'Hamburgo', que no transcurre precisamente en la ciudad alemana sino en las periferias, la cara B, de la Costa del Sol, es una dramática ... película de personajes y atmósferas, de gente muy golpeada por la vida, que no ha tenido nada de suerte y sus esperanzas son hilos quebradizos.

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Lino Escalera ('No sé decir adiós') nos mete de lleno en el sórdido mundo de los prostíbulos. Chicas atrapadas y tristes, hombres anestesiados y sin escrúpulos, drogas y el destemple de las largas noches.

La película funciona bien como descripción de esos mundos sin futuro ni casi presente y como galería de personajes perdedores. Está ahí Germán (un Jaime Lorente más matizado y profundo que hasta ahora), el lacónico y casi apocado nuevo chófer de las chicas de alterne. Iremos descubriendo su trayectoria, marcada por las toxicomanías y sucesivos fracasos. Está Cacho (Roger Casamajor –'La mesías'– con una voz cascadísima), el inflexible proxeneta para el que trabaja. La antigua amistad entre ambos será uno de los pocos puntos positivos del conjunto. Está Alina (Iona Bugarin), la rumana enfurruñada a quien engañaron y que ahora sólo piensa en escapar de la prostitución.

Se apoya 'Hamburgo' en la fuerza de estos personajes rotos y las ambiguas relaciones que se desarrollan entre ellos. Esa madre dura que ya no puede creer en su hijo Germán. Esa vieja amistad que no se sabe si sobrevivirá.

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Peor funciona la propuesta en el aspecto narrativo, con un guion algo difuminado que fuerza algunas casualidades y un ritmo estancado. En todo caso, impresionan algunos de los diálogos y el espectador puede salir con el corazón encogido tras esta visita irregular al lado más sórdido, desesperanzado y empantanado de la vida.

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