
Un asunto de actitud, no de conocimiento
Euskaraldia. ·
La organización del ejercicio social que promueve el uso del euskera desde mañana hasta el día 25 invita a «hacer una reflexión previa sobre los hábitos lingüísticos»Secciones
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Euskaraldia. ·
La organización del ejercicio social que promueve el uso del euskera desde mañana hasta el día 25 invita a «hacer una reflexión previa sobre los hábitos lingüísticos»Los tres precedentes (2018, 2020 y 2022) y una cuarta campaña de comunicación, previa a la edición que arranca mañana, convierten al Euskaraldia en un evento con cierta penetración social. Su naturaleza de ejercicio comunitario para promover la utilización del euskera es conocida, pero hay matices esenciales en los que la propia organización, asumida por la asociación Taupa, ve necesario incidir, tal y como señala su coordinador general Jon Kobeaga.
Primera idea que el ciudadano debe interiorizar: «En su concepción original, el Euskaraldia no está para nada vinculado al conocimiento del euskera. Los roles adquiridos no tienen que ver con el conocimiento». Por tanto, primer tópico a desterrar: «El ahobizi no es el que habla muy bien el euskera o quien lo tiene como lengua materna, ni el belarriprest es el que entiende pero no se ve muy capacitado».
Si bien esta idea ha estado muy extendida desde los orígenes del evento y ha propiciado la elección de la mayoría de participantes, Kobeaga subraya que «los roles tienen que ver con la actitud que queremos adoptar durante esos once días. Así, el ahobizi se dirigirá siempre en euskera en su primera palabra y lo mantendrá en la conversación en la medida en la que se pueda. Seguirá en euskera incluso cuando la conversación sea bilingüe. Coge el compromiso para ello».
Hasta ahí, todo claro. Donde más conviene ahondar es en la figura del belarriprest. Kobeaga explica que «lo que hace este perfil es lanzar una invitación a su interlocutor para que la conversación que vayan a tener se produzca en euskera. Esto no quiere decir que el belarriprest tenga que pronunciarse en castellano o que se limite simplemente a lanzar la invitación. El belarriprest puede ser ahobizi en el 90% de su vida cotidiana. Esto es importante saberlo».
Kobeaga expone ejemplos prácticos que soportan la explicación anterior. «Si yo hablo en euskera tanto con mis amigos como en casa, pero con la pareja, aunque me entiende, me cuesta mantener conversaciones y no sé si voy a ser capaz de cambiar esa inercia, en esos casos, es cuando invitamos a utilizar la chapa de belarriprest». En definitiva, «hay mucha gente que va a coger el rol de belarriprest porque en algunos ámbitos de su vida le cuesta cambiar los hábitos».
En la última edición, el 77,6% de los inscritos fueron ahobizis, por solo el 22,4% de belarriprest. Es la inercia generada por el Euskaraldia, ante la cual Kobeaga advierte que «los expertos en sociolingüística dicen que sería más lógico que el porcentaje fuera al revés». Es decir, en porcentaje, existe mayor número de población que entiende el euskera aunque no tenga destreza para utilizarlo.
Kobeaga reconoce que «nos gustaría llegar a otras capas y, de hecho, están llamados a participar todos aquellos que entienden el euskera aunque no lo hablen. Que los castellanoparlantes sepan que hacemos el ejercicio y lo acepten y acojan con respeto ya es importante. Es un reto de futuro ampliar el espectro del Euskaraldia para socializar el euskera».
Como consejo práctico, el organizador propone que «antes de iniciar el ejercicio, conviene hacer una pequeña reflexión interna acerca de los hábitos lingüísticos de cada cual: en qué idioma hablamos en cada ámbito. Analizar qué costumbres podríamos cambiar y qué compromiso estamos dispuestos a adoptar».
A partir de ahí se elige uno de los dos roles disponibles. Kobeaga insiste, en este punto, en «la importancia de ponerse la chapa correspondiente. El Euskaraldia sí que es una decisión individual que implica una actitud, pero la chapa le da carácter colectivo a la actividad. Le muestra al que tenemos delante que nosotros también estamos implicados en ese ejercicio. El que ha utilizado la chapa y ha vivido esa experiencia en anteriores ediciones sabe qué poder e influencia tiene. Cuando nos la ponemos, tenemos que pensar que no lo hacemos para nosotros sino para los demás. Es un guiño al que tenemos delante. La chapa elimina todo el estrés lingüístico de repente, disipa todas las dudas y arroja tranquilidad para tener una conversación. Así que tanta importancia como la elección de un rol y la adopción de un compromiso tiene la colocación de la chapa».
La última reflexión, dirigida a los más escépticos. «Llevar la chapa no te hace más euskaldun. No se pone para demostrar que uno es más que otro sino para hacer una invitación a quien le cuesta más. Es una herramienta». Como dice el lema, «elkar mugituz egingo dugu» (lo haremos moviéndonos mútuamente).
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