

Hija del edil del PP de Errenteria asesinado por ETA
Naiara Zamarreño: «Fue horroroso el acoso que aguantó mi aita»Secciones
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Hija del edil del PP de Errenteria asesinado por ETA
Naiara Zamarreño: «Fue horroroso el acoso que aguantó mi aita»«Mi aita era un valiente, era un demócrata, un pacifista, luchaba contra el terrorismo con la palabra». A Naiara Zamarreño se le escapan las ... lágrimas cuando expresa, con un inmenso amor, quién era su padre, Manuel Zamarreño, el concejal del PP de Errenteria asesinado por ETA con una motocicleta bomba el 25 de junio de hace veinticinco años. La hija del calderero donostiarra que trabajó en Astilleros Luzuriaga hasta que la reconversión industrial le dejó en el paro, comparte con este periódico un paseo por los lugares de memoria de su aita. La cita comienza en la calle Basanoaga número 6, el bloque de viviendas donde el matrimonio Zamarreño Fernández y sus cuatro hijos, los dos mayores de otro padre, -Jon de 25 años, Joseba de 19, Naiara de 15 e Imanol de 13- tenían su hogar, un modesto piso de 45 metros cuadrados. Junto al portal del barrio de Capuchinos siguen aún la farola y la papelera en las que anudaba la goma, la estrecha acera donde saltaba a la cuerda o pasaba las horas jugando con otros niños del barrio y su inseparable hermano Imanol. En esa misma calle se hicieron visibles las amenazas al político popular: las dianas en el portal, su coche pintado de rojo y amarillo y rociado con ácido sulfúrico, hasta que terminaron por quemárselo. Para entonces ya estaba afiliado al PP e iba a los mítines. Había mostrado su interés y cercanía por el partido por afinidad a José Luis Caso, con quien trabajó en Luzuriaga y al que sustituyó como concejal del PP de Errenteria después de que lo mataran el 11 de diciembre de 1997, seis meses antes que a él.
-A su aita le gustaba recorrer el camino que va desde su casa hasta Pasaia.
-Mucho. Mis padres hacían recados a menudo en Pasaia porque era un paseo bonito y lo tenían muy cerca. Recuerdo el día que le echaron pintura roja y amarilla y ácido sulfúrico en el coche. Todas las huellas señalaban en dirección a Pasaia y allí que se fue. Yo le dije: «Te acompaño». Y cogimos el camino de Don Bosco hasta que se terminaron de ver las pisadas. Ese día un vecino que era carrocero se prestó para arreglarle el coche (se emociona). Este ataque fue el primer aviso. A los meses, cuando solo había pasado un mes del asesinato de José Luis Caso, se lo quemaron. Quedó totalmente calcinado. Hubo vecinos que echaron cubos de agua por los balcones...
-¿Qué decía su padre cuando le pasaban todas esas cosas?
-Es que mi aita era muy valiente (sigue emocionada). Decir no nos decía nada a nosotros, porque siempre nos ha protegido mucho. Supongo que lo hablaba con mi ama. Aquella vez hizo una declaración en El Diario Vasco. Me acuerdo que estaba con el perrito que teníamos y le decía: «Qué pronto te vas a quedar sin dueño». Pero delante de nosotros no decía esas cosas. Lo llevaba todo por dentro. Se había metido en esto de la política por convicción propia, por afinidad a José Luis (Caso). Una vez que lo asesinaron siguió en honor a él y a la lealtad que le tenía. Y porque luchaba contra el terrorismo, era un demócrata, un pacifista y luchaba con la palabra.
El recorrido con Naiara se detiene en otro de los lugares de sus recuerdos, el paseo de Don Bosco, desde donde se puede ver el puerto de Pasaia. En ese lugar está también la campa donde cada comienzo de verano encendían la hoguera de San Juan y hacían una afari merienda con amigos y vecinos. «En esa campa, está enterrado además el perrito que teníamos. Murió un año después del atentado, le atropelló un coche en un paso de cebra cerca de donde asesinaron a mi aita», rememora.
-¿Cómo entró en política?
-Me imagino que fue por José Luis y por la situación que vivíamos con los atentados. Se revolvía con todo lo que pasaba. Él era vasco, era español, era donostiarra, de la Real y le gustaba el país en el que vivía. Quería un País Vasco en libertad, pero en libertad para todos no solo para algunos.
-El asesinato de Caso fue un duro golpe para su padre.
-El día que mataron a José Luis, mi padre estaba ya en la cama. Mi madre andaba con las cenas de las mayores y escuchó la noticia. Me dijo: «Despierta a tu padre que han matado a José Luis». Fui. Él no dijo nada, se vistió y se fue para Irun. Allí estuvo. Ese día, al día siguiente... No dudó en decir que él iba a sustituir a Caso en el Ayuntamiento de Errenteria.
-¿A pesar del miedo lógico a que le ocurriera lo mismo?
-Seguro que pensó que el miedo es de cobardes. Yo sé que no lo dudó. Y eso que sufrió muchas amenazas, durante mucho tiempo. Una semana antes de que lo mataran, un día de esos que iba a Pasaia a hacer los típicos recados, un vecino salió al balcón y le dijo «Zamarreño, te vamos a matar».
Desde Don Bosco los pasos de Naiara se dirigen, con el corazón en un puño, hasta el lugar en que ETA hizo estallar la motocicleta bomba. Describe emocionada cómo ocurrió todo en la calle Sorgintxulo. Le costo años, casi veinte, pisar el lugar, pero conoce los hechos al milímetro.
El recorrido por las calles de Errenteria
Naiara Zamarreño fotografía el edificio remozado donde vivían, en el número 6 de la calle Basanoaga, en el barrio de Capuchinos.
Sentada en una de las mesas de la campa donde hacían la hoguera de San Juan y pasaban muchos ratos en familia y con amigos.
La hija de Zamarreño se arma de valor para posar en el lugar del atentado, donde relata los detalles de aquella trágica mañana.
El recorrido por los lugares que le recuerdan a su aita finaliza junto al mirador desde el que se divisa la bahía de Pasaia.
-¿Nadie reparó en la moto?
-Llevaba tiempo aparcada en la acera justo en la esquina. Este es el lugar donde mataron a mi aita -señala, de nuevo emocionada, sin poder contener las lágrimas-. A unos metros quedó herido grave el escolta, Juan Mari Quintana. Aquí fue esa escena que aparece en las fotografías de ese día, que son un poco desagradables. Sandra Carrasco me suele decir que cuando le preguntan qué atentados son los que recuerda, siempre dice que uno es 'el del pan'.
-Porque ese día su aita iba a una reunión en el PP, pero dijo que primero se acercaba a por el pan.
-Yo le dije que no hacía falta, que ya iba yo. Pero insistió. Se vistió y bajó. Me asomé a la ventana porque me gustaba ver con cuál de los cinco escoltas salía ese día. A los minutos escuché una explosión muy fuerte y me imaginé que algo le había pasado... Ese sexto sentido que tenemos. Salí corriendo, me acerqué a las escaleras del barrio y había algunas personas que decían que igual ha habido una explosión de gas, pero yo tenía ya mi run run en la cabeza. Hasta que una vecina detrás de mí dijo: «¡Qué hijos de puta!» Quise bajar las escaleras, pero no me dejaron. Volví sobre mis pasos. Mi madre limpiaba el portal y le dije: «Ama, vámonos a casa que algo ha pasado». Allí esperamos noticias. El aita tenía teléfono, pero nadie llamaba... Encendí la tele y en el teletexto en primera plana ponía: «Manuel Zamarreño, muerto en atentado». Lo leí en alto. Mi hermano se puso a vomitar. Mi madre, rota del dolor ayudando a mi hermano, en un momento me dijo: «¿Por qué no has ido tú a comprar el pan...?». Son cosas que se te pasan por la cabeza.
-Todo eso ocurrió hace 25 años...
-Algunas personas me dicen: «¿Han pasado ya 25 años...?». En ese tiempo hemos vivido muchas cosas y nos han pasado otras muchas. ¡Fíjate, no existe ETA! Pero, sin embargo lo recuerdas como si fuera ayer. Ese dolor se queda grabado para siempre.
-A pesar del tiempo transcurrido siguen pasando cosas que duelen aún a las víctimas. ¿Le molestó, por ejemplo, que EH Bildu incluyera a condenados de ETA en sus listas del 28-M o las web de memoria en ayuntamientos?
-Es una manera de revictimizar a las víctimas y de añadir más dolor al daño causado. Vuelves a revivir todo. En 2013 decidí aportar mi granito de arena porque creo en la convivencia. He hecho un gran esfuerzo y trabajo para que mis hijos tengan un futuro mejor y puedan vivir en un país en democracia y hablar libremente de quién era su aitona sin que nadie les juzgue. Cuando veo estas cosas siento que se echa por tierra lo que hemos hecho por ayudar.
-Usted se ha implicado en la convivencia, pero además siempre ha tenido a su lado a sus amigos y decidió quedarse a vivir en Errenteria a pesar de todo.
-Siempre he tenido ese hombro donde llorar, me he sentido muy arropada. Mi madre, en cambio, se quedó más sola si cabe.
-¿Ella tenía aquí sus amigos?
-Tenía las madres del barrio, pero enseguida le dieron la espalda.
-¿Esas madres que dice no querían que les vieran con la viuda de Zamarreño?
-Pero antes también. Cuando empezaron las amenazas y pintadas, las dianas eran el día a día. Cuando vi la primera me horroricé, después era normalizar lo anormal. Cuando salía del portal y volvía a ver otra nueva, le avisaba a mi madre: 'Ama que hay otra diana...'. Llamaba al Ayuntamiento, la borraban y hasta la siguiente... Recuerdo igual los carteles amarillo fosforito en todos los contenedores de camino a Errenteria, donde se leía 'Zamarreño, asesino'. Era horroroso. Era un acoso y derribo total contra mi padre. A mí me hubiera gustado preguntarle cómo se sentía, cómo puede una persona digerir eso y acostarse todas las noches con eso en la cabeza y decir: 'Hoy he librado. Y a ver mañana. Y tengo cuatro hijos que sacar adelante'. Fue muy duro. No sé cómo no le dio un infarto con lo que tuvo que tragar y aguantar. Es que iban a por él, estaba claro que le iban a matar. Era la crónica de una muerte anunciada, sabía todo el mundo que lo iban a matar. ¿No se podía haber hecho algo...? ¿Llevarnos a todos a Madrid una temporada...?
Desde la calle Sorgintxulo se accede al parque Manuel Zamarreño. Naiara y su hermano pequeño subían a ese lugar de críos con las bicicletas y pasaban las tardes con la merienda y jugando en los columpios. Con la bahía de Pasaia de fondo, hace balance de los 25 años transcurridos desde el día del atentado. «Mi padre se ha perdido muchas cosas, no solo familiares, sino momentos clave en la historia de Euskadi como la disolución de ETA... Pero todavía hay mucho camino por recorrer y eso es cosa de todos. Hago un llamamiento a las instituciones, pero no a los partidos políticos sino a las personas que ejercen la política, para que luchen por una sociedad democrática plena, en la que se condene el terrorismo porque matar estuvo mal. ¿Es tan difícil decirlo? ¿Es tan difícil decir que matar a Manuel Zamarreño estuvo mal? ¿Cuál es el problema? Hay que dejarse de tonterías y hablar alto y claro», reivindica. En 2024 se prevé que los etarras 'Txapote' y 'Amaia' vayan a juicio como responsables del asesinato.
El homenaje a Manuel Zamarreño en el parque que lleva su nombre está organizado este año por su familia, que ha querido «preservar el acto de connotaciones políticas». La ofrenda floral comenzará a las 11 de la mañana del domingo, cuando se cumplen 25 años del asesinato del edil del PP de Errenteria, el 25 de junio de 1998. Un atril con la fotografía del edil asesinado y unas velas acompañarán los minutos de silencio y la única intervención de Naiara Zamarreño que ha pedido que quienes asistan «sea porque realmente sienten que deben estar». Además de la viuda, Marisol Fernández, y tres de sus hijos, estarán representantes de todos los grupos municipales de Errenteria, encabezados por su alcaldesa, Aizpea Otaegi, de EH Bildu. Acudirá también Muriel Larrea (PP) y víctimas.
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