
¿Una esperanza para Irán y el mundo?
Historiador y politólogo. Catedrático de Universidad
Miércoles, 3 de julio 2024, 02:00
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Historiador y politólogo. Catedrático de Universidad
Miércoles, 3 de julio 2024, 02:00
El viernes 28 de junio tuvo lugar la primera jornada de las elecciones presidenciales en Irán en un período especialmente convulso para la República Islámica. ... Cabe recordar que, desde que Donald Trump llegara a la Casa Blanca, su situación económica y social se ha deteriorado sensiblemente. La rúbrica del acuerdo nuclear el 14 de julio de 2015 en Viena con los cinco permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas –China, Francia, Rusia, Reino Unido, Estados Unidos–, Alemaniay la UE supuso una vuelta de Irán al concierto de naciones y su rehabilitación como socio fiable en una región tan crispada como el Próximo Oriente. Eran los años de Barack Obama y de Hasán Rohaní, quienes lograron crear un cierto clima de confianza y respeto mutuo, que, en término generales, fue beneficioso para todas las partes, al suponer un examen del programa nuclear iraní y una apertura económica del régimen.
Pese a ello, no faltaron detractores, empezando por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que vio en el pacto un peligro inminente para los intereses de su país al romper con el aislamiento político de Teherán, y siguiendo por el propio Trump, quien ya advirtió que, de acceder al Despacho Oval, lo derogaría. Y, en efecto, es lo que hizo, desoyendo al resto de socios firmantes, a pesar de que Irán estaba cumpliendo con lo establecido, según los expertos del Organismo Internacional de Energía Atómica. El multimillonario, en éste y en otros temas, se limitó simplemente a hacer seguidismo de Netanyahu, velando más por los intereses israelíes que por los norteamericanos. La viñeta publicada en el New York Times en la cual se representaba a Trump como un ciego guiado por un perro lazarillo con la cara del premier israelí lo expresaba de forma magnífica. El problema es que el propio Biden no ha sido capaz de revertir esta situación durante su mandato, de manera que la tensión con el régimen de los ayatolás, lejos de disminuir, se ha incrementado, tanto por la alianza de Irán con Rusia en la invasión de Ucrania, como por el conflicto de Gaza. El actual inquilino de la Casa Blanca poco se ha distanciado de Trump en cuanto tiene que ver con Próximo Oriente.
En ese contexto de confrontación auspiciado por Trump y continuado por Biden, Ebrahim Raisi venció en los comicios de 2021, volviendo al discurso muy duro contra Occidente y llevando una política nuclear con independencia del control ejercido en su momento por el OIEA. Irán se ha convertido, asimismo, en el principal sostén de grupos como Hizbulá, Hamás, los hutíes de Yemen o las milicias chiíes de Irak, promocionando así las guerras proxy, como hace con Israel, aunque evitando un choque directo, tal como se vio en abril. Incluso, Teherán, a raíz de la intervención en Gaza, ha logrado mejorar sus relaciones con los estados árabes, si bien éstos siguen recelando de su capacidad militar en la zona y de la fuerte influencia que tiene en la Franja con su apoyo a Hamás. Pero si algo ha caracterizado a Raisi, al menos entre los occidentales, ha sido la dureza con la que se ha empleado su gobierno en materia de derechos humanos. Basta recordar el caso de Mahsa Amini, la joven que recibió una cruel paliza, con resultado de muerte, a manos de la Policía de la Moral por llevar mal el velo. Las numerosas detenciones y la violencia empleada contra quienes se manifestaron ante tal atroz suceso y pidiendo aumentar las libertades dan una buena idea de la brutalidad de su ejecutivo. Un ejecutivo que ve cómo el descontento en la sociedad cada vez es mayor a consecuencia del bloqueo occidental, el empeoramiento económico y la devaluación del rial.
De ahí que estas votaciones sean tan importantes. No sólo Irán se juega mucho, también el resto del mundo. De los tres candidatos con opciones, han logrado pasar a la segunda vuelta dos: el reformista Masud Pezeshkian, que se impuso el 28 de junio, y el ultraconservador Saeed Jalili. El primero es partidario de retomar las conversaciones con Occidente, mientras que Jalili es claro heredero de las políticas de Raisi y está bien alineado con el líder supremo, Alí Jamenei. De suerte que la batalla está servida y habrá que ver si la elevada abstención (60%), interpretada como un castigo al régimen, se moviliza a favor de Pezeshkian para tratar de introducir cambios en el futuro de Irán. Si gana, va a estar muy condicionado por Alí Jamenei, el cual manda en última instancia, pero, como sucediera en tiempos pasados con otros reformistas, no tendrá más remedio que ceder en algunas cuestiones si no quiere que, finalmente, esas capas sociales tan alejadas del sistema terminen por estallar. Pezeshkian es su (nuestra) esperanza.
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