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Un ensayo de la ópera infantil, en 2016, con el Gigante y la reina María Cristina en escena. LOBO ALTUNA
El títere, el último arte de Néstor Basterretxea

Tolosa

El títere, el último arte de Néstor Basterretxea

Exposición. El Topic acoge hasta el 18 de mayo la muestra con las marionetas diseñadas por el artista para la ópera infantil 'El Gigante de Altzo', que no llegó a ver representada

Jueves, 24 de abril 2025, 20:42

Emmanuel Márquez Peralta, director de la ópera infantil 'El Gigante de Altzo', aseguraba que al escuchar la música «moderna, sencilla y apoyada en un coro infantil y en euskera» para la obra, sintió que hacía falta que la puesta en escena representase la escultura vasca defendida por Jorge Oteiza, Eduardo Chillida o Néstor Basterretxea, entre otros. Para su sorpresa, la buena relación entre el CIT y el bermeoarra daría pie a que se embarcara en un nuevo arte, en el que a la postre sería su último gran proyecto.

Durante estas semanas, y hasta el 18 de mayo, el ambigú del Topic recoge la exposición del proceso creativo y constructivo de los bocetos, títeres y material utilizado por Néstor Basterretxea para el apartado estético de esta ópera infantil producida por el CIT para la Capitalidad Cultural Europea de Donostia de 2016. El libreto, con la participación de un coro infantil y música en directo, explora libremente la vida de Miguel Joaquín Eleizegi Arteaga, en una aventura en el que el respeto al diferente es el mensaje que prevalece. Sin embargo, el artista polifacético solo pudo ver parte del proceso, sin llegar a disfrutar sobre el escenario de su contribución en el proyecto, al fallecer en julio de 2014.

Basterretxea aceptó la propuesta presentada por el CIT por un motivo muy simple: su espíritu explorativo en el arte. La del títere era una de las pocas disciplinas que no había llegado a probar, y con su hijo Jonan e Idoia Seijo, ambos del Taller Menina de Hondarribia, dando forma a sus ideas, se implicó en el cometido a sus 89 años. Como cuenta el propio Jonan Basterretxea, su padre fue «muy generoso, resolutivo, creativo y divertido» y «se metió de lleno» durante el año y medio de trabajo sobre esta obra que combinaba la modernidad, la tradición, la cultura vasca y su característico estilo abstracto.

El artista polifacético apostó por acercarse «a lo figurativo desde la abstracción» en marionetas y escenografía

La vejez no fue un impedimento, pues «era capaz de emocionarse en cualquier momento y todavía tenía la cabeza equilibrada. Durante el trabajo fue un pozo de memoria en cómo el arte se había abierto a propuestas escénicas relacionadas con el títere o la marioneta, como por ejemplo la escuela de arquitectura Bauhaus, o los pintores Joan Miró y Paul Klee», asegura.

La propuesta estética se realizó con bocetos a lápiz que después daba color. Era su hijo quien calcaba los dibujos en papel cebolla y entregaba a su padre para que los coloreaba, como ya lo hiciera en el proceso inicial de los murales de la cripta del Santuario de Arantzazu a principios de los años 80. Los tres, Idoia, Jonan y Néstor, fueron escena a escena diseñando cada elemento del espacio escénico. «Fue muy emocionante trabajar con él en esos momentos», afirma Jonan.

Realidad desde la abstracción

Los diseños finales respondían a las necesidades del guion pautado por Koldo Izagirre y la dirección de Emmanuel Márquez Peralta, con una escenografía y personajes con el sello abstracto del escultor. «Apuesta por acercarse a lo figurativo desde la abstracción, a la realidad desde una visión abstracta», explica el experto fabricante de títeres. Los rostros tridimensionales y sugerentes, con colores vivos, son la parte más representativa del estilo de Néstor Basterretxea.

La exploración de este nuevo arte que tanta ilusión y ganas le producían, le llevó a esbozar marionetas en diferentes formas de manipulación. No obstante, al estar sujetos a la limitación del movimiento, fue en los decorados donde encontró mayor libertad creativa. La «abstracción total» era patente, intuyéndose lo que representaba, y situaba a los personajes delante de «collages puros». Hasta usó sus propios trabajos para ciertas escenas, como cuando la muerte visita a Miguel Joaquín.

El Gigante de Altzo

Dentro de la exposición, y como protagonista enorme de la ópera infantil, llama la atención el títere habitable del Gigante de Altzo, de casi dos metros y medio. Hasta cuatro versiones –y una máscara– se realizaron del joven con gigantismo, partiendo de una marioneta de varilla, a otro de mesa y dos habitables. En todos ellos su piel de oveja y sus ramas, que crecen al igual que su cuerpo, simbolizan su deseo de volver a su tierra, de esa que se le priva desde que se convierte en una atracción controlado por el pirata HuyFu. Es el personaje más característico de los creados por Néstor Basterretxea, al que le marcó el gigantismo del hombre –llegó a medir 2,40 metros de altura– detrás del relato.

Asimismo, es el único que cuenta con un aspecto antropomórfico, «como una metáfora de que el monstruo es el verdadero humano de la historia», señala el dossier de la ópera. El escultor traza desde el abstracto y con esta pieza central «un código que apoye la música y que permita a los niños descifrar el universo del gigante».

El hecho de que fuera el último gran proyecto del escultor da mayor empaque a esta ópera infantil sugerente, que desgraciadamente no volverá a ser representada. Para Jonan Basterretxea, la «magia» de la obra estaba en su guion y la música, y el aporte de su padre, aunque destacado, es un «valor añadido». Así, la exposición del Topic, visitable hasta el 18 de mayo, es una pequeña mirada al broche colocado por Néstor Basterretxea en el arte de la marioneta.

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