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Las diez noticias clave de la jornada
Ramuntcho Robles, Inma Alba, Rafa Orellana y Maialen Sagarzazu posan frente a la entrada del barnetegi Maizpide en Lazkao. IÑIGO ROYO
«Renuncio al verano para aprender euskera»

«Renuncio al verano para aprender euskera»

Maizpide. Este barnetegi de Lazkao acoge a alumnado de distintas edades que aprovecha estos meses estivales para mejorar su nivel y conseguir un título lingüístico

Claudia Turiel

Jueves, 29 de agosto 2024, 02:00

Para muchos, las vacaciones de verano perfectas consisten en viajar a un destino donde no falte el sol, la playa o la piscina y la buena compañía. Pero también hay algunos que deciden invertir estos meses estivales en estudiar para ampliar su abanico lingüístico con la esperanza de que así se les abran más puertas en el mundo laboral. Estos cuatro guipuzcoanos saben mejor que nadie lo que es renunciar a una escapada veraniega con familiares o amigos para optar por aprender euskera, a pesar del «sacrificio» que supone. Esta vez, su destino está en Lazkao, en pleno corazón de Gipuzkoa. En el barnetegi Maizpide es donde, por unas semanas, vuelven a ser alumnos, a tomar apuntes y a estudiar con el fin de obtener distintos perfiles lingüísticos. «Es bastante intenso pero merece mucho la pena», coincide el grupo acerca de su experiencia en un centro inmersivo como Maizpide.

Las frases

«He renunciado a viajes familiares por venir aquí, pero disfrutamos mucho en el barnetegi, a pesar de que se haga duro»

Inma Alba

Profesora

Aunque sus motivos por los que acudir son diversos, el trasfondo es bastante similar. «Sin un título oficial se me reducen las oportunidades de trabajo», comienza la profesora Inma Alba. Por su parte, Rafa Orellana lo necesita porque como enfermero «me lo exigen. No es un requisito indispensable, pero sin un nivel de euskera certificado no puedo ocupar las plazas que más me interesan», cuenta algo apenado. En la misma línea, Ramuntcho Robles solo puede «cubrir sustituciones» y no puede optar a «una plaza fija en colegios o institutos sin un certificado lingüístico», señala este profesor de Geografía, Historia y Arte. Pero también se encuentran aquellos para los que el certificado no es más que un «simple papel» y el título de euskera supone «algo con lo que rellenar el currículum», pero realmente lo que buscan en Maizpide es «aprender la lengua para poder implementarla en mi día a día», como es el caso de la hondarribiarra Maialen Sagarzazu.

Las frases

«Sin un perfil de euskera, en la enseñanza puedes optar a hacer sustituciones pero no a una plaza fija en colegios o institutos»

Ramuntcho Robles

Profesor

Estos cuatro estudiantes, de edades diversas y con niveles de euskera distintos, afirman que «los días en el barnetegi se hacen largos... Son muchas horas de clase». Todos ellos se hospedan de manera completa en Maizpide, es decir, pasan las noches allí, de la misma forma que se haría en un colegio internado. El día comienza «a las 7.00 horas de la mañana, cuando nos despiertan las campanas del convento de al lado», relata Alba entre risas. «Primero entramos a clase a las 9.00 hasta las 11.00 horas». Y, tras media hora de descanso para tomar el 'hamaiketako', las clases continúan hasta las 13.00 horas, cuando se juntan en el comedor para comer. «Luego tenemos un ratito libre que aprovechamos para echarnos una siesta o para pasar tiempo juntos», comentan, y después «vuelta a clase desde las 15.15 hasta las 18.15 horas».

La jornada lectiva termina ahí, pero las clases también incluyen una hora de actividades a elegir por el alumno. «Nos mezclamos los estudiantes de distintas clases y niveles, por lo que además de socializar, es momento para seguir aprendiendo los unos de los otros», asegura Orellana, integrante de la 'clase' de tertulia. «Yo me apunté a los paseos para conocer el municipio», apunta Robles.

«Desde Grecia o Argentina»

En Maizpide, no todo son horas sentados en los pupitres o hincando los codos memorizando los «complicados 'aditzak' (verbos)». Sobre las 20.00 horas los alumnos aprovechan para «salir a potear, tomar algo... Siempre en grupo y siempre hablando en euskera», subrayan. Además de las nuevas relaciones con las que vuelven a casa una vez terminado el curso, el nivel lingüístico adquirido es «muy notable. La calidad de la enseñanza es magnífica, tanto que a día de hoy nos cuesta cambiar el chip y hablar en castellano», se sincera alguno. «Lo que ocurre con el euskera es que para no olvidarlo hace falta seguir estudiándolo», asegura Robles.

Las Frases

«De joven, mi abuela no hablaba castellano y se vio obligada a aprender con 36 años. Ahora las tornas han cambiado»

Rafa Orellana

Enfermero

Por increíble que parezca, hay estudiantes que llegan a Lazkao desde todas las partes del mundo, con la maleta en la mano llena de ganas de aprender. «He coincidido con gente de Argentina, Grecia, Estados Unidos... que vienen únicamente a aprender euskera y a conocer la cultura vasca, en ocasiones, sin saber siquiera castellano», comienza Sagarzazu. «Son un ejemplo. Nosotros aquí no valoramos lo que tenemos, y la gente viene desde tan lejos para apreciarlo», lamenta.

Por otro lado, Orellana reflexiona acerca del paso del tiempo y cómo este ha cambiado la importancia de la lengua, cosa que le «sorprende». «Cuando era joven no me enseñaron a hablarla porque no era tan necesaria como lo es en este momento, y ahora aprenderla me supone un esfuerzo», confiesa. «Cuando mi abuela era joven solo sabía euskera, y comenzó a estudiar castellano con 36 años. Yo tengo 58, y las tornas han cambiado», añade.

Las Frases

«Aunque para muchos el nivel de euskera sirve para llenar el currículum, para mí es una manera de conectar con mi cultura»

Maialen Sagarzazu

Estudiante

Con la mirada puesta en la fecha para poder examinarse de los títulos oficiales de idioma, como son el B1, B2 o C1, estos alumnos señalan que, además de haber mejorado su dominio lingüístico, aseguran haberse dado cuenta de que «la inmersión es la mejor manera de aprender una lengua. Rodearse de gente que la habla las 24 horas del día y que, además, comparta contigo su cultura es algo maravilloso».

Algunos, aunque veteranos en este barnetegi y todavía con tiempo hasta poner fin a su estancia, ya están pensando en volver. «Venir aquí es mi capricho, y estas son mis vacaciones perfectas», confiesa Maialen Sagarzazu, deseosa de juntarse con su cuadrilla para poder poner en práctica y demostrar lo aprendido a lo largo del verano.

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