y coge y…
JON: Creen tener la dirección de la casa de Adela Voicu. El fin de este viaje parece estar cada vez más cerca.
MA: Yo rápido y le digo «hermano, que les tenemos que seguir, que creo que nos van a llevar a donde vive». Y «No me jodas. ¿En serio?» «Sí, sí, sí. Vamos a seguirles. A ver».
JON: Y, saliendo de ese halo de felicidad, el temor les invade por un segundo.
MA: Tú imagínate que esto es igual... Ahora nos quieren llevar a un callejón, aparecen otros cinco rumanos y nos quieren aquí robar, dar el palo o lo que sea. Es que también es lo mismo que piensas…
JON: De pronto se paran junto a una fila de casas. Mikel se pone nervioso y les ofrece dinero.
MA: No, no, no, no, por favor, no, no paguéis. No, hombre, por favor, no, hermano, que nos has traído hasta aquí. No, no, no te jode. Dos abrazos enormes de dos rumanos. Son armarios. Es increíble.
JON: Los lugareños se van y les dejan solos. Apenas 60 metros de calle. 5 casas. En una de ellas, vive Adela.
AM: La casa era pues como meterte en una bocacalle, en un callejón pero abierto, porque al final son comunas y son son casitas individuales.
JAES: Y aquí, por supuesto, volvemos a la escena del principio. Mikel y Andoitz están a punto de encontrar a Adela. Antes, llama a Ainhoa, su madre vasca por teléfono. Ella le dice lo mejor que puede.
MA: «Espérate cualquier cosa. Espérate un abrazo. Espérate un rechazo, que te dé la espalda. Espérate un enfado. Espérate lo mejor y lo peor».
JAES: Después es cuando ven el fogonazo de pelo rojo por la ventana, cuando el vértigo les puede, cuando vuelven al coche y fuman doce cigarrillos alimentados por la ansiedad, y al salir, al enfrentar su destino, la mujer del pelo rojo está ya abajo, en el porche, cara a cara.
MA: Claro. Ya empiezo.... «Salut. Salut. Mama Adela. Salut. Es increíble, tío. Y, y levanta la mirada. Y viene... Y ya… ¡wow! Pero viene como medio llorando o hiperventilando de todos lados. O sea, terrible...
JAES: Es la primera vez en 25 años, que Adela mira de nuevo esos ojos.
MA: Viene, viene rápido. Aligerando mucho el paso. Y fue venir hacia... Se lanzó hacia mí. A mi cuerpo. Me.... Me abrazó, pero temblando. Increíble. Increíble. Increíble.
JAES: Enseguida volvemos
PAUSA
JAES: Adela no se separa de Mikel. Le besa, le abraza, le mira cada detalle del cuerpo. Su hijo apenas puede reaccionar, está en shock. Y pese a que ni ella sabe castellano ni él rumano, Adela dice algo que le llama la atención.
MA: Y me decía, me miraba, me decía «Leonard Mijaíl». O sea, «11 de mayo de 1999 Eres tú», y yo: «Hostia, hostia!» Lo he entendido un poco porque 11 de mayo tal se entiende lo de 99. Pero vamos, vamos, que sabía mi fecha, sabía todo mío.
JAES: En ese momento, a la cabeza de Mikel vuelve la foto de Facebook. La misma que enseñaba a los vecinos de la zona para tratar de encontrar a su madre.
MA: Y le digo mediante el traductor de Andoitz, ¿cómo es hermana? Sora. Sora. A ver. Espera, espera. ¡Adela! ¡Adela! ¡Adela! Eh… ¿esta, esta de aquí... es tu hija? Es. ¿Es mi hermana? Y «Da, da, da», que es sí en rumano.
JAES: Mikel ha cumplido su objetivo: conocer a su madre. Pero la cosa no queda ahí. Ha descubierto que tiene dos hermanas, Raluca y Arabela. Y además, en esa foto falta una persona por identificar.
MA: Y cojo y encima cojo como un poco de aire y... Y le digo, «Vale, Adela. Y este señor que está aquí…». ¡Buah! Es evidente que ella… Da igual ,como si alguien habla en chino, el otro es mudo, te entiendes. O sea, este «Sí, sí, sí, es tu padre».
JAES: No se lo puede creer. Empieza a ser demasiada información al mismo tiempo.
MA: Ahora esto… ¿cómo cojones digiero esto? Y ahora es que a ver, estoy flipando, tío, de verdad.
JAES: Hay mucho más. Sigue contando esta historia, Jon Munarriz.
JON: Adela coge el teléfono mientras no para de mirar a Mikel a los ojos.
MA: Y coge y me dice «Estoy ta ta ta ta. Estoy llamando a…». Está llamando a su marido. Mi padre viene ya. Ya. Es que era así total. Impacto tras impacto, tío, es que era increíble.
JON: Mikel buscaba a su madre y acaba descubriendo mucho más. Pocos minutos después, un estruendo llega del fondo de la calle.
MA: De repente aparece un señor con un Renault, echa de freno de mano, la música a tope. Sale un tío con un buen cigarro en la boca y con un buen tatuaje en el cuello, que es lo primero que percibo. Porque yo también tengo un tatuaje en el cuello.
JON: Su nombre es Dragus Chiritoiu, el marido de Adela. Su padre.
MA: Se quita el cigarro, lo tira, me da un beso en la frente, me abraza. Sin aire. Empieza a llorar mogollón él.
JON: Mikel sale del shock y rompe a llorar al encontrarse con él. Pero hay algo que le llama la atención.
MA: Y me abraza y me llora y se arodilla y me pide perdón, 70.580.000.000 de veces, perdón, perdón, perdón. ¿Perdón por qué?
JON: Es entonces cuando Dragus empieza a contarle su historia. La razón de por qué no pudieron hacerse cargo de él.
MA: Lo siento por lo que pasó. Lo siento. No quise. Pero ¿qué pasó? Como si entendiera la situación. No. «Yo no. Yo no quise hacerlo. Ellos. Ellos te quitaron. Nosotros nunca te quisimos dar en adopción. Fuiste un niño robado».
JON: Sin entender el rumano hay una palabra que fue capaz de comprender a la perfección.
MA: Él decía mafia todo el rato, «una mafia vino. Yo me pegué con todos los polis, busqué, no me decían dónde estabas», tal cual. Es como que empezó un poco a contarme el final de su historia, de por qué me quitaron de sus manos.
JON: En aquel momento, en Rumanía, los hijos fuera del matrimonio estaban mal vistos. La familia optó por llevar a un orfanato al pequeño Mikel hasta que regulasen la situación, tal y como les habían prometido.
MA: Tenéis once, once meses para hacer estos trámites, y una vez haberlos hecho, venís, venís de nuevo y cogéis al chaval. Es que... Es que parece como un paquete de Amazon. Vienes, lo coges y te lo llevas.
JON: Durante ese tiempo, la familia iba a visitar al pequeño. Hasta que llegó el undécimo mes.
MA: Vengo a por Leonard Mijaíl. «¿Qué Leonard?» me dijo «Mi hijo». Era una broma. Ya ves, no hay nadie que se llame Leonard. A ver, déjame. No, no, que no hay nadie, tío. Pero ¿cómo que no? A ver, 11 meses. No, no. Que no hay nadie que. No preguntes, tío. Que? Que no preguntes. Que adiós.
JON: Durante muchos años, no perdieron la esperanza.
AM: Nos contaron que los primeros años, pues cuando igual creían más en el hecho de buscar a Mikel y todo eso, sí que tienen un altar, ¿eh? Tenían canciones… El padre de su padre tenía una canción compuesta para Mikel.
JON: Pero el llanto y la emoción por conocer su historia rápidamente se convierte en un motivo de fiesta. Ese niño robado está de vuelta en casa, en Rumanía, con sus padres.
MA: Yo me tomé un chupito alucinando, o sea, viendo las estrellas y ya serví a mi padre al minuto. Mi colega encantado, el cabroncete. Que venga, pues el segundo va, va, va, con 40 arcadas por segundo.
JON: La familia les insiste en que se queden a dormir, además, han bebido y la tasa de alcohol permitida en Rumanía es 0,0: cualquier control les llevaría a la cárcel.
AM: Mikel me mira y me dice «Yo no me puedo quedar aquí. Quiero quedarme, pero no puedo quedarme. Tengo que hablar con mi familia, tengo que interiorizarlo, quiero estar solo».
JON: Tras una pequeña discusión, logran convencer a Dragus y Adela con la promesa que al día siguiente volverán.
MA: Oye, ¿Venís mañana? Hacemos una barbacoa y tal y cual y... Sí, sí, sí, por supuesto. Es que esto qué es, ahora que es «Hola y adiós. Ya nos veremos». No, no, Mañana venimos.
JON: Se despiden. Mikel está pletórico de felicidad, no cabe en sí mismo. Y, cuando menos lo espera, todas esas nuevas sensaciones afloran.
MA: Estamos ya en una burbuja ahí metidos. Entonces yo fue coger el coche, de verdad, avanzar 40 metros, y echarme a llorar como un condenado. Decirle a mi colega qué es esto, tío, qué ha pasado, qué es esto tío…
JON: Es entonces cuando vive uno de los momentos más duros del viaje. Tiene que contarle la verdad a sus aitas, a sus padres adoptivos.
MA: A la noche, yo hablando, ¿sabes? Y creo que ahí fue uno de los momentos, tío, que fui un niño robado, que tal… Mi padre blanco.
JON: Vuelven al día siguiente. Festejan, beben, comen, conocen más familiares y así, durante los siguientes tres días. Hasta que llega el momento de la despedida de verdad.
MA: Volveré, volveré sí o sí. Encima yo les dejé claro. «Volveré en Navidades. Volveré en Navidades».
AM: Y la vuelta fue como… lloramos como nunca. Luego en el avión, pues al día siguiente y tal pues sí que hablábamos. Mikel estaba en el cielo, se quería comer el mundo.
JON: Mikel está de vuelta en San Sebastián. Ha cambiado mucho tras este viaje, pero ahora vuelve a estar frente a la puerta de la casa de sus padres. Los de toda la vida.
MA: Me echaron mucho de menos ellos, ellos también. E inconscientemente te planteas muchas cosas. El papel de mis padres, tíos, nuestro hijo. O sea, ellos nunca me han ocultado nada porque imagínate, oye, que ha descubierto él. No, no, ellos mismos dicen «Mikel siempre ha querido saber la verdad».
JON: Hay algo más en los ojos de José Ramón y Ainhoa. Son felices porque su hijo había conocido esa verdad, pero…
MA: Yo conozco a mis padres, al igual que ellos a mí. Yo sí que percibí miedo en ellos.
JON: Le reconocen que no han sido días fáciles para ellos.
MA: Yo he llegado. Eso me dijo en persona al llegar ese mismo día que estuve hasta las dos de la mañana hablando con el aita. Yo inconscientemente he llegado a tener ese sentimiento de culpa, he llegado a sentir... Pero no puedo sentirme culpable, tío. A mí me han timado, igual que a ellos.
JAES: Pasan los meses y llega diciembre. Mikel tiene claro que va a cumplir su promesa de volver a Rumanía. Ha estado a gusto en Donostia, en su casa, por supuesto, pero el cuerpo le pide regresar.
MA: Yo dije mi columpio tiene que contrarrestar, tiene que ir para el otro lado. Ese barco vikingo, que me entiendas, tiene que ir para el otro lado y tiene que conocerles más a fondo, tío. Y es terrible, tío.
JAES: Y como en aquel primer viaje, va a tener un acompañante. Pero esta vez, no va a ser Andoitz.
MA: El 20 de diciembre fui yo, del 20 al 26 de diciembre, solo. Y el día 27 vino mi padre del día 27 al día 30.
JAES: Los Araolaza y los Kiritoiu, unidos por primera vez.
MA: Y conoció a mi padre biológico. Conoció a la mamá Adela.
JAES: Un viaje increíble también, no hay duda, para José Ramón. Ahora Mikel está aprendiendo rumano para poder hablar con sus seres queridos y poder integrarse en su nueva cultura.
MA: Sinceramente, estoy en ello. No a machete. Pero claro, cuando tienes ganas. He ido esta segunda vez y el aita ha estado conmigo y muchas cosas me decía. «Joé, macho, tío, cómo te enteras de muchas cosas. Es increíble».
JAES: Ya hay organizado un tercer viaje y confía en que esta sea ahora su nueva vida. Un péndulo entre San Sebastián y Rumanía. Y no puede estar más feliz con ella.
MA: De todas las opciones que podían haber habido. Yo creo que no hay una opción mejor. Me ha tocado la mejor lotería de mi puta vida. Hablando así…
JAES: Hasta aquí, esta ha sido la historia del enrevesado árbol genealógico de Mikel Araolaza, a quien damos las gracias por contarnos su historia, y a su fiel escudero Andoitz por complementarla. También, por supuesto, a Jon Munarriz por escribirla y narrar desde San Sebastián, y al equipo de audio y podcast de Vocento. Soy José Ángel Esteban, gracias por escuchar.
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