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Mientras los bañistas y los veraneantes vuelven estos días a las playas con el pistoletazo de salida de la temporada, el mar y la naturaleza han seguido su curso transformando nuestro paisaje bajo el yugo de la crisis climática. Un martillo pilón que lejos de estabilizarse acelera su ritmo y provoca cambios en el entorno, como el hecho de que en apenas cinco años el mar se haya comido diez metros de la costa vasca por el aumento del nivel del agua. Un avance que ya acarrea consecuencias, como las que verán los s de la playa de La Concha de Donostia, donde este verano habrá 150 toldos menos para adaptarse a las nuevas, y más reducidas, dimensiones del arenal.
Es uno de los indicadores que transmiten que algo está cambiando. También tratan de transmitirlo los expertos, quienes nos recuerdan con sus datos y análisis que las consecuencias del calentamiento global son ya parte de nuestro día a día. «Entre el año 2000 y el 2024, el nivel medio del mar ha subido entre 15 y 25 centímetros en la costa vasca», informa Manuel González (Gijón, 1968), técnico de la unidad marina del centro científico vasco AZTI, quien advierte de que «de aquí a 2050 la previsión es que el nivel medio del mar suba entre 20 y 30 centímetros», es decir, una cifra mayor que los 25 años anteriores de este siglo.
Para hacerse una idea del impacto que esos números significan, «cada centímetro que asciende el nivel medio del mar perdemos un metro de línea de costa, de playa». Por lo tanto, «cada centímetro es realmente importante». Trasladado a los metros de costa que Euskadi ha perdido en los últimos cinco lustros, son entre 15 y 25 metros..
Sin embargo, el dato que llama la atención y alerta es el que indica que en los cinco años comprendidos entre 2020 y 2024 el aumento ha sido de entre 5 y 10 metros, el 40% del total de esos 25 metros en una línea de tiempo que solo supone el 20% de esos 25 años.
Manuel González
Técnico de la unidad marina de AZTI
La explicación es que venimos de dos años que han sido considerados por los expertos como «excepcionalmente cálidos». González, que trabaja en AZTI desde 1997, explica que «el mar está absorbiendo una gran parte del calor atmosférico y el nivel medio del mar continúa subiendo, y uno de los efectos es que las playas, sobre todo aquellas que están apoyadas en paseos marítimos y que no tienen hacia dónde retroceder, pierdan playa seca».
El 2023 fue un año «completamente anómalo» climáticamente, de récord. El 2024, hasta septiembre, también fue «excepcionalmente» cálido y luego hasta diciembre fue cálido, «la misma línea que llevamos este 2025». Las situaciones de mayor temperatura atmosférica «producen que una parte de ese exceso de temperatura se acumule en el mar», cuya consecuencia es que «el agua aumente de volumen». A pesar de que quizás la creencia general es que la subida del nivel del mar se deba sobre todo al deshielo, «entre el 50% y el 60% del aumento del nivel medio del mar se debe al incremento de la temperatura del océano. Y no solo afecta a la temperatura superficial, es un proceso que se percibe en todas las capas, hasta a miles de metros de profundidad».
Manuel González
Técnico de la unidad marina de AZTI
La segunda causa se debe al «deshielo de las masas de agua continentales que no están hoy en el océano, como la pérdida de glaciares o de permafrost –terreno que ha permanecido congelado durante al menos dos años– en las zonas árticas. Ese volumen de agua se desplaza al océano y aumenta el nivel medio del mar». Pero eso no solo tiene impacto en las grandes aguas, sino también en los ríos por los glaciares que se pierden en Monte Perdido, Alpes o Himalaya.
En este sentido, perder 30 metros de playa para 2050 son «distancias muy considerables», alerta. Las previsiones de AZTI señalan que «podamos llegar a perder un 20% de la superficie de la playa que hemos tenido estos últimos años en el País Vasco. El espacio de playa en Euskadi es aproximadamente de 100 hectáreas y tienen un valor importante, porque el peso socioeconómico es fundamental y es uno de los elementos que más está en riesgo».
González señala que todas las medidas que se puedan tomar ahora no van a tener efecto en las dos décadas venideras. «El océano tiene una gran inercia y el impacto de las posibles medidas de mitigación que podamos tomar se notará, esperemos, en la segunda mitad del siglo».
Para el inicio del siglo XXII hay planteados varios escenarios en función de cuánto CO2 se consiga mitigar no solo en Euskadi, sino en todo el mundo, porque «nadie vive en una burbuja, esto es un problema de índole global». Para 2100, «la previsión más optimista creo que ya no es realista, que es que solo ascendería 50 centímetros más. Uno bastante realista, por lo menos con el anterior informe, es que suba unos 70 centímetros. Por último, el escenario pesimista, el que creo que si seguimos por la línea que llevamos esta última década cada vez puede ser más realista, es que suba hasta un metro», incremento que se traduce en que la línea de costa retrocedería 100 metros y «perderíamos el 60% de nuestras playas».
Previsión del aumento de la línea de costa en la playa de Ondarreta
Línea de costa actual
Previsión para 2050
Previsión para 2100
Previsión del aumento de la línea de costa en la playa de Ondarreta
Línea de costa actual
Previsión para 2050
Previsión para 2100
Previsión del aumento de la línea de costa en la playa de Ondarreta
Línea de costa actual
Previsión para 2050
Previsión para 2100
En el mapa de satélite que acompaña estas líneas, de la playa Ondarreta de San Sebastián, se puede observar cuál es la línea de costa actual y cuál se prevé que sea en 2050 y 2100, siendo este último escenario –la línea azul– uno que deja el arenal en un espacio muy reducido respecto al que conocemos hoy en día.
Con esos 100 metros de retroceso «habría muchas playas en las que desaparecerían su playa seca y en algunas incluso no habría playa ni en bajamar», aunque esos 100 metros pueden ser más fatales en unos sitios que en otros. «El aumento de un metro de altura del mar en nuestro ámbito costero es más corto porque en la costa del País Vasco hay marea astronómica todos los días. Entre la bajamar y la pleamar hay aproximadamente cuatro metros de altura de diferencia, que es considerable».
2100 Previsión
«La previsión más optimista creo que ya no es realista, y el pesimista es el que cada vez puede ser más realista»
Para tratar de no llegar a ese tercer escenario, el pesimista, las actuaciones contra el cambio climático se pueden diferenciar en dos. Por un lado, el primer «paquete de medidas» va dirigido a «la mitigación emitiendo menos CO2 y otros gases como el etano, que tienen efecto sobre la cantidad de energía que el planeta refleja y la reducción de las emisiones valdría para no seguir calentando nuestro sistema».
El segundo «paquete» consiste en las medidas de adaptación. «Se trata de asumir que una parte de esas medidas de mitigación no van a tener efecto y que el cambio climático va a seguir funcionando para adaptarse a un clima más cálido y con un régimen de precipitaciones diferente, más torrencial y más centrado en otoño, invierno y con veranos más secos. Hay que pensar en retroceder paseos marítimos o actividades de primera línea de playa. Y en algunos casos, si se llega a ese nivel medio, un metro más alto que la actualidad puede suponer que perdamos la playa».
San Sebastián se ha adaptado, aunque no ha tenido más remedio, con la reducción de la cantidad de toldos en verano en la playa de La Concha, que pasa de 440 a 290. Sin embargo, la mayor actuación hasta ahora se encuentra en Zarautz, donde después de este verano se van a empezar las obras para remodelar su paseo marítimo y elevar su cota medio metro en una zona donde se ubican varios locales de hostelería y actividades económicas que atraen a miles de personas en verano en el arenal más extenso de Euskadi (2.100 metros).
Estas consecuencias pueden llegar a ser peores en lugares donde la marea apenas modifica el nivel del mar, como sucede en el Mediterráneo. «Allí es aún peor, no tienen prácticamente marea y una subida de un metro supone incluso un cambio en la forma de la línea de costa. En la costa del Atlántico, pues bueno, todos los días tenemos más o menos esa oscilación de 4 metros de altura y nuestra línea de costa no va a cambiar tanto por subir un metro», pero sí incide en que «tenemos el riesgo de que las zonas donde el fondo es móvil, como son las playas, perdamos ese valor ambiental y económico tan importante».
El aumento del nivel del mar es el efecto que mayor impacto tiene en nuestro paisaje, pero esa agua que gana poco a poco terreno a la costa tiene cada vez una temperatura más alta. Es el otro resultado –uno más– del calentamiento global en una cadena en la que todo está correlacionado.
El centro científico vasco se nutre de los datos que facilitan instituciones como el Aquarium de San Sebastián, que lleva desde 1947 midiendo la temperatura del agua de manera ininterrumpida. «En ese sentido, Donostia es un lugar emblemático», declara el técnico.
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Una de las personas que se encarga de ello es Josu Monasterio, que cada día se asoma a las 10.00 horas a uno de los balcones del histórico edificio en el muelle donostiarra. La técnica no ha variado en casi ochenta años. «Como se ha hecho desde antaño, de una forma bastante tradicional, lanzamos al agua un cubo, esperamos a que se llene y lo recogemos» mediante la cuerda que Josu no suelta en ningún momento.
Una vez recuperado el cubo lleno de agua, introduce un termómetro para anotar la temperatura a la que está el agua, casi en mar abierto a la altura de la isla Santa Clara, todos los días a las 10.00 horas. «17,7 grados», expresa Monasterio en la visita que le realizamos a su rutina este jueves.
¿Es mucho? ¿Es poco? Los primeros años, el registro no se hacía a diario y desde 1947 hay 64 datos recogidos los 29 de mayo, de los cuales 48, el 75%, fueron por debajo de los 17,7 grados de la temperatura del agua superficial. La media histórica de ese día es de 16,90 grados.
En esa técnica, el mayor cambio es que antes la medición se hacía con un termómetro de mercurio y ahora esa herramienta es digital. «Es lo único que ha cambiado. Antes era uno viejo, antiguo, y ahora estamos con uno electrónico que recoge la temperatura de manera más fiable. El otro se supone que es más preciso, pero claro, al ojo humano puede variar dependiendo de quién lo lea».
Después de tomar la temperatura, número que se estabiliza y el aparato muestra en apenas cinco segundos, Josu, que lleva tres décadas cumpliendo con esta tarea junto a su compañero, también Josu, anota el registro en la base de datos que el Aquarium tiene y actualiza a diario. «Lo vamos archivando, tenemos un documento, el histórico, en el cual vamos metiendo y entonces se va viendo el proceso de qué cambios puede haber de un mismo día en años diferentes», información valiosa de la que sacan partido entidades como AZTI ahora, aunque el Aquarium comenzó a realizar esta práctica para informar a los bañistas de cuál era la temperatura del agua. «La cogían y la escribían en una pizarra que se colocaba fuera para que la ciudadanía lo pudiera consultar».
El récord de la mayor temperatura registrada por el Aquarium fue el 13 de agosto de 2003, con 26,5 grados. «Pero no solo eso, hay otros medidores en boyas que funcionan desde 2005 y que pertenecen a la dirección de Atención de Emergencias del Gobierno Vasco donde observamos claramente que las temperaturas máximas en verano han pasado de valores en torno a 22-23 grados a tener valores casi todos los años en torno a los 25 grados, llegando incluso a topes de 26. Y eso que este último indicador está en mar abierto sobre fondos de 600 metros de profundidad».
En cuanto a las temperaturas medias, en 2020 fue de 17,4 grados, en 2021 de 16,4, en 2022 de 17,4, en 2023 de 17,7 y el año pasado de 17,1. Antes tan solo había superado esa barrera de los 17 grados en cinco ocasiones –1947, 1950, 1961, 1971 y 2006–, mientras que llevamos tres años consecutivos superándola, algo que nunca antes había sucedido.
«Como también ocurre en la tierra, hay especies exóticas de procedencia de otros climas más cálidos que el que teníamos y que ahora se pueden habituar a nuestras costas», explica Manuel González como uno de los efectos que este aumento de temperaturas provoca en la fauna marina.
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Óscar Beltrán de Otálora y Josemi Benítez (Gráficos)
Lourdes Pérez, Melchor Sáiz-Pardo, Sara I. Belled y Álex Sánchez
Joseba Lezeta | San Sebastián e Izania Ollo (Gráficos) | San Sebastián
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