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Cacheos de la Ertzaintza en el voladizo de la playa de La Concha de Donostia. REPORTAJE GRÁFICO LOBO ALTUNA

«Cuando sales de fiesta no sabes quién lleva navaja»

Patrullando Donostia ·

En pleno debate sobre cómo poner cerco a la proliferación de armas blancas en la noche, los jóvenes conviven ya con la presencia policial en zonas de ocio nocturno

Oskar Ortiz de Guinea

San Sebastián

Sábado, 11 de febrero 2023, 06:59

«La noche ha cambiado. La mezcla de alcohol y fiesta siempre ha generado problemas. Pero hace veinte o quince años, en Euskadi, sabías que ... una bronca podía acabar con unos puñetazos o un mal golpe. De un tiempo a esta parte, acababan con patadas en la cabeza. Y ahora venimos observando un repunte de uso de armas blancas», aseguran desde fuentes policiales, cuya presencia y actuación en ambientes festivos nocturnos ha venido aumentando en nuestras calles. Hace ya un tiempo que las sirenas azules forman parte del paisaje lumínico de las madrugadas en municipios vascos con una población significativa, como comprobó este periódico durante la madrugada de ayer en Donostia. Están ahí, encendidas en las inmediaciones de las zonas de ocio, lo que denota que alguna patrulla está alerta. La vigilancia policial, sin embargo, va a experimentar un giro de tuerca para tratar de frenar la proliferación de armas blancas experimentada últimamente, «sobre todo desde la pandemia», según fuentes policiales.

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La muerte por apuñalamiento del hernaniarra Lukas Agirre a primera hora del pasado día de Navidad en un punto neurálgico del centro de San Sebastián conmocionó a la sociedad, y ha conmovido a buena parte de la juventud, que entiende que «a cualquiera ya nos puede pasar algo así», a tenor de otros altercados recientes resueltos a navajazos en Bilbao o Vitoria, donde el pasado fin de semana un varón hirió a cuatro personas en una discoteca.

El jueves por la noche, el voladizo de La Concha fue el punto más concurrido por jóvenes, que no eran tantos. A ambos extremos del paseo se encontraban los dos locales que albergaban las fiestas universitarias, y era un punto estratégico para charlar y beber antes de entrar. Sentadas junto a una botella, cuatro chicos de Andoain de 21-22 años aseguraban que en la noche «siempre se ve alguna bronca». «Nunca» han presenciado una con navajas, pero «está claro que se usan por las noticias que se oyen».

LOBO ALTUNA

Cacheos preventivos

En este contexto en el que solo la Ertzaintza interpuso en enero un centenar de denuncias por portar este tipo de armas –la Guardia Municipal donostiarra ha decomisado una veintena en lo que va de año–, la Policía autonómica emprendió la semana pasada cacheos preventivos de armas blancas en varias localidades vascas –en Gipuzkoa lo hizo en San Sebastián e Irun–, que se van a mantener en el tiempo los fines de semana. No fue el caso de la fría noche del jueves, que, en pleno valle entre las celebraciones del día de San Sebastián y los próximos carnavales, se auguraba un tanto desangelada en Donostia y no contó con un dispositivo policial específico, por mucho que hubiera programadas sendas fiestas universitarias en dos locales de ocio nocturno.

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Tanto la Ertzaintza como la Guardia Municipal realizaron el patrullaje habitual en los puntos más frecuentados por jóvenes, muchos con litronas en la mano: Parte Vieja, muelle, zona del Náutico, paseo de La Concha... sin olvidar otras áreas de la urbe como Atotxa. Fuentes policiales aseguran que no se persiguieron «propiamente» armas blancas, aunque su búsqueda también está incluida en ese 'patrullaje habitual'. De hecho, desde el verano pasado hay agentes municipales dotados con palas detectoras de metales, con el fin de hallar posibles navajas, tanto dentro como fuera de locales. «El problema es que no siempre se llevan encima, sino que las dejan en el coche o escondidas en algún punto por si tienen que echar mano de ellas», afirman desde las policías.

«Las armas blancas no siempre se llevan encima, sino que las dejan en el coche o escondidas por si necesitan recurrir a ellas»

Durante nuestra ronda por Donostia, las principales actuaciones policiales las encontramos en el paseo de La Concha, donde tres chicas de Errenteria de 19 años aseguraban que les habían robado «más de una vez» en el voladizo, «pero siempre botellas de alcohol». Lo decían con un punto de resignación antes de ponerse serias. «Cuando ves que matan a un chico en el centro de Donostia te das cuenta que a cualquiera le puede pasar». Tenían la intención de disfrutar «toda la noche» porque no tenían autobús de vuelta «hasta las seis», y el convencimiento de que «nadie sale de casa con una navaja si no tienes intención de buscar movida». A su lado, irrumpen cuatro ertzainas para registrar preventivamente a varios jóvenes que no eran desconocidos a ojos policiales, más por 'menudeo' que por resultar peligrosos. Las chicas ni se inmutan al ver la escena, pero apuntan que «si la Policía va a hacer cacheos por nuestra seguridad, mejor».

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Suben las sanciones

Su «preocupación» es compartida por el Departamento de Seguridad del Gobierno Vasco, tal como reconoció la semana pasada el propio consejero, Josu Erkoreka. El también vicelehendakari explicó que, entre otras medidas en estudio para paliar el aumento de la inseguridad ciudadana, se ha mirado al bolsillo. Por un lado, para elevar hasta los 2.000 euros las multas mínimas por portar navajas en el ocio nocturno; y por otro, para buscarlas en la indumentaria de quienes las llevan.

La Policía constata que «la noche ha cambiado; hace 15 años una bronca acababa a puñetazos, ahora con patadas en la cabeza»

Ya el pasado fin de semana se desplegó en ciudades como Donostia e Irun el Plan de Prevención de Armas Blancas, que buena parte de la juventud parece agradecer, según el sondeo hecho por este periódico. «Es que no es normal que la gente salga de fiesta con una navaja», coincidían varios grupos de veinteañeros de marcha.

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En el exterior de un local, los porteros se afanaban en controlar el , sin querer entrar en el debate sobre la idea del Gobierno Vasco de exigir la contratación de vigilantes privados a las discotecas, ni imaginar qué sería tener que andar controlando con detectores de metales las colas de chavalería. Fuera había seis jóvenes entre 20 y 23 años, a quienes habían denegado el . «Queremos bailar, pero el jueves pasado nos dejaron y esta vez, no», se quejaban tras dejarse «25 euros» en el taxi desde Lasarte-Oria. «Es por ser latinos», incidían, al tiempo que asentían con un «no sé no contesto» haber visto navajas en su entorno. «A mí me han cacheado varias veces» fuera de una discoteca de Amara, sin consecuencias, decía uno de ellos. Y añadía que «no es normal que cualquiera pueda comprar una navaja», aunque el problema sea llevarla encima en una noche de copas. «Es que sales de fiesta y ya no sabes quién puede llevar una navaja», exponían las jóvenes de Errenteria.

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