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El récord del mundo de salto de longitud es el 8,90 de Bob Beamon en México. Carece de cualquier importancia que alguien saltara más una vez –Mike Powell lo hizo (8,95)–, lo que cuenta, lo que está en la memoria de los aficionados y en la cultura popular es la foto de Beamon volando en el cielo azteca. Por el mismo motivo, que Mark Cavendish (Deceuninck) no batiese ayer el récord de victorias de etapa en el Tour que comparte con Eddy Merckx (34) carece por completo de importancia. Porque encima del 'Caníbal' no hay nada y estar a su altura es la mayor hazaña concebible.
Merckx sigue siendo el límite. Como todos los récords y todos los grandes de la historia del deporte, hay algo intangible en sus marcas. Nada impedía que Cavendish ganara ayer. Un sprint claro, abierto, una competencia a la que ha sometido con facilidad y el mejor equipo para lanzarle. Nada salvo el halo de Merckx, el entrar en un territorio desconocido.
Ese misterio que envuelve a los grandes se personificó en Wout van Aert, que ganó el sprint más simbólico, el de los Campos Eliseos, para negarle el paso a Cavendish. Un belga preserva el récord de otro.
La perfección
Van Aert merece un monumento por lo que ha hecho en este Tour y su sprint de ayer no es su menor obra. Rozó la perfección. Hizo que Teunissen –ganador de etapa y maillot amarillo en un Tour, aquí nadie va corto de efectivos– le lanzase por las vallas del centro de la avenida, con lo que cerraba el paso a Cavendish por su izquierda. Fue el gran error del británico, que desdeño la rueda de su lanzador, Morkov, para elegir la del belga. Esta vez, el instinto le falló.
Atrapado su rival, Van Aert no hizo concesiones. No cometió el error de Philipsen en Fougères, en la cuarta etapa, cuando le dejó espacio para pasar por su derecha y Cavendish se le coló. Esta vez, Van Aert fue implacable y cerró la puerta por completo. Consciente de su error, el británico entró en meta golepando el manillar. No pudo salir para imponer su mayor velocidad. Con Van Aert delante, las vallas a la izquierda y Philipsen a la derecha, no había hueco.
Van Aert cerraba una actuación imponente con esta victoria, que obliga a poner sobre la mesa la cuestión de sus opciones de ganar el Tour un día. Ha ganado una etapa de alta montaña, la de los dos pasos por el Mont Ventoux, una contrarreloj y el sprint de París, estas dos últimas de forma consecutiva. A los 26 años, sus límites están por definir.
Con un físico apabullante, 1,90 y 78 kilos, su evolución podría venir de una mayor regularidad. Ha demostrado que puede andar con los mejores en todos los terrenos –se sujeta bastante bien incluso en la alta montaña–, pero sostener eso durante 21 días seguidos requiere una dedicación extraordinaria.
Que ayer ganase el sprint de París no hace sino confirmar la polivalencia de un ciclista que ha sido campeón del mundo de ciclo-cross, ha ganado la Milán-San Remo, domina la velocidad, la contrarreloj, es agresivo... Todo lo que ha hecho en este Tour tiene un mérito enorme de por sí, agrandado por la actuación de su gran rival, Van der Poel, en la primera semana, que amenazaba con eclipsarle. Ha respondido como un campeón, a lo grande, y ahora apunta a los Juegos Olímpicos.
En el sprint de ayer, superó a Philipsen y Cavendish, con Alex Aranburu (Astana) octavo. En su primer Tour, el ezkiotarra ha logrado tres puestos entre los diez primeros, dos sextos y el octavo de ayer en París.
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