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Por primera vez ante la hija de un asesinado durante la 'guerra sucia' y públicamente en un acto del Día de la Memoria, el delegado ... del Gobierno en Euskadi, Denis Itxaso, condenó este miércoles la existencia de los GAL, «un gran horror que causó un dolor que es el nuestro, y restó crédito y legitimidad al Estado». La condena no era nueva de boca de Itxaso, pero llegaba justo pocos días después de la polémica generada por la entrevista del exministro del Interior José Barrionuevo en El País, en las que justificó a los GAL. El pronunciamiento del Gobierno central en la conmemoración conjunta con el Memorial de las Víctimas del Terrorismo sumó también una advertencia contra los discursos del odio que «nutrieron, especialmente a ETA, y que aún perduran en una parte de la sociedad».
El Ayuntamiento de Portugalete fue el escenario elegido para la conmemoración adelantada del Día de la Memoria que se celebra este jueves, 10 de noviembre, desde su instauración en 2010, durante el mandato del lehendakari Patxi López, con el objetivo de recordar a las víctimas del terrorismo. La Delegación del Gobierno y el Centro Memorial recordaron a las víctimas de los diferentes terrorismos en el salón de plenos portugalujo, en el que dieron su testimonio dos hijos de asesinados por ETA y uno por los GAL. Se pudieron escuchar los relatos emotivos de Celso Recio, hijo de Eugenio Recio García, cabo de la Guardia Civil asesinado por ETA en 1985 en Santurtzi; Nerea Barrios, hija de José Luis Barrios, hostelero santurtziarra que murió asesinado el 17 de septiembre de 1988 por ETA; y Veronique Caplanne, hija de Robert Caplanne, asesinado por los GAL en Biarritz en 1985. Entre el público también estuvieron presentes víctimas del terrorismo yihadista como Alberto Essery.
Delegación del Gobierno Itxaso remarcó que «los GAL causaron un dolor que es el nuestro, y restaron legitimidad al Estado»
Memorial de las Víctimas Domínguez destacó que «aunque se ha desterrado la violencia, aún hay mucha gente que la justifica»
Itxaso remarcó que el terrorismo de los GAL «nunca debió suceder y solo contribuyó a causar dolor y alimentar la 'ley del Talión'». Recalcó que «la defensa de los Derechos Humanos no es creíble si no es integral y coherente, y desde la legitimidad que nos da haber defendido la libertad, la democracia y el Estado de Derecho frente a la amenaza terrorista, volvemos a condenar la existencia de los GAL». Se refirió de ese modo a que «la enfermedad social que padeció nuestra sociedad no sanará sin una terapia adecuada» ni sin «la firme voluntad» de todos los actores políticos y sociales por una necesaria regeneración ética. «La imagen que nos devuelve el espejo de la memoria», añadió, «es la de una sociedad que fue por momentos complaciente y por momentos acomodaticia y extraña ante el dolor ajeno. Pero también comprometida y solidaria, no lo olvidemos».
A pesar de que ETA se extinguió, determinados discursos del odio que la sustentaron han sobrevivido a su desaparición, apuntó el delegado del Gobierno. Citó ejemplos recientes como pegar un puñetazo a un joven vinculado al PP o verterle el contenido de una copa por encima durante una noche de fiesta, una pintada o un tuit intimidatorio y amenazante. «Quienes hoy protagonizan este tipo de gestos persiguen un objetivo edulcorado, ya no la muerte física, sino la muerte civil del enemigo con la presión y el señalamiento. Desaparece la muerte, sí; pero el discurso justificatorio permanece», citó.
En opinión de Itxaso, «debemos tener el coraje de afrontar la tarea de deslegitimación de los discursos del odio sin tabúes». «Es tiempo para la claridad y para reivindicar la coherencia del Estado de Derecho y las garantías democráticas sobre las que se sustenta la convivencia», expresó para considerar que la democracia se debilita cuando responde con la misma moneda y «no puede aceptarse que haya víctimas de primera ni de segunda; sino únicamente víctimas del fanatismo».
En el homenaje también intervinieron el alcalde de Portugalete, el socialista Mikel Torres, que recordó a las 18 personas asesinadas en el municipio, y el director del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo, Florencio Domínguez, que advirtió de que «ETA ha dejado de existir pero no han desaparecido las consecuencias principales de su actividad: sus víctimas siguen aquí» con «el mimos dolor» que también «arrastran» las víctimas de otros terrorismos. Citó el papel «especial» de las víctimas para combatir «el discurso del odio que se esconde detrás de todos los terrorismos, pasados o presentes» y apuntó que, aunque se ha «desterrado la violencia, aún hay mucha gente que la justifica». Domínguez destacó la importancia del «poder deslegitimador que tienen los testimonios de las víctimas» y hacer llegar estos mensajes especialmente en los jóvenes.
Veronique Caplanne habló este miércoles por primera vez en público del asesinato de su padre, Robert Caplanne, el 24 de diciembre de 1985, en Biarritz, a manos de un pistolero de los GAL que le confundió con un miembro de ETA. Aquella mañana, después de darle un beso de despedida en la frente, Robert Caplanne salió camino del trabajo y recibió cuatro balazos en el cuerpo. Murió la noche del 3 al 4 de enero. «La Navidad ya no tiene el mismo sabor, se acabó la magia y la inocencia también», expresó emocionada su hija. «Se equivocaron. ¿El GAL, la Policía, cómo es posible? Se supone que son ellos los que deben protegernos», manifestó incrédula mientras recordó que Robert era militar en la Marina, «ferviente defensor de la República y orgulloso de ser francés». Desde el día del atentado su abuela «sufrió y lloró hasta su última hora, en 2019, la desaparición tan injusta de su hijo». Toda la familia se quedó «devastada». «Mi madre comenzó a beber y murió de eso. Amigos, tan presentes antes, desaparecieron. Sufrimos tristeza y miedo», describió Veronique.
La hija de Caplanne denunció que nunca han tenido noticias de representantes de Francia ni de la ciudad de Biarritz. «Y han pasado 37 años», se dolió. Remarcó que el terrorismo «no debe ser una respuesta a la violencia, no puede utilizarse para hacerse oír. Ha hecho y sigue haciendo demasiado daño, afecta a personas inocentes, destroza vidas, destruye familias y no puedo entender ni aceptarlo venga de donde venga».
En el tributo a su padre, justo unos días antes del cumpleaños en el que habría celebrado «sus 74 años con su hija y sus tres nietos», Veronique quiso mostrar el agradecimiento de su familia y en especial de su abuela, «que nunca fue escuchada, su historia nunca interesó a nadie». Dio las gracias porque «finalmente tenemos la impresión de ser escuchados, comprendidos y considerados».
La primera sentencia del caso en 1987 no encontró vínculos de los asesinos de Caplanne con los GAL, pero la de 1999 lo corrigió.
Nerea Barrios, la hija del hostelero santurtziarra José Luis Barrios asesinado de un tiro en la nuca por ETA el 17 de septiembre de 1988 quiso transmitir un mensaje «positivo de esperanza, en el que no quepa el odio». Evocó los largos días que llegaron después como aquel en que, «con apenas 15 años, uno de mis amigos me dijo: 'Nerea, le han pegado un tiro a tu padre en la cabeza. Chica, ¿qué ha hecho?'». Ahí me di cuenta de que tenía que estar muy preparada para contestar ante la justificación, ante el intento de hacer ver de un hombre bueno que era poco menos que un monstruo, que quisieran manchar su memoria...», rememoró para confesar que en aquel tiempo lo único que sentía era odio. «Hasta que me di cuenta de que lo que tenía que hacer era todo lo contrario: A más odio más amor». Desde entonces su vida dio un giro y hoy es una de las víctimas educadoras que acuden a los colegios vascos, donde ha intentado que aprendan que «un pueblo que no conoce su historia, está condenado a repetirla».
Barrios expresó que la sociedad ha tardado mucho en entender «que nosotros necesitábamos un bálsamo: que se nos escuche, que no se nos utilice y que de vez en cuando, se nos diga que aquello estuvo muy mal. Con eso es con lo único que a día de hoy nos pueden 'curar' un poquito». Lamentó que lo que se ve, a veces, es justo lo contrario, «parece que se quieren reabrir odios, heridas. Si es que tenemos cada día la palabra 'proetarras' en la televisión después de 10 años. ¡Por favor! ¿No hemos avanzado nada? No nos utilicéis. Preguntarnos y sabréis qué queremos. Tengamos el apellido que tengamos, sentimos igual, nos duele lo mismo, el olvido nos joroba igual y necesitamos que de vez en cuando alguien nos diga: 'Os comprendemos'». Barrios es de las que cree que «nunca es tarde» y que quizás «no estábamos preparados, que necesitábamos que pasara un tiempo para poder entender». A la sociedad le pidió que mire para dentro, «que os necesitamos». Y puso en valor la memoria, «esa capacidad, muy necesaria, de poder ver rosas en invierno».
El padre de Celso Recio, Eugenio Recio, cabo de la Guardia Civil, caminaba por una calle de Santurtzi en dirección a la estación de tren, el 18 de junio de 1985, cuando un etarra se le acercó por la espalda y le asesinó de un tiro en la nuca. La víctima llevaba 26 años en la Guardia Civil, los 18 últimos destinado en Bizkaia, y era padre de seis hijos de entre 8 y 18 años. La víctima había solicitado el traslado a Salamanca, su tierra natal, pero el permiso para marcharse de Euskadi no llegó a tiempo. Celso Recio, también guardia civil, recordó que su madre, Demetria, se quedó sola con seis hijos a su cargo, tuvo que luchar mucho y sacar fuerzas de donde no tenía para llevar la familia adelante «con la tristeza de haber perdido a nuestro padre y teniendo que aprender a vivir sin él». «Fue una situación muy dolorosa», evocó, para recordarle como «un marido y un padre excepcional».
Sumidos en una gran tristeza los Recio se preguntaban «por qué había sucedido esa sinrazón que nos había quitado a nuestro padre» y, viendo «la indiferencia y la pasividad ante estos hechos», se marcharon en pocos días a Salamanca. «No todos nos recibieron bien cuando se enteraron de que veníamos del País Vasco», se dolió mientras recordaba cómo vivían en medio del dolor. «En casa no se encendía la televisión y los domingos íbamos al cementerio con el consuelo de poder estar con él», relató.
Cada vez que ocurría un atentado, la familia Recio se sentía impotente por el daño que estaba causando y siempre pedía «que aquel nuevo crimen fuera el último». En 2020, la Oficina de Atención a las Víctimas del Terrorismo se puso en o con la familia para comunicarles que se conocía el autor material de la atentado, «pero que como había prescrito no habría juicio». «Nos quedamos consternados al saber que la muerte de mi padre había quedado impune, que el autor no pagaría por su muerte», apuntó. «Después de 37 años seguimos echándole de menos y sin entender por qué tuvo que pasar y por qué sigue sin haber justicia para mi padre y otras personas que pasaron por lo mismo», denunció.
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