
Relevancia y cambio
El árbol de la ciencia ·
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El árbol de la ciencia ·
El cerebro reacciona ante los cambios para predecir el futuro, un proceso que consume energíaUna de las principales funciones del cerebro es realizar predicciones sobre el futuro. Para ello, se reorganiza continuamente en respuesta a los estímulos que recibe ... desde el entorno y desde el propio organismo. Sin embargo, no toda la información que fluye por sus circuitos es igual de relevante. Al cerebro le importa sobre todo el cambio porque lo que no cambia ofrece poca información sobre el mundo o el estado del cuerpo. La actividad neuronal implicada en detectar y responder al cambio consume energía.
Ignorar lo que no cambia mantiene el sistema en 'stand by', en modo ahorro de energía, preparado para detectar cualquier movimiento o transformación y poner en marcha el proceso adaptativo. El silencio neuronal es oro y energía no gastada. Violar la expectativa sorprende al cerebro que ha de activar redes neuronales alternativas para realizar una nueva predicción con el consiguiente consumo de energía. Es la imagen neuronal de la decepción. La especial sensibilidad neuronal al cambio tiene una lógica evolutiva: para sobrevivir hay que atender a los cambios. Esta máxima de la supervivencia, tiene una aplicación práctica en las actividades de estimulación cognitiva: Huya de la rutina procure que las tareas cambien con frecuencia. Algo monótono, inmutable, es poco estimulante.
El cerebro premia también las actividades a las que se dedica mucho tiempo. Las redes neuronales acaban reflejando lo que haces, fieles a la idea del darwinismo neuronal y acorde con el lema «úsalo o piérdelo». Adquirir la maestría requiere mucho entrenamiento (las míticas diez mil horas) y mucha motivación. La resonancia cerebral de músicos profesionales revela que el grosor de la corteza motora es mayor en las áreas implicadas en el movimiento de la mano. Como cabe esperar, un violinista presenta esta adaptación en las áreas motoras del hemisferio cerebral derecho por la enorme destreza que su mano izquierda posee para manipular correctamente las cuerdas (la derecha «simplemente» pasa el arco por ellas).
Por su parte, un pianista muestra la hipertrofia en los dos hemisferios porque sus dos manos son igualmente diestras. Un vistazo a una resonancia desvela la especialidad instrumental. El mismo fenómeno con topografía distinta se observa en otros profesionales excelentes, como los taxistas que adaptan su cerebro a su vasto conocimiento del callejero de la ciudad y a la necesidad de cambiar continuamente el lugar de recogida y el destino de los clientes. Tienen una memoria espacial superlativa y la región que alberga los circuitos implicados en esta función (hipocampo posterior, sede de las neuronas de lugar y en retícula, nuestro GPS natural) tiene un tamaño un 20% superior al normal, lo que parece protegerles del alzheimer. Lo interesante es que la adaptación es máxima si la ruta es cambiante. Es decir, no vale con hacer siempre el mismo recorrido, hablar siempre el mismo idioma, tocar siempre la misma pieza o repetir la misma jugada de ajedrez. El cambio debe ser constante. La repetición de una acción es aprendizaje hasta que se automatiza y pasa a asentar en otras regiones cerebrales.
En ese momento, la acción se ha convertido en un hábito y la plasticidad se desvanece. Es más, si continúa, pueden darse fenómenos de plasticidad excesiva y aberrante que se traducen en problemas neurológicos como espasmos, adicción u otros. Aquí, como en la vida, la moderación y el equilibrio son buenos consejeros (espero que algún político lea esta columna). Curiosamente, los algoritmos de IA no tienen ningún interés en la relevancia. Memorizan todo y detectan patrones, pero no tienen la capacidad de determinar si una acción o un problema es relevante. Es otra barrera insuperable para emular a la inteligencia humana. En resumen, más allá del deseo y del placer, el cerebro se mueve al son de la novedad que lo rediseña constantemente, tal y como hacen otros sistemas de organización complejos, como las sociedades: si el mundo cambia, el cerebro cambia, y más en un tiempo tan volátil y turbulento como este. Pero ¿qué es primero?
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