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Las jornadas internacionales 'Aiete, diez años después', que han recordado la celebración de la Conferencia de Paz que hace una década preparó el camino para el cese definitivo de la violencia de ETA, se cerraron ayer por la tarde en Donostia con un acto multitudinario en el Kursaal en el que el protagonismo recayó en los retos del futuro y el derecho a decidir, mientras que se pasó de puntillas por los efectos que tuvo la violencia de ETA en las aspiraciones soberanistas. La mesa redonda 'Transformación democrática de conflictos' reunió al exlehendakari Juan José Ibarretxe, al expresident catalán Quim Torra –que participó de forma telemática–, a la portavoz de Gure Esku Amalur Álvarez y al presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart. El mensaje de todos ellos fue en la línea de recalcar que cualquier aspiración democrática –se centraron especialmente en Euskadi y Cataluña– debe tener cabida por vías exclusivamente pacíficas, aunque evitaron dirigir el debate hacia la influencia que tuvo ETA. Solo Ibarretxe, en un momento concreto, criticó que «el concepto del derecho a decidir va más allá del derecho de autodeterminación que, aquí, se asoció interesadamente a ETA durante mucho tiempo» para tratar de desacreditarlo.
El cierre donostiarra de las jornadas organizadas por el Foro Social y Bake Bidea –que hoy culminan con varios actos en Baiona– giró sobre el derecho a decidir porque, como recordaron algunos de los ponentes, el punto 4 de la Declaración de Aiete que leyó Kofi Annan tras la Conferencia de Paz de octubre de 2011 hace una referencia expresa a una «consulta a la ciudadanía» vasca que, diez años después, no se ha producido. En concreto, en ese punto los mediadores internacionales sugerían que, para alcanzar «una paz duradera», los «actores no violentos y los representantes políticos» deberían reunirse y discutir «cuestiones políticas, con consulta a la ciudadanía, lo cual podría contribuir a una nueva era sin conflicto».
Ibarretxe habló ayer en el Kursaal de su experiencia como lehendakari desde 1999 hasta 2009 y dijo tener «un gran respeto por el pueblo español y sus símbolos», aunque aclaró que «yo soy vasco». Dijo entender a «los que sueñan en rojo» cuando juega la selección española, pero reivindicó su derecho a «soñar en verde». «¿Por qué no? Sin hacer daño a nadie», apuntó el exlehendakari, rememorando una vieja pregunta con la que acostumbraba a defender el derecho a decidir: ¿Qué hay de malo en ello?
Ibarretxe defendió que «el derecho a decidir es un principio democrático y debería ser posible pactarlo», y recordó que en los dos casos donde se consiguió, en Quebec y Escocia, «curiosamente la consulta no se decantó por la secesión» respecto de Canadá y Reino Unido. De donde concluyó que «es falso que una consulta signifique la imposición de una parte sobre la otra».
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El exdirigente del PNV rememoró que, durante su mandato como lehendakari, «elevamos hasta un campamento base el derecho a decidir, que es un concepto que va más allá del derecho de autodeterminación, que además aquí se asociaba interesadamente con la violencia de ETA o se vinculaba con un derecho de las antiguas colonias». Esa fue la única referencia a ETA que hubo en toda la mesa redonda.
Ibarretxe, que fue el primero en intervenir, dio paso a los dos representantes del soberanismo catalán mostrando su iración: «Después vinisteis vosotros, que habéis sido un ejemplo de dignidad en términos democráticos, a pesar de que habéis sufrido una evidente vulneración de los derechos humanos por parte de un Estado vengativo». Hizo saber a Torra y Cuixart que «no solo os quiero, sino que os creo».
Quim Torra, que presidió la Generalitat de 2018 a 2020, agradeció a Ibarretxe haber «abierto un camino que Cataluña siguió después en defensa del derecho a decir, y que posibilitó que se diera una opción para abrir la puerta de la jaula». Aunque el expresident aseguró que «es imposible que el Estado español reconozca algún día el derecho de autodeterminación de las naciones que lo integran», por lo que defendió «avanzar hacia una secesión unilateral de forma pulcramente democrática, pero pulcramente desobediente». Y censuró que «hay algo perverso en definir los casos vasco y catalán como conflictos».
Jordi Cuixart, por su parte, se definió como «una persona que siempre ha luchado por la paz» y defendió «el papel de la sociedad civil en las transformaciones democráticas». Recordó su experiencia y afirmó que «cuando te meten cuatro años en la cárcel es que quieren que dejes de luchar, pero no han conseguido que el independentismo pierda fuerza».
Amalur Álvarez, de Gure Esku, defendió que «dar cauce al derecho a decidir es clave para resolver este tipo de conflictos» y denunció que, diez años después, «aún no se ha dado cauce a la respuesta democrática» que planteaba la Declaración de Aiete.
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