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Ya sabemos que el discurso de investidura del nuevo presidente, el número 47, de los Estados Unidos, Donald Trump, el pasado Donostia Eguna, no dejó ... indiferente a nadie.
A las extravagantes medidas que propagó de excepcional relieve e importancia mundial, muchas de ellas ya en marcha, quiero resaltar una que supongo, por no ser de vital importancia, muy poca gente reparó en ella. Dijo exactamente: «Restauraremos el nombre de un gran presidente, William McKinley, al Monte McKinley donde debería estar y donde pertenece». Ahí es nada… Trump sentenció que el Sistema de Información de Nombres Geográficos, algo así como el catálogo federal con los nombres de las características geográficas de los Estados Unidos, se actualizara en un plazo de 30 días para hacer realidad el cambio de nombre. El pasado jueves se cumplía este plazo por lo que me temo ya se acaba de hacer efectivo.
No se hizo esperar la reacción de la senadora Lisa Murkowski, que puso en las redes sociales al día siguiente del discurso: «Estoy totalmente en desacuerdo con la decisión del presidente sobre Denali. La montaña más alta de nuestra nación, que ha sido llamada Denali durante miles de años, debe seguir siendo conocida por el nombre legítimo otorgado por los Athabascans Koyukon de Alaska, que han istrado la tierra desde tiempos inmemoriales».
Empecemos por el principio. En los tiempos álgidos de la famosa fiebre del oro, en 1896, un buscador del rico mineral decidió poner al Denali el nombre de McKinley, apellido de quien era candidato presidencial de los EE UU en aquel año quien, curiosamente, nunca había pisado Alaska. En 1917 el Congreso oficializó el nombre de Monte McKinley desterrando el de Denali muy a pesar de las comunidades nativas. Así se originó una notable controversia entre los habitantes de Alaska y los detractores de Ohio, de donde era McKinley, presidente número 25 de los EE UU desde 1897 hasta que fue asesinado en 1901. En 1975 hubo una propuesta para recuperar el nombre que no prosperó, Si bien el parque nacional que alberga la montaña llevaba el nombre McKinley, en 1980 se llamó definitivamente Parque Nacional y Reserva Denali, y de momento se mantiene. Igualmente, durante muchos años se luchó en el estado número 49 para que el nombre autóctono figurara en toda la cartografía.
En agosto de 2015, durante el mandato del presidente Barack Obama, poco antes de viajar a Alaska, promovió la orden para que la montaña recobrara su nombre más ancestral y volvió a llamarse Denali «en honor a las comunidades nativo-americanas», dijo. Nadie en Alaska llama de otra manera que no sea Denali a su montaña de 6.190 metros y así lo defendía la secretaria de interior del gobierno de Obama, Sally Jewell, 40 años más tarde de esa petición infructuosa de 1975: «El nombre reconoce el estatus sagrado de Denali para generaciones de nativos de Alaska reflejando así su herencia», y recordaba la Casa Blanca que «durante siglos el monte más alto de Norteamérica se ha llamado Denali, un nombre ampliamente utilizado en todo el estado en la actualidad».
Es mucho tiempo luchando Denali vs Monte McKinley. Esperemos que dentro de cuatro años como mucho, Denali recupere este bonito nombre que en lengua atabascana significa el más grande.
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