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Carmen Hernández, viuda de Jesús Mari Pedrosa, en los soportales de la iglesia de Santa Ana en Durango, junto a una pintada de apoyo a ETA. Ignacio Pérez

«Tuvimos que pasar tanto... muchísimo. Antes y después»

Carmen Hernández, viuda del edil del PP en Durango Jesús Mari Pedrosa, recuerda el acoso continuado del entorno de ETA que convirtió su vida en un infierno y que perduró tras su asesinato hace 25 años

Domingo, 25 de mayo 2025, 02:00

Llueve con fuerza en la plaza Santa Ana de Durango. El refugio más cercano son los soportales de la iglesia y allí se dirige Carmen Hernández, la viuda de Jesús Mari Pedrosa. La pintada sobre el pilar, en letras grises, es reciente. «Gora ETA», seguida de una 'M' que identifica a la rama militar de la banda. Ella la lee con gesto serio sin perder esa calma tan suya. «No me hace mella. Hemos pasado tantas cosas. Ya soy inmune. Tuvimos que pasar tanto. Muchísimo».

El acoso que sufrió la familia del concejal del PP en Durango Jesús Mari Pedrosa es un inventario del odio. «Comenzó unos tres años antes. En la primera manifestación que llegó casa empezaron a tirar piedras contra la ventana. Venían un día sí y otro también. Pasquines contra él. Los chavales del instituto venían a manifestarse por los presos debajo en cada recreo». Apareció una esquela con su rostro en su portal. Gritos de «carcelero» por la calle. Botellas vacías frente a su casa por los reclusos de ETA, «que no pueden beberlas». Velas encendidas junto a pancartas amenazantes. Un muñeco recortado con el lema «Pedrosa, tú no eres inocente». Cada día, una más, como en una película de terror con tintes de 'As bestas'. «Nos empapelaban desde la primera terraza, al séptimo, hasta mi casa con las palabras: 'Pedrosa, tú serás el siguiente'». Un día, lo fue. Cuando le mataron, una vecina de la escalera resumió ante su viuda, con una sola frase, aquel infierno. «Ahora le han matado, pero hasta ahora no le han dejado vivir».

Aquel domingo funesto, Carmen Hernández «estaba sola en casa y pararon la programación de la radio para decir que había habido un atentado en Durango». El corazón le dio un vuelco. No tardaron en apuntar que la víctima podía ser un concejal del PP. Había cuatro en la localidad. «Yo sólo pensaba que no podía ser. No me lo quería creer. Por la hora y por el lugar sabía que iba a ser él, pero no quería creerlo». Y, entonces, la radio dijo su nombre.

Las claves

  • Por las amenazas continuas. Una vecina le dijo a su viuda que «ahora le han matado pero hasta ahora no le han dejado vivir»CARMEN

  • Carmen Hernández. «A Dios gracias, ya no hay listines. Después de matarle nos llamaban con insultos y malas palabras»

  • Mensaje. Alguien de HB le dijo que ETA «se equivocó con tu marido». Ella replicó: «ETA se equivocó con todos»

Fue un domingo de primavera, 4 de junio del año 2000, un festivo de sol radiante en que los bares de Durango no daban abasto a la hora del vermut. Pedrosa volvía a casa después de tomar el aperitivo en el batzoki, donde hizo la porra de fútbol, como siempre. En el Ayuntamiento contaban que él era el aglutinador, el cemento que engrasaba la cordialidad entre ediles diferentes, y quien les empujaba a tomar algo todos juntos. Dejaron de hacerlo después de que le mataran.

Jesús Mari Pedrosa llevó escolta una temporada pero la quitó durante la tregua que empezó en septiembre de 1998. No quiso reactivarla cuando la banda volvió a las armas a comienzos del año 2000. Él mismo lo había explicado en una entrevista con Carlos Herrera en 1997. «No sé si voy a ir al cielo o al infierno, pero sí sé que iré desde Durango. Procuraré ir al cielo. Con guardaespaldas o sin ellos iremos todos los días al Ayuntamiento a hacerlo lo mejor que podamos por los ciudadanos de Durango».

Carmen Hernández se duele de que, tras el crimen, tardaron «muchas horas» en levantar el cadáver y el fotógrafo de este diario –el mismo que acudió aquel día a cubrir el atentado– recuerda el impacto de ver «el cuerpo sin vida al fondo y a 50 metros una terraza llena de gente tomando el vermut». Fue aquí, en Durango, hace tan sólo 25 años.

Al escuchar su nombre en la radio, Carmen entró en shock. En un primer momento, se desahogó con una vecina y soltó «esas preguntas sin respuesta que te golpean la mente. Por qué. Para qué. Con qué derecho». Enseguida llegó su familia para acompañarla. Luego todo entró en una nebulosa espesa y lenta.

La boda, un mes después

La hija mayor tenía su boda fijada para un mes después. «No pensé en suspenderla. Yo misma le pedí que la mantuviera. Le dije que su padre no habría querido que esto se hubiera estropeado también», confiesa. En lugar de padrino, hubo dos madrinas. Salieron adelante. «Al principio, necesitaba repetirme lo que me había pasado. La primera semana salí en Informe Semanal. Necesitaba salir pronto del victimismo», cuenta Carmen Hernández. Buscó un recurso para afrontar un duelo que nunca es fácil. «Escribía a las noches todo lo que me atormentaba. Quería vaciar la mente de contenido».

Jose Mari Pedrosa, durante un pleno municipal. Roberto Nistal

Algunos familiares optaron por marcharse una temporada pero ella se quedó en Durango. «Yo aquí tengo a todos: la familia, las amistades». Hubo quien le dio la espalda. «Algunos vecinos dejaron de hablarme», lamenta. Es un municipio relativamente pequeño –más aún hace 25 años–, y todo el mundo se conoce. «Uno de los etarras que participó en el atentado era de la cuadrilla de mi sobrino. Tenían una orquestina y habían crecido juntos».

Después del crimen, hubo veces en que alguien se acercaba a su casa en busca de una firma en apoyo a los presos de ETA. «Yo siempre he estado a favor del acercamiento. Pero algunos que venían habían estado en mi casa gritando 'ETA mátalo'». Siente también el dolor de esas familias. «Mira, yo comparto eso que le dijo Maixabel a Ibon –Etxezarreta–. Eso de que 'prefiero ser la viuda de Juan Mari que tu madre'. Me pasa lo mismo con Jesús Mari».

Carmen es catequista y «seguidora de Jesús» y todo eso le ha ayudado. «De la Iglesia no tuve ningún gesto cuando le mataron. Ni una sonrisa siquiera. Hace poco me dieron un premio por el trabajo social y vino el obispo. Joseba –Segura– pidió perdón; Me quitó un peso de encima». La cara se le ilumina y aparece, radiante, la primera sonrisa de la charla. «Qué falta hacía, no solo por mí. A cuantos guardias civiles se les ha negado hasta un responso». Sus amigas catequistas la acompañaron aquel día. Sonríe una vez más.

Han pasado 25 años pero no han sido fáciles para ella y sus dos hijas. «Las primeras semanas venía al centro en coche para no cruzarme con los que le gritaban debajo de casa. No podía ni pasar por varias zonas. Empecé dando rodeos. Por el extrarradio, como me recomendaron». Hoy lo cuenta en pleno centro, junto a la iglesia de Santa Ana.

Concejal del PP en su pueblo desde 1987, afiliado a ELA, Jesús Mari Pedrosa era un hombre muy valiente. «Salió en listas de objetivos de ETA pero nunca esperas que le lleguen a matar», ite. Carmen y Jesús Mari se conocían desde los 13 años. «Nos escribíamos cartas a través de una amiga que estaba externa en su colegio», rememora. A ella no le gustó la idea de que entrara en política pero sabía que era una de esas cosas que le hacían sentir útil. Había sufrido un infarto y el Ayuntamiento le permití a mantenerse activo. «Cómo le quito yo eso», se decía ella.

Por eso, cada mañana, con esa cotidianidad que hoy es difícil de creer, Carmen cogía su linterna, revisaba los bajos del vehículo y llevaba a las niñas al colegio. El acoso, brutal y continuado, no terminó con su asesinato. «A Dios gracias ya no hay listines. Pero antes los había y nos llamaban para insultar y decir obscenidades y malas palabras. Yo pensaba pero si el daño ya está hecho, si ya le habéis matado. Me daba tristeza que chavales tan jóvenes estuvieran en eso. Pero alguna vez cogía mi hija y le dolía, claro. Y eso ya no. Llamamos a la Ertaintza y nos cambiaron de teléfono».

La vida siguió después de ese hombre afable, campechano y que «hablaba hasta con las piedras». Jesús Mari Pedrosa. Alguien de HB le dijo una vez a su viuda que la banda «se equivocó con tu marido». Ella, con esa paz que transmite, replicó: «ETA se equivocó con todos».

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