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Jueves, 20 de febrero 2025, 09:01
D. A. nos cuenta «su historia» .
«Permítanme contarles una historia. El 30 de agosto de 2022, un árbol que por lo visto ya estaba cansado de vivir decidió caer en plena calzada. Curiosamente cayó justo encima de mi moto, una Honda Scoopy 125cc, matriculada en agosto de 2015, que hasta ese fatídico día había sido mi fiel compañera de desplazamientos. El impacto fue tan demoledor que, según el perito, la moto pasó directamente de «vehículo en uso» a «chatarra». A mí me tocó asumir la pérdida total y, claro está, comprar otra moto. Hasta que pude comprar la moto pasaron varios meses en los que estuve sin medio de transporte, pero ¿quién necesita moverse hoy en día, ¿verdad?
Eso sí, no se preocupen, que el Ayuntamiento investigó a fondo. La empresa UTE HOBETU, encargada de «toquitear» (con mucha habilidad, debo añadir) los alrededores del árbol, no tiene, al parecer, ninguna culpa. Los árboles en nuestra ciudad caen espontáneamente y la intervención humana no tiene nada que ver. El que mi moto quedara destrozada es solo una desafortunada coincidencia, ¡qué mala suerte la mía!
Pero esto no acaba aquí. Para justificar que no me corresponde ningún tipo de compensación, se basaron en una sentencia de la Magistrada-Juez del Juzgado de San Sebastián, de lo Contencioso-istrativo número dos de Donostia-San Sebastián, en la que otro afectado, que también resultó afectado, aunque en menor medida. Con la excepción de que su moto estaba estacionada sobre la acera, mientras que la mía se encontraba en la calzada.
Y aquí viene lo mejor, ¿qué hubiera pasado si mi mujer y mi hijo hubieran cogido la moto minutos antes de que el árbol decidiera suicidarse? Pues nada, probablemente estaríamos hablando de un final trágico. Pero no pasa nada, porque como no fue así, el Ayuntamiento y su subcontrata UTE HOBETU pueden seguir con su política de «si el árbol cae, mala suerte».
A fin de cuentas, si yo doy un golpe a un coche, esté donde esté aparcado, pago los daños. Pero parece que, en este caso, la regla de «el que rompe, paga» no aplica. Aquí, la justicia tiene un concepto más... flexible. Y tras dos años de espera, ¡esa es la respuesta!
Qué consuelo tan grande saber que en nuestra ciudad todo funciona así de «eficientemente». Nos dejan claro que cuando se trata de responsabilidad, los ciudadanos estamos solos. Así nos va«. A quien corresponda
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