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ISABEL IBÁÑEZ
BILBAO.
Viernes, 21 de febrero 2025, 01:00
Entre las muchas cosas curiosas que pueden decirse de Tarsila do Amaral (Sao Paulo, 1886-1973) es que fue elegida por la Unión Astronómica Internacional ... en 2008 para bautizar con su apellido un cráter de Mercurio. Aunque la más sorprendente de todas quizá sea que para muchos europeos se trata de un nombre totalmente desconocido, pese al peso de su trayectoria en el modernismo internacional y sobre todo al compararla con la superexposición de la mexicana Frida Kahlo, con la que comparte ciertos puntos de confluencia aunque no llegaran a conocerse en persona.
La mujer que pronunció la frase «quiero ser la pintora de mi país» y llegó a serlo, pues si se pregunta al azar en las calles de Brasil por un artista nacional lo más probable es que respondan Tarsila, protagoniza una gran retrospectiva en el Guggenheim; hasta el 1 de junio exhibirá 147 piezas de su extensa obra –fue autora de 272 pinturas, 6 murales y 1.300 dibujos–, en un recorrido dividido en seis secciones que refleja su intensa vida y carrera profesional.
La muestra fue presentada este jueves en rueda de prensa por el director del Guggenheim, Juan Ignacio Vidarte -que celebraba su cumpleaños-, junto a las comisarias de la muestra, Cecilia Braschi y Geaninne Gutiérrez-Guimarães. De hecho, dicen que es la más completa, pues las exposiciones se han alimentado hasta ahora de la gran cantidad de obra creada en la década de los 20, mientras que esta muestra abarca hasta los años 60, un recorrido que deja ver los muchos cambios formales y de contenido que se sucedieron en su arte.
Vidarte destacó «el especial interés del Guggenheim de dar espacio a la obra de artistas de Latinoamérica,» y también el absoluto protagonismo femenino de las exposiciones de 2025, que se inician con Tarsila do Amaral: «Es la oportunidad de poner en valor y acercar al público a esta artista emancipada, independiente y adelantada a su tiempo», explicó.
Al principio del recorrido pueden verse varios ejemplos tempranos de sus piezas más realistas y también cubistas, como un dibujo del piano al que a punto estuvo de dedicarse en un principio, idea que desechó porque su timidez hubiera dificultado los conciertos en directo ante un público. La muestra aúna fotos de ella -«su físico y su manera de vestir nunca pasan desapercibidas», decían de ella-, óleos, dibujos y libros. En aquella década fue construyendo un imaginario nacional y moderno de su país, mientras que sus personajes satisfacían la demanda de exotismo.
La pintora más representativa del movimiento modernista de toda Latinoamérica, tuvo la fortuna de nacer en una familia adinerada (y blanca) que supo cultivar y promover el interés de la joven Tarsila por el arte, pagando sus estudios en una época en la que pocas mujeres disfrutaban de esa suerte.
Dos años interna en un colegio de la modernista Barcelona hicieron mella en su percepción de la realidad desde bien temprano. Luego se cultivó como artista con sus estancias en París, y al regresar a su ciudad conformó el denominado Grupo Dos Cinco, como refleja la muestra del Guggenheim.
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