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Natividad Rodríguez recibe a este periódico en su casa de Vitoria, el hogar en el que vivía junto a Fernando Buesa y donde crecieron sus ... tres hijos, Marta, Carlos y Sara. Su salón está abrigado de recuerdos, fotografías de boda, la suya, las de sus hijos y en un lugar muy destacado, en un retrato a todo color, asoman sonrientes los siete nietos. Tienen ahora entre 24 y 13 años y todos han ido sabiendo, cada uno a su tiempo, qué le pasó al abuelo Fernando un día como hoy de hace 25 años. «Hay que contar porque los silencios nadie los interpreta. A mis nietos, en la medida en que han ido preguntando, les hemos ido hablando con un enfoque positivo», explica la viuda del exvicelehendakari socialista asesinado el 22 de febrero de 2000. ETA detonó una furgoneta bomba cuando pasaba por la acera del campus universitario, muy cerca de su casa, junto a su escolta, el ertzaina de 26 años Jorge Díez Elorza, también fallecido. Buesa era en ese momento portavoz socialista en el Parlamento Vasco y secretario general del PSE en Álava.
–Estamos en la casa de Vitoria donde vivió siempre con Fernando Buesa.
–Cuarenta y seis años o más. Mi hija Sara nació aquí. Vivimos ocho años antes en la Avenida y unos primos cogieron este terreno para construir una casa, le propusieron a Fernando entrar en el proyecto y aceptamos. Él siempre fue muy familiar. Nos conocimos con 17 años, una Semana Santa ,y ahí comenzó una vida juntos. Toda la vida. Mientras nos dejaron, claro.
–¿En aquellos años Fernando ya hablaba de su inquietud por la política? ¿Tenía ese gusanillo?
–Siempre tuvo muchas inquietudes sociales, solidarias, estaba metido en Cáritas, Cruz Roja, movimientos sindicales.... Después decidió canalizarlo a través de los partidos políticos. Siempre fue muy idealista, muy comprometido en hacer algo por otras personas.
–Fue casi de todo en política, estuvo en el Ayuntamiento, las Juntas Generales, el Parlamento, el Gobierno Vasco, además de cargos orgánicos en el PSE. ¿Le preocupaba que tomara cada vez más responsabilidades?
–La vida te va trayendo cosas, aunque no las busques directamente. Nunca hemos tenido ningún objetivo determinado de llegar a ser esto o aquello, nunca. Se trataba de vivir la vida con un compromiso. Yo trabajaba igualmente desde el principio. Hice Psicología y Pedagogía. Siempre me ha gustado mucho la educación, un campo que hoy trabajamos también mucho desde la Fundación Buesa.
–Él fue consejero de Educación y artífice de las bases de lo que hoy es la escuela pública vasca.
–Era un hombre que valoraba mucho la educación. Sabía dialogar y llegar a acuerdos. Pero esa fue la peor época de su vida. Aquí teníamos manifestaciones continuamente. Recuerdo levantar la persiana de casa y ver un letrero con la palabra «genocida», escrita en el muro que había frente a nuestra casa. Manifestantes aquí en la verja, padres de las ikastolas que estaban en contra... Ahí se sembró todo el odio contra él. Recuerdo fiestas de Vitoria con pancartas en las que le llamaban «enemigo del euskera». De todo. Se sembró el odio contra su persona, dando una imagen de él absolutamente irreal. Porque Fernando fue siempre una persona tolerante, con una visión de futuro. La época de consejero de Educación es cuando más sufrimiento tuvo, sin duda.
–Tuvo muchos años escolta. ¿Le veía preocupado por la seguridad?
–Fernando procuraba no hablarme de esas cosas, pero yo sí le percibía preocupado. Cada vez más, había días que tenían que subir los escoltas con la pistola en la mano hasta la puerta de casa. En los últimos tiempos no quería salir los fines de semana, por ejemplo. No me decía por qué, pero prefería ir sin mí a ciertas cosas. Fue una época muy dura.
–¿Usted nunca tuvo aspiraciones de entrar en política?
–Para nada. Es más, a mí me hubiera gustado pasar desapercibida. Yo disfrutaba mucho más cuando nos íbamos de camping y éramos libres. En los últimos tiempos, llegaba el fin de semana y nos marchábamos aunque fuera para dos días. Te servía para desconectar. Saliendo del País Vasco, claro. Es triste decirlo, pero es así. Teníamos la libertad secuestrada en ese tiempo.
–¿Le confesó si tenía miedo de que le pudiera pasar algo?
–No, nunca. Yo sé que alguna vez Sara le dijo: '¿Papá, pero y tú estás tranquilo?'. 'Alguien se preocupa de mí, tú no te preocupes', le respondió. Siempre confió mucho en que había quien se ocupaba de su seguridad.
–El día del atentado su marido estuvo en San Sebastián...
–Lo que recuerdo es que al salir de trabajar me fui con el coche al supermercado, hice la compra grande, llegué a casa y ya habían comido. En esa época él hacía la comida y estaba ya en la mesa con sus hijos, recuerdo que comí y después me puse a recoger las bolsas, Fernando se acercó a darme un beso y a decirme adiós... Quizá hasta igual no le presté demasiada atención porque estaba en mis cosas. Salió de casa con Carlos que iba a hacer un curso en el Colegio de Ingenieros –ubicado justo enfrente del lugar del atentado–. Sara y yo oímos el estruendo de la bomba y pensamos que habían sido ellos.
–¿Salieron rápidamente?
–Nos pusimos algo encima y salimos. Desde luego salí pensando que se habían llevado a los dos, a mi hijo y a él. Recuerdo que íbamos corriendo por la calle y vi venir a Carlos llorando, me abrazó 'mamá, mamá' y yo me alivié. Pero me dijo: 'No, mamá, ha sido papá, ha sido papá'. No nos dejaron acercarnos. Les pedí: 'Déjenme pasar, que creo que es...'. Nos decían que esperáramos, hablaron por teléfono y nos llevaron a una furgoneta y allí me confirmaron: 'Sí, sí, ha sido Fernando Buesa'. 'Pues llévenos al hospital. Llévenos donde esté...', le pedí. Y me dijeron: 'No, no, es que ha fallecido'. Dieron la vuelta a la furgoneta y nos trajeron a casa. Estaban todos los vecinos y yo me veo a mí misma dando un golpe en la barandilla y diciendo '¡qué dolor, qué rabia!' Luego estuvimos aquí, fue un desfile continuo de gente... Recuerdo que vino Mayor Oreja, no se me olvidará que le dije: 'No le habéis protegido'. Me salió del alma... No me gusta revolver esto. Tampoco lo de las dos manifestaciones tras el atentado. Me reactiva sentimientos de tristeza, de rabia, que no quiero tener.
–¿Carlos le ha contado qué vio, cómo se sintió? ¿Hablan de esto?
–Hemos hablado sobre cómo lo vivimos. Sobre cómo ellos hicieron el comunicado. La verdad es que la gente se volcó. La mañana siguiente, abrí la puerta y vi unas flores amarillas, todavía con el rocío de la mañana, en el suelo, en la alfombra. No sé quién las dejó.
–¿En algún momento pensó en marcharse de Vitoria?
–Cuando mataron a Fernando, yo entendí muy bien a las víctimas que se han ido fuera. Porque, claro, a Fernando le mataron y es horrible porque le quitaron todo lo que tenía. Yo sentí mucha rabia, sobre todo por él, por los proyectos que tenía, lo que le gustaba la vida, viajar, conocer gente nueva, disfrutar de los nietos que le encantaban los niños y que no ha llegado a conocer a ninguno. Es un batacazo. Tienes la opción de dejar todo atrás y empezar una nueva vida, ese pensamiento existe. Pero sé que no me hubiera sentido bien. Yo tenía una rabia enorme porque a Fernando le quitaron la vida, pero a mí me la rompieron completamente. Me vi sola.
–El primer año fue el más difícil.
–Ese primer año, Carlos estaba aquí, no se separaba de mí. En las fotos en todos los actos de homenaje, siempre está a mi lado. Y yo me acuerdo que me decía: '¡Mamá, un pasito más!'. Con cada cosa que hacíamos.
–¿Carlos, igual que Marta y Sara, han sido y son su pilar?
–Lo que me impulsó a salir adelante fueron mis hijos. Yo no me hubiera levantado de la cama si no fuera porque les tenía a ellos. Mi dolor más grande era que no fueran felices. Que se llenaran de rabia y de odio. Siempre he pensado: '¿A quién le hacen daño la rabia, el rencor...? ¿A los que mataron a Fernando o a mí y a mis hijos?'. Nos hubieran destrozado la vida. Y eso había que evitarlo como fuera. Para mí el impulso fue ese. Ha sido una etapa de hacer verdadera alquimia, de transformar toda esa rabia y esa energía para construir algo positivo y para salir de ese bache. Y esa rabia también había que canalizarla porque a Fernando le mataron, pero su voz, sus valores, todo por lo que luchó, siempre supimos que no se podía olvidar. Entonces fueron mis hijos y la Fundación Buesa lo que me dieron oxígeno. Y tuve la enorme suerte en la Fundación de que me apoyó mucha gente, yo sola no hubiera podido hacerlo. Mucha gente muy valiosa, políticos, amigos, compañeros de partido, personas de distintas ideologías. Estos años han sido para mí una lección de vida. Tremenda. Es un aprendizaje de vida espectacular... Y eso es lo que me ayudó.
Las familias de Fernando Buesa y Jorge Díez Elorza tributarán al mediodía en Vitoria, como cada año, una ofrenda floral, en el mismo lugar en el que fueron asesinados por ETA, el 22 de febrero de 2000. La viuda de Buesa, Natividad Rodríguez, resalta que siempre ha sentido mucha «empatía» con la familia del ertzaina, con sus padres José Antonio y Begoña, «Jorge tenía la misma edad que mi hijo Carlos. Desde aquel momento me sentí muy unida a ellos y decidí que los actos en su memoria los haríamos siempre junto a ellos». A las 7 de la tarde, el palacio Europa acogerá el 'In memoriam' bajo el título 'Luces para el futuro', que pondrá el foco en la «transmisión generacional».
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