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El Gobierno Vasco y las diputaciones anunciaron ayer un ajuste del 2,5% en todos los tramos del IRPF a partir del 1 de enero ... para compensar el efecto de la inflación. La decisión representa un respiro para las familias a las que la escalada de los precios, pese a haber perdido intensidad en los últimos meses, ha mermado su poder de compra; en especial, para las que disponen de menos ingresos y dedican una proporción más elevada de los mismos a la alimentación y a otros productos básicos, que concentran las subidas más altas. Con el añadido de que una parte de ellas se han visto afectadas, además, por el vertiginoso ascenso de los tipos de interés para contener el IPC y el consecuente encarecimiento de las hipotecas.
Euskadi da ese paso al amparo de las competencias reconocidas en el Concierto Económico. Queda por dilucidar la continuidad de la ayuda de 200 euros a las rentas inferiores a 30.000 anuales y extensible, aunque con un importe más reducido, a las de hasta 35.000. Los socialistas la acordaron el pasado año con el PNV a cambio de aceptar una deflactación que habían rechazado en el resto de España porque «beneficia a los ricos». La medida, en realidad, consiste en actualizar las tablas del IRPF a la inflación. Lo que tendría que ser un mero trámite se ha convertido casi en excepcional ante la creciente tentación de eludirla para engordar de tapadillo la recaudación de impuestos. No proceder a tal ajuste –la actitud de la istración central– o hacerlo en un porcentaje inferior al que aumentan los precios –como las diputaciones vascas en los dos últimos ejercicios– equivale a una encubierta y generalizada subida fiscal que, si se considerara necesaria en un momento determinada, debería ser explicada con luz y taquífragos.
Estamos una iniciativa tan oportuna como obligada que aspira a insuflar aire al consumo. Su coste de 100 millones es asumible para unas haciendas forales que cerrarán este año con un récord de ingresos y esperan superarlo en un 4,9% el próximo, hasta alcanzar los 19.000 millones. Esas cifras reflejan el buen tono de nuestra economía. Pero no ocultan lo que el consejero Pedro Azpiazu definió ayer como «claros síntomas de enfriamiento», focalizados sobre todo en la industria y en los servicios. Una situación que, en un contexto de incertidumbres agudizadas por la guerra entre Israel y Hamás, emplaza a las istraciones a gestionar sus recursos con la máxima cautela y eficacia.
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