Las armas de hueso de ballena nacieron en el Golfo de Bizkaia hace 20.000 años

«Las ballenas son los animales vivos más grandes de la Tierra y las poblaciones actuales de muchas especies son solo una fracción de su abundancia pasada. Antes de que la caza intensiva de ballenas diezmara las poblaciones de la mayoría de las especies, las ballenas eran una valiosa fuente de alimento y otros recursos, por ejemplo, aceite, hueso, barbas», plantea el artículo, firmado por Krista MCGrath y Laura G. van der Sluis con otros 19 investigadores de diversas universidades y entidades científicas, entre ellas la Universidad de Cantabria, la Autónoma de Barcelona, la de Oviedo y la de Salamanca, y la Sociedad de Ciencias Aranzadi en San Sebastián. Los cetáceos «fueron una parte clave de la subsistencia para muchos grupos humanos costeros en todo el mundo, incluidos cazadores recolectores y agricultores neolíticos».

Pero conocer el comienzo del uso de los huesos de ballena es complicado. Buena parte del registro arqueológico se ha perdido. Durante el Paleolítico Superior el nivel del mar era mucho más bajo que el actual y la línea de costa estaba mucho más alejada, en lo que ahora es mar adentro. Gran parte de ese registro está ahora bajo el agua, fuera del alcance de la arqueología. «En la mayoría de los casos, la única evidencia disponible es indirecta, en forma de materiales de origen costero transportados por personas a sitios del interior». En Europa, varios yacimientos atribuidos a la cultura Magdaleniense Medio y Superior (hace aproximadamente 19.000 a 14.000 años) en el suroeste de Francia y en la costa cantábrica española «han proporcionado un valioso registro de este tipo de evidencia».

En su investigación, McGrath y sus colaboradores han analizado con los medios técnicos más punteros una gran muestra de objetos de hueso trabajados obtenidos de 26 cuevas y abrigos rocosos magdalenienses en la región cantábrica y el suroeste de Francia, todos identificados como hechos de hueso de ballena. «También analizamos 90 fragmentos de hueso sin trabajar de la cueva de Santa Catalina, en Lekeitio (Bizkaia), también atribuidos a ballena», que mostraban trazas de haber sido manipulados.

Los análisis demuestran que aquellos grupos de cazadores recolectores aprovecharon los «cadáveres de al menos cinco especies» de cetáceos «a partir de aproximadamente 20.000 años». Estas fechas «representan, hasta donde sabemos, la evidencia más antigua para el trabajo de hueso de ballena por parte de cazadores recolectores. Colocan el inicio de esta industria al comienzo del Glacial Tardío, cuando el nivel del mar comenzó a subir nuevamente después del mínimo del Último Máximo Glacial (LGM)».

Hubo un momento álgido en la explotación de este recurso natural, entre aproximadamente 17.500 y 16.000 años, cuando «la cantidad de evidencia arqueológica aumenta drásticamente y la distribución geográfica de los objetos se expande, abarcando un área entre Asturias y los Pirineos centrales, quizás con una extensión hacia el norte y el este de la cuenca de Aquitania». Esto concuerda con la «evidencia arqueológica que muestra la existencia de redes activas de intercambio/difusión entre la costa cantábrica y los Pirineos centrales en ese momento» con materias primas líticas, arte y herramientas.

La mayoría de los objetos hechos de hueso de ballena son elementos de armas, puntas de proyectil, lanzas o azagayas, y piezas de enmange «tipológicamente similares a las puntas de asta que constituyen una gran parte del equipo de caza magdaleniense». de hecho, por lo que se puede apreciar en su elaboración, las técnicas «no difieren de las utilizadas para trabajar el asta».

El estudio de los materiales con técnicas avanzadas ha permitido identificar las especies de los que se obtuvieron estos huesos. Se obtuvieron de «grandes cetáceos que se alimentan predominantemente en alta mar o en zonas de aguas profundas cercanas a la costa como el Golfo de Bizkaia, a saber, rorcual común, cachalote y ballena azul. Es extremadamente improbable que estas especies hubieran sido accesibles a los cazadores recolectores del Pleistoceno europeo de otra forma que no fuera a través de métodos de adquisición pasiva». Es decir, aprovechando ejemplares varados o a la deriva. «Además, la lista de taxones identificados también incluye especies cuya ecología las acerca sustancialmente a la costa, a saber, ballenas grises, ballenas francas/arcoespinosas y marsopas comunes». No hay indicios de que los cazadores recolectores de este periodo dispusieran del tipo de arpón necesario para cazar estos animales. «En conjunto, pues, las pruebas arqueológicas apuntan hacia una adquisición oportunista de los recursos balleneros en el Golfo de Bizkaia durante el Magdaleniense, a diferencia de lo ocurrido en periodos más recientes se convirtió en una zona de caza activa de ballenas».