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El 'zero waste', lo 'sustainable' y el 'upcycling' es más cosa de abuelos que de nietos. Que no te engañe el uso de anglicismos en ... el marketing verde. Seguramente no les oirás a ellos definirse como 'ecofriendly', pero lo son más que sus nietos. «No es ninguna sensación, es la realidad», señala Julio Barea, doctor en geología y experto en tratamiento de residuos.
El último informe de Ecoembes, la entidad encargada de la coordinación del reciclaje en España, pone el foco en esto precisamente: los más comprometidos con esta labor son aquellos que ya peinan canas. El trabajo, elaborado por la consultora Kantar, confirma que casi el 85% de las personas con más de 55 años asegura que recicla, mientras que el porcentaje desciende al 82% entre los de 16 a 26; y al 78%, entre los de 25 a 34.
«En realidad, ninguno recicla, lo que hacen es separar los desechos», ríe Barea, que también es responsable de la campaña de reciclaje de Greenpeace. La que luego aprovecha esa basura o no y la transforma o no es la planta a la que llega. Este 'patinazo' en el lenguaje parece una tontería, pero evidencia que en materia verde, «pinchamos» en la teoría y en la práctica.
Los últimos datos hablan de que en nuestro país se recicla aproximadamente el 35% de los residuos totales cuando «el objetivo de la UE es del 50%». En cifras tangibles esos son muchas toneladas: en 2022 (últimos datos del INE) se recogieron 23 millones y solo 5 fue lo que se llama recogida separada. «Prácticamente, el 80% de los residuos se recogen mezclados», constata Barea.
– ¿Y dónde fallamos más?
– Sin duda en el contenedor amarillo.
Lleva nada menos que 25 años con nosotros, pero seguimos sin saber a ciencia cierta si hay que tirar en él la muñeca que se ha quedado vieja, la palangana que no usamos, la bandeja en la que viene el pescado... El año pasado, el 32% de lo que acabó en él no eran envases, es decir, no pudo ser reciclado en las plantas que hay para ello. «Y cuidado con los briks», avisa el experto.
– No me irá a decir que no los tengo que tirar a él.
– Por supuesto que no. Pero que vayan al contenedor amarillo no quiere decir que puedan aprovecharse. Son multimaterial. En España solo hay una planta que pueda tratar todos los elementos de los que están compuestos por separado... Y no da abasto. Además, lo único que se recupera de ellos es el papel, el resto se desecha.
Esta situación de confusión de dónde tirar qué no entiende ni de géneros, ni de situaciones personales ni de edades. Pero la inquietud por hacerlo bien sí. Y los jóvenes siguen saliendo mal parados. La preocupación medioambiental de los chicos y chicas entre los 16 y los 24 años se desploma a pasos agigantados pese a ser la generación en la que el reciclaje es casi materia de examen en los colegios.
El informe 'El consumo sostenible y los productos certificados 2024' realizado por la plataforma Clickoala pone cifras a ese descenso:ha pasado en cinco años de un 45 % (en 2019) a un 23 %. Lo califica de «notable», sobre todo teniendo en cuenta que en los segmentos de mayor edad, de 55 años en adelante, es de un 49%. «Son los más interesados por la sostenibilidad».
Carmen Pacheco, profesora de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), cree que esta brecha tiene que ver con el carácter o las vivencias de las personas de más edad. «Muchas de ellas vivieron en épocas en las que la reutilización, el ahorro y el consumo consciente eran prácticas habituales. Durante décadas, han practicado el consumo responsable a través de la reutilización, la reparación y el ahorro de recursos, aunque sin la etiqueta de 'ecologismo' y sin ser conscientes de que, en muchos casos, estaban aplicando principios de la economía circular», explica. Es decir, lo traen de serie por haber vivido en una sociedad de escasez, no de abundancia.
Por otro lado, Barea apunta a que de los 16 a los 24 años es un periodo de la vida agitado y eso no solo se refleja en los estudios o la relación familiar.«Se rebelan contra todo, incluido esto». Sería, por tanto, una expresión más, como el discutir la hora de llegada, hacerse un tatuaje o ponerse un 'piercing'. Xavier Moraño, director del informe de Clickoala, también cree que tiene que ver con esto. «El gran número de noticias con el mensaje de que cada vez vamos a peor les produce frustración, indiferencia y desconfianza», explica. Mientras que en sus vidas lo que funciona es la gratificación inmediata.
–¿Hay que dulcificarles la historia?
– La solución pasa por generar ilusión por formar parte de algo grande y por trasladarles actos que realmente puedan cambiar las cosas.
Los tetrabriks van al contenedor amarillo, pero es mejor apostar por otros envases. Si vas a comprar leche, por ejemplo, mejor la botella blanca, que es más fácil de reciclar, explica el experto en estos temas Julio Barea. «Aunque si quieres bordarlo, mejor de vidrio rellenable, aunque es más cara y más difícil de encontrar».
El papel film te sirve, pero es una opción mala porque se recicla «fatal» y si está sucio debe ir al contenedor normal. El de aluminio «al ser un metaloide se recupera más fácil» en la cinta donde cae toda la basura que llega a una planta. ¿Lo ideal? Otro tipo de materiales reutilizables.
«Ambos envases son fáciles de separar», señala el responsable de Greenpeace.
Si a tus hijos los juguetes ya se les quedan pequeños, el lugar al que tienen que ir si no encuentran nuevo dueño o están rotos es a un punto limpio. Da igual si son de plástico o de metal.
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