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Tampoco la buena educación y la cortesía diplomática son cualidades que adornan la imagen pública de Donald Trump, el hombre que se considera más poderoso ... del mundo, la zafiedad no la oculta ni siquiera cuando le enfocan decenas de cámaras de televisión. Sus formas agrias y hasta agresivas las exhibe durante las visitas de algunos líderes mundiales que acuden a la Casa Blanca para tratar sus cuestiones, lo que a menudo considera que están allí para «besarle el culo», un desprecio que repite con frecuencia y los maltrata.
Unas semanas atrás fue Zelenski, el presidente de Ucrania, el país agredido e invadido por Rusia, que se creyó que la promesa de que la guerra la pararía él gracias a sus buenas relaciones con Putin. Pero han transcurrido más de cuatro meses y sus gestiones, si es que las hizo, han fracaso, seguramente Putin, que es perverso, pero muy astuto, lo que ha hecho es aumentar los ataques con drones para demostrar que sólo él tiene poder para fijar las condiciones para la paz.
La reunión entre un Trump acalorado y un Zelenski hundido en el Despacho Oval pasó a la historia de la diplomacia como inimaginable. Una escena parecida se repitió hace escasos días en la entrevista que mantuvo en el mismo escenario con el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, en la repitió sus actitudes acaloradas violentas al acusarle del trato discriminatorio que a sufren los blancos en su país, lo mismo que antes de la independencia sufrían los negros.
El primer problema que hace Trump es la rapidez con que cambia tanto en su actitud como en la rapidez que tanto dice como se desdice sobre cualquier cuestión a tratar. Maneja las relaciones internacionales partiendo de un desprecio hacia los demás países y sus gobiernos, lo mismo que maneja sus negocios particulares. Algunos enemigos, que los tiene a raudales, le acusan de no haber superado todavía la etapa de la esclavitud. Otros en cambio aseguran que toda la fuerza se le va por la boca y luego cambia hasta convertirse en amable y bromista.
Como político improvisado su estrategia es amenazar como está haciendo al resto del mundo con los aranceles para luego retroceder y hasta renunciar de cuanto ha dicho a menudo causando alarma. Maneja las relaciones internacionales igual que las laborales en sus casinos y otros negocios. El ejemplo más próximo y reciente fue el anuncio de que elevaría los aranceles a la Unión Europa, a la que odia, al cincuenta por ciento y tras causar algunos desastres en los mercados financieros y pavor a muchos empresarios, una conversación telefónica con la presidenta de la Comisión Ursula von der Leyen aplazó la medida hasta el nueve de julio.
El la política interna su actitud difiere poco. La cultura y la educación no le interesa y tras emprenderla con las universidades se ha enfrentado con Harvard a la que retiró la subvención y ordenó no itir alumnos extranjeros. Habrá que ver. Harvard es mucho Harvard.
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