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Las preguntas, a priori, son muy sencillas, pero las respuestas, no tanto. ¿Puede la guerra comercial castigar más la economía vasca que la española?; ¿los ... aranceles agravarán la brecha de crecimiento entre Euskadi y España? Distintos agentes y expertos consultados por DV responden a estas cuestiones, aunque advierten, como principal premisa, que la economía no es «una cosa de suma cero», y citan algunos ejemplos tan sencillos como el siguiente para entender la dificultad de contestar con un 'sí o un no' a los citados interrogantes: «En regiones donde el PIB se apoya más en sectores como el turismo, como ocurre en buena parte del resto del Estado, es probable que el golpe sea menor a corto plazo que aquí, donde las exportaciones tienen un mayor protagonismo», convergen, pero, en la misma línea, agregan que «nuestra industria produce bienes de alto valor añadido que no se sustituyen tan fácilmente. No se encuentran en cualquier supermercado. Es decir, lo que hacemos, y la calidad con lo que lo hacemos, requiere de experiencia, formación e inversión, y eso no se consigue de un día para otro».
Pese a los noventa días de gracia de Trump a la imposición de los mal llamados 'aranceles recíprocos', los muros aduaneros ya levantados distorsionarán los flujos comerciales, y agrietarán las sólidas autopistas de suministro y valor globales, construidas durante décadas de multilateralismo y entendimiento internacional. Las consecuencias del proteccionismo de la primera potencia del mundo son imprevisibles, pero prácticamente todas las economías sufrirán, aunque algunas más que otras. Las más vulnerables serán aquellas con mayor dependencia de la demanda externa, pero no sólo por el impacto directo a su comercio exterior en forma de impuestos, sino también por la creciente incertidumbre en el comercio global. La inestabilidad en las reglas de juego es el mayor enemigo para la inversión transfronteriza y podría frenar la expansión del tejido productivo a medio y largo plazo, como iten varios expertos.
El menú no es halagüeño para nadie, pero para una economía como la vasca, que sienta cerca del 38% de su Producto Interior Bruto (PIB) en las exportaciones de bienes, la cuestión arancelaria cobra más importancia si cabe. En España, esa cifra es significativamente inferior, del 26%, según el Banco de España, por lo que la debilidad de las cadenas globales le afectaría, previsiblemente, en menor medida. Esta circunstancia se da, además, en un contexto en el que la economía española crece más en términos de PIB que la de los tres territorios, cuya capacidad productiva, también hay que recordarlo, parte de una posición sensiblemente superior y sostenible en términos de PIB per cápita, salarios y, en definitiva, tejido industrial, por citar sólo algunos ejemplos.
En cualquier caso, la brecha de crecimiento de Euskadi frente a España fue de 1,1 puntos porcentuales en 2024, según cifras del INE, cuando la economía estatal creció un vigoroso 3,2% -liderando la eurozona-, a remolque de la fortaleza de los servicios, frente a un consistente 2,1% de la CAV, más lastrada por la contracción del 5% en las exportaciones, que venían de registrar su récord un año antes, según el Eustat. El crecimiento acumulado de la economía vasca entre 2013 y 2023 fue de un 15,7%, cuatro décimás mayor que la europea, mientras que la española lo hizo en un 19,1%.
Guillermo Dorronsoro Miembro de Zedarriak y profesor de Deusto Business School
Guillermo Dorronsoro, miembro de Zedarriak y profesor de Deusto Business School, reconoce que a corto plazo el impacto de la guerra comercial puede sentirse con más fuerza en Euskadi debido al peso de su industria exportadora. «En regiones donde el PIB se apoya más en sectores como el turismo, como ocurre en buena parte del resto del Estado, es probable que el golpe sea menor a corto plazo que aquí, donde las exportaciones tienen un mayor protagonismo», apunta. Aun así, matiza que no cree que esto suponga necesariamente un agravamiento sostenido de la brecha de crecimiento con España.
Dorronsoro enmarca esta coyuntura dentro de una reconfiguración global del comercio: «Trump está rompiendo las autopistas comerciales tradicionales y construyendo otras nuevas». En su opinión, más que mirar con preocupación al corto plazo, Euskadi debe posicionarse estratégicamente en los sectores que liderarán la economía del futuro: la energía eléctrica, la inteligencia artificial, la computación cuántica o la nanotecnología. «No podemos permitirnos una lectura simplista que nos lleve a abandonar la industria y apostar por caminos más cómodos, como el turismo», advierte.
A su juicio, Euskadi ha alcanzado sus actuales niveles de bienestar gracias a una visión de largo plazo y a su capacidad de competir en el mercado global: «Somos un país pequeño, pero se nos conoce en todo el mundo por nuestra industria. No podemos encerrarnos ahora en nosotros mismos por miedo al cambio».
Pablo Martín Responsable de Economía de Confebask
Desde Confebask, Pablo Martín, su responsable de Economía, advierte que, aunque Euskadi pueda ser más vulnerable al impacto de una guerra comercial por su alta apertura exterior, también dispone de herramientas que pueden amortiguar el golpe. «Tenemos muchas empresas con una trayectoria internacional consolidada, implantadas en mercados diversos, y con capacidad de maniobra», señala. Para él, el diferencial de exposición comercial no implica «automáticamente» un mayor deterioro del crecimiento económico respecto al resto del Estado.
Martín considera que todo dependerá de cómo evolucionen las contramedidas a nivel europeo y de qué políticas de apoyo se implementen desde las istraciones cercanas. Subraya también la importancia de diversificar mercados y aprovechar acuerdos como el UE-Mercosur para ganar presencia en Latinoamérica, además de reorientar las exportaciones hacia Asia y reforzar el mercado interior europeo.
La clave, insiste, pasa por reforzar la competitividad: «Las empresas deben seguir apostando por la innovación, la digitalización, la sostenibilidad, la economía circular… No podemos abandonar las claves del futuro». Apuesta por mantener el músculo industrial vasco -automoción, bienes de equipo, metalurgia- sin perder de vista sectores emergentes como el tecnológico, en todas sus vertientes. «Fabricar productos complejos, con alto valor tecnológico, es lo que nos garantiza que puedan seguir siendo comprados aunque los mercados cambien. Y ahí es donde Euskadi debe centrarse», concluye.
Susana Franco Investigadora del Instituto Vasco de Competitividad, Orkestra
Para Susana Franco, investigadora de Orkestra, el Instituto Vasco de Competitividad, no es evidente que Euskadi vaya a salir peor parada que el resto de España si se prolonga la guerra comercial. Aunque ite que la economía vasca es más abierta y con mayor exposición al exterior, subraya que los efectos son difíciles de prever y dependen de múltiples factores, incluidos los impactos indirectos en la demanda interna. «Una guerra comercial no afecta solo a lo que exportas, sino que puede reducir la demanda global, y eso también afecta a sectores más internos, como el turismo español», explica.
La investigadora pone en valor la capacidad exportadora de Euskadi y la naturaleza especializada de su industria. «Aquí fabricamos bienes de alto valor añadido que no son fácilmente sustituibles. Si eres proveedor de un bien muy concreto para una gran empresa, no es tan sencillo encontrar otra alternativa», argumenta. Desde su punto de vista, esta sofisticación puede jugar a favor de Euskadi en un escenario de proteccionismo global.
También apunta que una política industrial fuerte debe ser una prioridad para contener cualquier ampliación de la brecha con el resto del Estado. «Es natural que otras regiones crezcan más rápido, pero eso no significa que debamos dejar de apostar por nuestras fortalezas».
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