
Secciones
Servicios
Destacamos
Un busto de Ignacio Zuloaga da la bienvenida al visitante a la sala. A su izquierda, el retrato que el pintor eibarrés dedicó a Juan ... Sebastián Elcano en 1921 dirige su mirada esquiva en dirección al ventanal por donde continúa el recorrido. En una primera impresión, la sala de arte histórico que recoge la exposición permanente de pintura del Museo San Telmo parece diferente. «Por su forma no se prestaba a muchos cambios», dice su directora Susana Soto pero ahora, y tras doce años de exhibición, la sala he completado una primera fase de renovación integral que culminará a lo largo de 2024.
Un lavado de cara que se ha traducido tanto en su forma como en su contenido. Para el primer caso, «se ha prescindido de ese toque histórico, como de gabinete, que abandona la museografía anterior, evocadora de los museos decimonónicos». Y así, la alargada sala se ha dividido en diferentes compartimentos. Ya no se trata de una sucesión de paredes altas recubiertas de arriba a abajo por una obra tras otra; ahora, una serie de muros quebrados delimitan el recorrido expositivo en forma de paseo libre.
Tampoco verán los «clásicos» acabados en madera de iroko o los sistemas de colgado a través de varillas, sino más bien una estética «neutra» que permite al espectador disfrutar más y mejor de las piezas «sin distracciones decorativas». En ese sentido, la reducción del número de obras expuestas resulta clave.
«Se ha optado por una selección más exhaustiva y exigente en el que hay menos obras pero de mayor calidad y más representativas del momento histórico», aclara Soto. La filosofía del 'menos es más' para dedicar a cada pieza su espacio y tiempo. «Son títulos que tienen un peso especial y que requieren verse de una manera más calmada», completa Nerea Izagirre, responsable de la exposición permanente de San Telmo.
La muestra consta a partir de ahora de 101 pinturas, 80 de las cuales pertenecen a la colección de San Telmo, 20 a los depósitos del Museo del Prado y una —'Embarcadero', de Francisco Iturrino (1984)—, cedida por el Museo Bellas Artes de Bilbao. Entre este centenar, se han incorporado para la ocasión nueve obras nuevas que estaban custodiadas en Gordailua, así como el 'Elcano' de Zuloaga, que ha 'viajado' desde el Palacio Foral hasta el museo en sustitución de dos obras del eibarrés que han sido prestadas para un monográfico en el Kunsthalle de Múnich.
Además, se ha estrenado un espacio específico a obras invitadas con la acuarela 'Balneario La Perla del Océano' (1910), un dibujo original de 3 metros de longitud que el arquitecto Ramón Cortázar presentó como parte de su proyecto para la construcción de un palafito sobre el paseo de La Concha. Estará expuesto hasta el próximo 26 de mayo.
Como un paréntesis alrededor de la sala central ejercen los dos espacios que abren y cierran el recorrido: la sala Zuloaga y la sala Ortiz Echagüe, dedicadas cada una en exclusiva a ellos. Tras la primera, continúa el paseo frente a «algunos de los mayores exponentes del retrato de las cortes»: ese 'Felipe III', de Rodrigo de Villandrando; y el 'Sebastián, rey de Portugal', de Sánchez Coello.
LOS DATOS
Contenidos: 101 pinturas: 80 de la colección de San Telmo, 20 de los depósitos del Museo del Prado y una cedida por el Museo Bellas Artes de Bilbao.
Sala Zuloaga: 9 obras y el busto del artista realizado por el escultor Julio Beobide.
Sala Central: Recorrido cronológico del siglo XV a 1925, por El Greco, Rubens, Guido Reni, Alonso Cano, Fortuny, Sorolla, Olasagasti, Zubiaurre...
Sala Ortiz Echagüe: 7 obras y 'Mujeres de Tafilalet', en préstamo por el BBAA de Valencia.
Obra invitada: 'Balneario La Perla del Océano', de Ramón Cortázar (1910). Acuarela. Hasta el 24 de mayo.
Retratos que se ubican ahora en contraste con la temática religiosa, donde destaca la 'Casta Susana' —cuadro «que fue atacado por alguien que le clavó una navaja en los pezones»—, y 'La Magdalena despojándose', ambas acompañadas por dos figuras en madera policromada de San Sebastián.
La iconografía religiosa permanece en estos primeros pasos por los siglos XV y XVII, entre retratos por un lado, y paisajes por otro. Hasta la llegada del Barroco y su «explosión» a cargo de Mateo Cerezo y su 'Inmaculada Concepción' (1661-62). En este punto de la muestra pasamos de las obras «más estáticas al puro movimiento» para concluir en la Sala Ortiz Echagüe, con el imponente 'Fiesta de la Cofradía de Atzara' y sus más de cuatro metros de longitud.
Como novedad, a lo largo de su visita el podrá consultar a través de un código QR y en su dispositivo móvil hasta 15 de las piezas en «híper alta resolución», desde la app Second Canvas. Cada trazo y cada detalle en su máxima expresión y en versión digitalizada.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
No te pierdas...
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.