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Veamos, ¿a quién le suena esta escena? Estamos con nuestra pareja comiendo, viendo una serie o dando una vuelta y, de repente, el móvil aparece ... en nuestras manos como por arte de magia –no nos han llamado, no, lo hemos cogido nosotros solitos– y empezamos a wasapear... En pocos segundos, nuestra atención 'vuela' a otra parte, muy lejos de allí y de la conversación que teníamos con esa persona real que tenemos al lado y que de repente queda borrada porque estamos en otro mundo, en otra historia (hasta nuestra cara nos delata, sonreímos, ponemos gesto de preocupación...). ¿Qué le ocurre en esos momentos a la parte 'ignorada'? Pues pueden pasar dos cosas... y una de ellas no es muy previsible y quizá nos quitaría las ganas de atender al móvil.
Empezaremos por la primera reacción, la habitual, cuando se produce esta situación: la persona ninguneada llama la atención a la otra, con mejores o peores maneras, y ya se instala entre los dos un abismo cargado de mal rollo que suele desembocar en bronca, reproches y lanzamiento olímpico de trapos sucios (¡y todo ha comenzado por el móvil!). En la refriega surgen las frases clásicas: «A ver, qué he dicho, que no te has enterado porque estabas con el puñetero móvil», «todo el día igual, ausente», «que son cosas del curro, qué quieres que haga», «oye, que tú también estás con el móvil muchas veces y yo no digo nada», «miras más al móvil que a mí», «qué hay ahí tan interesante para que pases de todo», «luego te llamo yo y no me coges»...
Vamos, que no es de extrañar que los psicólogos especializados en terapia de pareja vengan advirtiendo de que el teléfono se ha convertido, quizá, en el enemigo número uno del amor. O, si queremos bajar un poquito en la escala de romanticismo, en un obstáculo para el bienestar de la pareja. Y así lo avala un reciente estudio de Gleeden –plataforma europea de encuentros extraconyugales para mujeres, con 12 millones de s en varios países–, que revela que el 76% de las personas encuestadas se queja de que su pareja es «socialmente adicta», es decir, dedica más de dos horas diarias a las redes sociales, algo que ha generado riñas, según ite el 71% de las personas consultadas. «Además, el 63% confiesa sentirse frecuentemente ignorado por su pareja, dado que está constantemente enganchada a su 'smartphone'», recoge el estudio.
El fenómeno está tan extendido que ya tiene nombre: 'phubbing', una palabrita que combina phone ('teléfono') y 'snubbing' ('despreciar') y que, simplificando, significa prestar más atención al teléfono que a la conversación, sea o no con tu pareja, aunque, eso sí, es en el plano amoroso donde esta práctica se vuelve más sangrante.De hecho, la Universidad Carlos Albizu, de Puerto Rico, realizó una investigación en la que se revelaba claramente que a más 'phubbing', peor relación con la pareja «y un efecto indirecto en el bienestar psicológico y la salud mental».
Claramente, cuando el móvil se interpone en una pareja se produce una pérdida de comunicación e intimidad, pero también un ataque a la autoestima de la persona ignorada. «También hay que tener en cuenta la inseguridad y los celos que esto puede generar –añade Lydia Padilla, psicóloga y sexóloga de Gleeden–. Si le dedicamos tiempo al teléfono, se lo estamos quitando a cosas que son importantes y, en este caso, a la pareja», afirma. Y esto redunda, como hemos visto, en una peor relación, en síntomas depresivos y de ansiedad en algunos casos y, según un trabajo publicado por el Instituto de Estudios sobre la Familia de EE UU, también en menos sexo. El estudio, cuyo nombre es muy elocuente –'A mayor scroll, más problemas conyugales'–, sentenció que las parejas con mayor autocontrol en el uso de la tecnología declaraban tener relaciones sexuales más frecuentes.
Y ahora vamos a hablar de otro daño colateral, que quizá no esperamos, de ignorar a la pareja por usar el móvil: sin saberlo, estamos empujando al 'ignorado' a coger su propio móvil para suplir nuestra ausencia y, por tanto, hacia una posible infidelidad... «Estás denotando desinterés y falta de atención y precisamente este es uno de los principales motivos que desembocan en la infidelidad, algo que me encuentro habitualmente en consulta –indica Padilla–. Se quejan de que su pareja habitual siempre tiene algo que hacer que es más importante que ellos. Esto es un rasgo común que suelen tener casi todas las parejas en las que empieza una infidelidad: la pérdida de un espacio de calidad. Y, cuando lo pierden, lo buscan fuera».
De este modo, un 28% de personas ite que, debido a la adicción al móvil de su pareja, ha empezado a flirtear con otras personas, principalmente con compañeros de trabajo (39%), seguidos de exparejas que reaparecen en las redes sociales (27%), amigos comunes (25%), entrenadores personales (17%) y vecinos (5%), tal y como revela el estudio de Gleeden.
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