Brutal. Estreno hoy en Oñati a las 22 horas y en presencia de su director de un documento musical que te pasa por encima como ... una apisonadora y te arrolla al presentarte (a quienes no tuvieran conciencia de que existía, lo cual es de por sí, digno de arrepentimiento) de una figura que no conoció , jamás, límites y que confiesa ante las cámaras (vestido con una camiseta del grupo Guerrilla Urbana y su álbum de 1996 'Spanish Diarrea') que si no hubiera sido por la música, si no hubiese hecho conciertos habría dado con sus huesos en un manicomio y allí se habría quedado. Y es que el cuadro diagnosticado de ese pedazo de cantautor punk que en 2014 recibió el reconocimiento absoluto de su tierra y el Premio Especial a la Trayectoria en la XVI edición de los Premios de la Música Aragonesa era (¿es?) una mezcla sin igual de psicótico esquizofrénico maniaco depresivo, ¡Viva yo y mi kaballo! que berreaba ya por 1995, mucho antes de coincidir con, por ejemplo, Lendakaris Muertos, tocar en Chicago o crear un empaste (y un emplasto) especial con la banda 'Los Ke no dan pie kon bolo' (el uso de las letras 'K', 'Tx' y 'Z' en los subtítulos del filme es macanudo, vergüenza debería darles a los bares hipsters que para dárselas de rebeldes o así anuncian 'kafe con letxe').

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Manolo, en una de sus últimas y atristadas canciones rinde homenaje a Burning, a Leño, a Baron Rojo y a Tekila (él puede ponerlo con 'k', él, sí) y lo hace en una película estrenada en todo el Reino de Aragón, en el de Navarra, en Burgos y hasta en el certamen La Mirada Tabú pero nunca en Gipuzkoa (algo que también deberíamos hacernoslo mirar). Hasta hoy. Que se estrena en Oñati y permanece en cartelera hasta el lunes (día del espectador) ¡'Va kalao'!, que diría él.

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