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La Sala de los Estados del Museo del Louvre cuenta con la celebérrima 'Gioconda' –una mujer– de Leonardo da Vinci –un hombre– como principal atracción. Numerada como la 711 del ala Denon, lleva varias décadas compartiendo pared con 'Las bodas de Caná' de Paolo Veronese –otro hombre–. Pero María José Noain Maura (Hondarribia, 1971) recuerda también otra obra anexa: el retrato «de una mujer, de sonrisa no tan enigmática y mucho más radiante que la de la Gioconda, que abrazaba a una niña», que no estaba tan concurrida como el resto. Pasaron algunos años hasta que descubrió que aquel cuadro era obra de Elisabeth Vigée Le-Brun –una mujer–.
Desde entonces, se ha interesado por conocer a todas aquellas artistas que le han precedido. Mujeres que no solo posan, sino que también se plantan delante de un lienzo, toman el cincel y crean. La antropóloga y arqueóloga hondarribiarra acaba de publicar un nuevo ensayo, 'Las mujeres en la historia del arte' (Planeta, 2025), un volumen que aborda «la participación activa de las mujeres en la creación artística a lo largo de la historia».
Más de 500 páginas que recorren, no en orden cronológico, pero sí justificado, todos los estilos y periodos artísticos. Desde las pinturas rupestres del Paleolítico hasta las vanguardistas Frida Kahlo o Tamara de Lempicka. Incluso una mirada al presente de las artistas en los museos. Algo que, según la autora, «hay que seguir incentivando, por lo que es necesario transformar los discursos museísticos tradicionales». El volumen recuerda dos fechas muy significativas. Los Ángeles, 1976: la primera gran exposición de mujeres artistas; y Madrid, 2016: cuando el Museo del Prado dedicaba la primera muestra temporal a una mujer, Clara Peeters. Fechas muy recientes teniendo en cuenta que las mujeres llevan creando desde el siglo XIX.
Noain, que presentará el ensayo el próximo miércoles en el Museo San Telmo, a las 19.00 horas, escoge a solamente ocho de las cientos de artistas estudiadas, «no elegidas de forma aleatoria. La selección me permite responder a por qué no ha habido tantas mujeres artistas y por qué aquellas que lograron visibilidad se han vuelto, con el tiempo, invisibles».
(1532-1625). Uno de los primeros nombres propios de pintora reconocida. Sin embargo, su condición de mujer no le permitió acceder a una educación artística completa. Tampoco su estatus de noble, porque la profesión de pintor era considerada artesana y alguien de rango superior no podía dedicarse a tal cosa. Por tanto, no podía ni firmar ni tampoco recibir una compensación económica. Se especializó en escenas cotidianas, familiares. También en el retrato, incluso a ilustres. Fue una más de la corte de Felipe II, dio clases de artes a su consorte Isabel de Valoisle y retrató a parte de la familia real, pero únicamente por divertimento y a cambio de regalos, por cortesía.
(1593-1653). Una mujer que la mirada androcéntrica de la historia del arte ha invisibilizado por completo. Hija de pintor, recibió lecciones artísticas de forma excepcional. Influenciada por el barroco de su época y el tenebrismo de Caravaggio pinta un cuadro impresionante, 'Susana y los viejos', que le consolida como artista precoz. A partir de ahí comienza un periplo profesional por toda Italia. Trabajó para Cosme de Médici en Florencia, y recibe encargos de los papas Gregorio XV y Urbano VII quienes directamente acudían en su busca. Prácticamente el esplendor de su obra fue cuando logró instalarse sola con su hija y ser capaz ella misma de mantener su propio taller. Una evolución de la figura de la artista, que logró despuntar en el oficio, pero que el paso del tiempo ha hecho desaparecer.
Género: Ensayo.
Editorial: Principal.
Páginas: 512.
Precio: 32,95 euros
(1609-1660). Otro ejemplo de artista reconocida, con taller propio al que llegaban muchos encargos, pero cuya firma fue muchas veces manipulada por intenciones deshonestas. De origen holandés, su pintura era costumbrista. Iba en sintonía de la burguesía que demandaba un arte alejado de la Iglesia, con utilidad decorativa, que recreaba escenas cotidianas y modelos costumbristas. Fue contemporánea de Frans Hals, con el que compartía muchas similitudes en la forma de trazar –se dice que incluso fue su alumna– y a quien se adjudicó muchas de sus obras , más de 45. Además de las que fueron firmadas a nombre de su marido, Jan Miense Molenaer, quien trabajó para ella –y no al revés– en su taller. 'Alegre compañía' se vendió a nombre de Hals como una de sus mejores obras, pero en verdad era de Leyster. Su nombre había sido tapado para elevar el valor del cuadro.
(1755-1842). En el escenario de la Ilustración se convierte en pintora de la corte de la mismísima María Antonieta, quien con tan solo 23 años le nombra retratista oficial. Pintó a la consorte de Luis XVI más de treinta veces y en algunas ocasiones arriesgando mucho: hizo posar a la reina gala en camisón. Un atuendo convencional a día de hoy, pero que para la época era muy atrevido, más tratándose de la mujer del monarca. Su cargo, que generalmente ostentaban hombres, sirvió para considerar también a mujeres como profesionales del retrato real. Una vez estalló la Revolución, se exilió de Francia. Mantuvo su nombre pintando a muchos monarcas y aristócratas europeos. Además su autorretrato marcó tendencia al interpretarse como una declaración de intenciones de reivindicarse como mujer y artista en la sociedad.
(1822-1899). Nacida en Burdeos, pero afincada en París, destacó como pintora animalista. Le fascinaban desde pequeña y consiguió destacar por el cuadro 'Arando en el Nivernais', encargo del gobierno francés para reconocer el trabajo del campesinado. Retrató a ciervos, perros y cantidad de animales salvajes –los leones, uno de sus distintivos–, y a gran escala, caballos encabritados. Demostró que la pintura no tiene género tratando temáticas especialmente ligadas a hombres, los mismos que le negaban el a mataderos y ferias agrícolas, donde buscaba inspiración, por lo que tuvo que pedir un «certificado de travestismo» para poder acceder. Homosexual confesa, llegó a tener su propia 'Barbie' de la época que además vestía pantalones, como ella.
(1862-1944). La auténtica pionera de la abstracción. Sus primeros bocetos datan un lustro antes de las pioneras acuarelas de Kandinsky, que supuestamente iniciaron el movimiento artístico. De la corriente teosófica y afín al espiritismo –'Las pinturas del templo' fueron supuestamente encargo de un espíritu–, se inició en el arte de la mano de un cuarteto que se reunía para hacer espiritismo y dibujos automáticos, supuesta obra de los entes convocados. No tardó en desarrollar su obra abstracta, de la que destacan elementos y formas muy orgánicas que recuerdan a materias primas. Repletas de simbolismo, daba rienda suelta a la creencia espiritual. Su obra se ha mantenido años oculta por petición de Rudolf Steiner, quien le dijo que «el mundo no estaba preparado para entender su trabajo». A partir de los 80, su figura ha empezado a reivindicarse.
(1864-1943). Ejemplo de artista a la sombra de su pareja, Auguste Rodin. Entró como aprendiz, fue compañera, ayudante y también amante. De ambos son 'Las puertas del infierno' o 'El pensador'. Tenía su propia faceta y vena creativa, afín a la escultura moderna y más vibrante. Fracasa en un intento de ser independiente porque su marido se niega a respaldarle. Incluso amenaza a Claudel con robarle parte de su obra. Rabia que plasmó en algunas de sus esculturas de dicha etapa. Fruto de la enajenación, su hermano decide internarle en un sanatorio por enfermedad mental, haciendo así que, hasta hace poco, su legado y figura se hayan diluido en el tiempo.
(1945-2018). Madre de la autora y, en parte, responsable de este libro. Madrileña, pero afincada en Hondarribia durante más de cincuenta años, su nombre «nunca pasa desapercibido»:coincide con la famosa actriz, de la que era pariente. Fue profesora, de pintura y de historia del arte, pero también autora de obras propias. Ya en sus primeros cuadros trataba el hogar y la maternidad. Presentó 'La cuna' o 'La silla' y el más emblemático, 'Oficio de pintora', en el que plasmó su entorno y su condición dual de artista y madre en su obra figurativa, en la que el color tuvo mucha impronta.
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