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El bloc del cartero

Cónclave

Lorenzo Silva

Viernes, 23 de Mayo 2025, 08:45h

Tiempo de lectura: 5 min

Discrepan nuestros lectores al valorar la liturgia en torno a la sucesión en el trono de Pedro. Protesta uno por la atención prestada a las vicisitudes en la jerarquía de una confesión religiosa en un estado aconfesional, declara otro su fasci-nación por la capacidad para abolir el tiempo y retrotraernos a otras épocas que mantienen los rituales vaticanos. Ya sea desde la aceptación del misterio o desde el escepticismo, no cabe duda de que esa reunión de un centenar largo de varones vestidos de rojo tiene una influencia que llama la atención en una era esencialmente descreída. Con la crisis de la fe viene también la del resto de las certidumbres, y flota en el aire la sensación de que, como escribió el filósofo Eduardo Gil Bera, nada fluye y todo tiembla. Ahí tiene León XIV una oportunidad. Y da la sensación de que lo sabe. .


LAS CARTAS DE LOS LECTORES

Empapados

Desde la muerte del papa Francisco hasta la entronización de León XIV ha habido un despliegue informativo sin precedentes, tanto en la televisión pública como en las privadas: no había otra cosa que ver que informaciones y sesudos debates sobre estos papas. Sorprende que, en un Estado aconfesional como el nuestro, se dé semejante cobertura. No niego que estos hechos sean noticia, pero pareciera que no hubiéramos abandonando la confesionalidad del Estado, tan tradicional en España. Maravilla, también, el boato y liturgia de un poder fáctico, lleno de privilegios, ante el que los diferentes gobiernos democráticos han hecho y siguen haciendo genuflexiones incomprensibles.

Pedro Serrano. Antoñán del Valle (León)


Ancestral, primitivo

Terminó el cónclave y, por unas horas, el mundo volvió a mirar hacia lo más insólito: una chimenea. En plena era digital, con inteligencia artificial, redes sociales, realidad aumentada y noticias al segundo, millones de personas esperaron en silencio a que de una pequeña estructura de ladrillo saliera humo. Blanco o negro. Un lenguaje ancestral, primitivo incluso, que aún tiene el poder de paralizar al planeta. Es, simplemente, fascinante. Rodeados de pantallas que prometen inmediatez, preferimos mirar al cielo vaticano, como si necesitáramos volver a una liturgia más lenta, más humana. No hubo push notifications ni filtraciones ni comunicados oficiales. Solo humo. Y, sin embargo, ahí estábamos todos. Porque en el fondo, quizá lo que nos atrapa no es el ritual religioso en sí, sino la idea de que todavía hay lugares –y momentos– donde el misterio sobrevive. Donde no todo está programado. Donde el tiempo se detiene y el mundo entero espera una señal tan sencilla como un color en el aire.

Carlos Colomer. Correo electrónico


Adolescencia y verdad

Acabo de ver la serie Adolescencia. Es dura y no moraliza. Solo presenta una realidad compleja, entrelazada, que nos obliga a pensar en qué mundo crecen nuestros hijos, qué mensajes consumen, qué saben sobre la verdad de la vida, quién los acompaña, quiénes son sus referentes... A pensar, en definitiva, en lo frágil que puede llegar a ser la adolescencia… y en la dureza que puede albergar cuando no se la escucha o cuando se les intenta engañar sobre la verdad de lo que ellos son y de lo quepueden llegar a ser. Tras ver la serie te entra miedo, te ves sin respuestas, sin saber qué hacer, solo deseas que no le pase a nadie de tu familia. Y, sin embargo, sí se puede educar bien a los adolescentes, hay muchos que lo están, los conozco. Para lograrlo habría que empezar quizá recordándoles que la verdadera felicidad se halla en procurar hacer felices a los demás. Si lo aliñas con la confianza, el cariño, la paciencia, el tiempo de dedicación y la ayuda de amigos que saben, se puede, claro que se puede.

Ernesto López-Barajas González. Valladolid


El nexo entre Madrid y Cataluña 

Con frecuencia en nuestro discurrir por Madrid por sus calles, plazas y parques nos topamos con el profuso y bello arte catalán. La mayoría de esculturas de El Retiro son obra de artistas catalanes, como las sirenas y leones de su estanque; Espartero y los famosos atributos de su caballo están ahí gracias al tarraconense Pablo Gibert, y en la plaza de Colón vemos la hermosa talla de Julia, de Jaume Plensa, por citar algunos ejemplos. Pero muchos desconocen que la mayoría de la escultura taurina madrileña es obra del barcelonés Luis Sanguino (El Yiyo, Manolete, Antonio Bienvenida), así como una de las cuatro tallas de Cervantes en Madrid. Es el profundo nexo entre Madrid y Cataluña, más de lo que creemos.

Francisco José Eguibar Padrón. Madrid


Habla, Samaniego

«Salicio usaba tañer la zampoña todo el año». Se han impuesto las redes sociales como forma de vida, a tal punto que se dice que «si algo no está en redes sociales, no existe». «Y por oírle, el rebaño, se olvidaba de pacer». Obviando el apesebramiento al que nos someten, las redes tienen un indudable valor económico y empresarial; sin embargo, frecuentemente engañan nuestra percepción de lo real: sí, es posible parecer altruista en una red y ser un monstruo fuera; sí, hay cosas importantes que quedan fuera de las redes sociales y también lo hago constar. «Mejor sería romper la zampoña al tal Salicio; porque si causa perjuicio en lugar de utilidad, la mayor habilidad, en vez de virtud, es vicio». No seré yo quien rompa nada, pero rompo con ese mundo falso: si me permiten elegir, prefiero el calor de un abrazo a un like, una mirada directa (cuántas cosas enseñan las miradas) a una interacción virtual y la luz del sol a la engañosa luz de una pantalla embaucadora.

Samuel García Moreno. Logroño


LA CARTA DE LA SEMANA

El raro

texto alternativo

+ ¿Por qué la he elegido?

Porque toda vida humana que se cierra merece su elegía, y esta a su vez la ilumina.

Hace sol y nubes, el aire del norte confunde, ahora siento calor y, al rato, frío. El parque está divino; el césped, lleno de margaritas. Me siento en el banco donde te sentabas a leer el periódico. Hoy está vacío. Y te recuerdo, te siento como si estuvieras ahí contándote dónde iba, qué hacía... dándome cuenta de lo poco que sabía de ti, porque no eras de contar ni yo de preguntar. Te conformabas con poco: un paseo, un par de vinos con tu amigo de la infancia. Vivías solo y tranquilo. Las tardes leyendo, casi ni salías. Estabas sano y no sospechaste que un dolor de estómago causaría tu adiós. Un fin de semana entero sin querer ir a urgencias. «Te llevo», insistía tu amigo, el hospital a cinco minutos de tu casa. «El lunes voy al médico». No te dio tiempo. Una magdalena y un té en la mesa de tu cocina dieron fe de ello. La autopsia, peritonitis. Te hubieras salvado, amigo. 'El raro', te llamaban; yo, Fernandito. Una paloma se posa en una rama, un banco vacío, un adiós, un hasta luego, amigo.

Magdalena Calvo. Correo electrónico

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