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Alguna vez se quejó, con la amargura que proporciona ser una femme fatale involuntaria, de que los hombres se acostaban con Gilda y se despertaban ... con Rita. En realidad el chasco era doble porque ni siquiera Rita Hayworth existía de verdad. La despampanante actriz pelirroja era un disfraz bajo el que se ocultaba Margarita Carmen Cansino, una morena de padre sevillano que había crecido bailando flamenco.
Las numerosas capas de ficción que envolvieron a la Hayworth son parecidas al espeso manto, mezcla de mito y realidad, que recubre a nuestra gilda comestible. El próximo sábado 16 se celebrará de nuevo el Gilda Eguna y me ha parecido de recibo rendir homenaje a la mujer que dio nombre a este icónico pintxo y, ya puestos, desvelar algunos detalles relacionados con su historia.
Sin quitar mérito a Casa Vallés ni a la teoría que desde hace años otorga a este bar de la calle Reyes Católicos la paternidad del invento, va siendo hora de aclarar algún dato. Casa Vallés abrió en el año 1942, igual que otro local tan 'gildero' e histórico como el Bar Martínez. Según la hemeroteca, este negocio se inauguró el 13 de junio del 42 y en la web del bar se puede ver una magnífica fotografía de ese día: además de los clientes trajeados, llama la atención la barra llena de vasos y las bandejas de banderillas. Se parecen mucho a lo que ahora entendemos como gilda. Las banderillas con palillo, especialmente las de encurtidos, se habían puesto de moda en Donostia en los años 20. En 1930, por ejemplo, el Bar Euskalduna (c/ del Príncipe, 5) presumía en la prensa local de ser el as de las banderillas y 'el rey de las guindillas'. Quizás no tenían la combinación exacta de la gilda actual, pero en algo se parecerían.
Pero el nombre de gilda no se pudo aplicar a nada hasta el 6 de enero de 1948, día en que los guipuzcoanos pudieron ver por primera vez la película de Charles Vidor. Su estreno en EE UU había sido en 1946, pero aquí hubo que esperar 18 meses a que el Salón Miramar la proyectara. Hizo furor, igual que en el resto del mundo, y pronto se habló de guantes 'gilda' (por encima del codo), vestidos 'gilda' (negros, con escote palabra de honor), peinados 'gilda' y mujeres 'gilda'. No sé cuándo se asociaron banderilla y película ni quién inventó esa genialidad de 'salada, verde y un poco picante', pero por si sirve de algo, en un artículo publicado en 'La Voz' sobre bares donostiarras (19 de noviembre de 1950) se explicaba que las banderillas de moda eran 'las gildas, o sea, las guindillas'. Y en 1958 lo que seguía distinguiendo a la gilda de otros bocados palilleros era la guindilla picantísima, no la anchoa ni la aceituna. Tómense una a la salud de una mujer que fue tres a la vez: Gilda Mundson, Rita Hayworth y Margarita Cansino.
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