Secciones
Servicios
Destacamos
En los meses de negociación con ETA no había día en que Jesús Eguiguren (Aizarna, 1954) no hablara con Alfredo Pérez Rubalcaba. «Mi hija María, ... que entonces era pequeña, solía coger el teléfono y me decía. ¡Aita, 'Rudalcaba'!», recuerda emocionado el expresidente del PSE-EE, que tuvo una relación de amor-odio con el ministro de Interior durante su colaboración en el proceso de paz con ETA de 2006, aunque cuando todo acabó «realmente nos hicimos amigos».
-¿Qué supone para usted su fallecimiento?
-Me ha afectado mucho porque tenía una relación muy estrecha. También mi mujer (la parlamentaria socialista vasca Rafaela Romero) consultaba temas políticos con él. Estábamos en o permanente a través de móvil. En los últimos tiempos me hizo muestras de aprecio y cariño. Y luego yo nunca he tenido ni me he apuntado en Madrid a sectores o grupos de influencia. Y era mi referente en Madrid para conocer las cosas del PSOE.
-¿Cuándo fue la última vez que pudo hablar usted con él?
-Antes de la reciente campaña a las generales. Estuvimos comentando por teléfono las posibilidades y dificultades de gobernar, y bromeando sobre que a ninguno de los dos nos tocó ninguna 'puerta giratoria' y volvimos a nuestros trabajos de profesor universitario. Desde la serenidad que te da la distancia, seguía siendo el de siempre: muy crítico con los gobiernos inestables y los secesionistas catalanes, y preocupado por las cuestiones de Estado. En persona estuve con él por última vez en junio. Tras un acto en Errenteria fuimos a comer a Portuetxe, en San Sebastián.
-¿Qué supone su desaparición para el País Vasco?
-Desaparece el testigo de cómo fue la pacificación. Por muchas versiones que haya, él tenía toda la información de cómo sucedió todo. Es uno de los políticos españoles más conocedores del País Vasco.
-¿Su relación estuvo marcada por fuertes desencuentros?
-Le conozco desde hace cuarenta años, desde que coincidíamos en las reuniones en Madrid. En 2002, en el congreso del PSE-EE que ganamos con Patxi López, tuvimos un desencuentro porque no se fiaba de la línea política que íbamos a adoptar. Y el proceso de paz también lo veía al principio con desconfianza. A mí me veía como alguien raro, como si fuera algo diferente al resto de los del PSOE. El proceso de paz lo llevábamos mano a mano.
-¿Hablaban mucho?
-Sería rara la semana en que no nos reuniéramos en Madrid, cuando yo regresaba a España desde Suiza. Nos reuníamos con un representante del centro de diálogo Henri Dunant, en Gobelas, que está fuera de Ferraz, para que no le viera nadie. Ahí siempre había tiras y aflojas entre nosotros. Le decía a los de la Henri Dunant en broma que yo parecía 'de los contrarios', aunque me respetaba porque sacaba adelante todos los planteamientos. Yo le informaba de lo que consideraba pertinente informarle, y supongo que él conmigo hacía lo mismo, y llegamos a una armonía bastante buena al final. Después del proceso de paz, ya sin litigios de por medio, es cuando realmente nos hicimos grandes amigos y fuimos conscientes de lo que significaron aquellos años.
-¿Hubo algún momento en el que se tensó la relación más de lo deseable?
-El momento más tenso fue cuando yo quise publicar el libro sobre los detalles de las conversaciones con ETA en Suiza y Noruega. El secretismo era fundamental para él mientras yo quería que la gente supiera lo que pasó, que no vendimos España ni Navarra, ni nada de nada. Rompimos durante un tiempo, pero luego volvimos otra vez.
-Usted le invitó a Txillarre (el caserío de Elgoibar donde Eguiguren y Arnaldo Otegi fraguaron el proceso de paz), pero no quiso venir.
-Le invité muchas veces a Gipuzkoa, pero él tenía temor a que según dónde fuera, le pudiesen increpar, aunque yo le decía que no le iba a pasar nada. Venía a San Sebastián, pero a reuniones y comidas con compañeros del partido, y luego vuelta a Madrid. Aunque si le hubieran invitado a reunirse con Otegi en Txillarre, como se hizo con Zapatero, pues igual hubiera aceptado.
«Siempre iba por delante»
-La izquierda abertzale a usted le ha elogiado, pero Rubalcaba fue una bestia negra para ellos.
-Ellos pensaban que Rubalcaba estaba detrás de todo. Y en el caso de ETA, la paranoia llegaba al máximo y decían que era el hombre de la CIA en España, el hombre de los americanos. Le atribuían unas capacidades extraordinarias. Y es cierto que tenía muchas, pero no tanto (sonríe).
-Dejó para la historia aquella frase dirigida a Batasuna de «o votos o bombas» tras la ruptura de la tregua.
-Aquello influyó en el final de la violencia. Él sabía que la Policía controlaba gran parte de ETA, pero no tapó el diálogo y la negociación, y fue la mejor de las estrategias. Un gran porcentaje del final de ETA se lo debemos a él. Además no se andaba con bromas a la hora de defender la Constitución o Navarra. Si este país fuera agradecido con quienes han hecho grandes cosas por él, debería tener una calle en Euskadi.
-Uno de los episodios más polémicos fue el del chivatazo del Faisán a la red de extorsión de ETA.
-Lo pasó muy mal porque se vio implicada la Policía Nacional. Aunque realmente yo nunca supe lo que pasó. Si hubo un chivatazo para favorecer la negociación de paz, si se trató de evitar algún lío porque iban a detener a alguna persona que no era de ETA...
-¿Qué virtudes destacaría de él?
-Era muy trabajador. Trabajaba de la mañana a la noche. Siempre iba por delante de los demás, no se le escapaba ningún problema. Y era muy inteligente. Y aunque tenía fama de político marrullero era una persona muy humana. Hasta Rajoy acabó reconociéndole su altura de Estado. En el partido decíamos que 'si estás en un edificio y se incendia, agárrate a él porque seguro que sales vivo'.
-¿Pierde el PSOE un referente?
-Era una de las inteligencias más brillantes. En su momento no congenió con Pedro Sánchez. Se posicionó por Susana Díaz y no le gustaban determinado tipo de políticas, como aquella campaña del 'no es no' a la investidura de Rajoy, aunque supongo que en esta última fase sí estaría más de acuerdo con Sánchez.
-¿Le faltó ser presidente del Gobierno para redondear su carrera política?
-En la práctica era el presidente de facto con Zapatero. Todos los principales temas los llevaba Alfredo. Luego cuando se presentó como candidato a presidente, se le había pasado la hora. Además llegó al PSOE la época de las primarias, las renovaciones y los populismos que también nos han inundado... Y ahí...
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.