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El abrazo de Urkullu y Ortuzar, del PNV, tras el anuncio del fin de ETA

PNV, del trabajo en la sombra a la exigencia ética

El papel de los jeltzales ·

Urkullu y Ortuzar, líderes del EBB y BBB, se fundieron en un abrazo tras el anuncio de hace diez años. «Fue el de toda una generación, la de aquellos que no habíamos vivido sin ETA»

Miguel Villameriel

San Sebastián

Sábado, 16 de octubre 2021

Iñigo Urkullu ha gestionado como lehendakari la mayor parte de la década que ha transcurrido desde que ETA anunció el cese definitivo de la violencia, pero en los meses previos a ese esperado comunicado le tocó empujar desde la sombra, desde la oposición en Euskadi, para que esta vez sí pudiera ser la definitiva. Urkullu era presidente del EBB del PNV y líder de la oposición al Gobierno de Patxi López en aquel 2011 en el que todas las piezas empezaron a encajar para que ETA se convirtiera en un episodio del pasado. Fuentes cercanas al hoy lehendakari -llegó al poder tras las elecciones autonómicas de 2012, y ahí se mantiene- recuerdan la «gran implicación» que tuvo Urkullu para contribuir a montar la «pista de aterrizaje» que facilitó el abandono de la violencia por parte de la organización armada, así como la «alegría» y el «alivio» que sintió cuando por fin se hizo público el comunicado de ETA. Lo primero que hizo fue llamar a su familia y a los presidentes del EBB que le habían precedido para compartir la buena noticia.

También se fundió en un emocionado abrazo con Andoni Ortuzar, entonces presidente del BBB y uno de sus más estrechos colaboradores en aquellos tensos meses de 2011. El hoy líder del EBB rememora para este periódico que aquella mañana del 20 de octubre se hizo larga. «Nos habían confirmado que ese día saldría el comunicado de ETA, pero pasaban las horas y no terminaba de llegar. Al fin se hizo público a primera hora de la tarde y recuerdo que Urkullu y yo nos dimos un largo abrazo». Ortuzar asegura que, «más allá del alcance político de la noticia, para nosotros tenía un importante componente humano: Urkullu y yo somos de la misma generación, de principios de los 60, los años en los que se creó ETA, por lo que no habíamos vivido otra cosa que no fuera la existencia de ETA. Así que fue el abrazo de toda una generación que por fin se quitaba ese peso de encima».

Aquellos primeros momentos de emoción en Sabin Etxea dieron paso a algunas imágenes de celebración poco habituales en los dirigentes del PNV. Urkullu incluso posó ante los fotógrafos con una copa a modo de brindis, aunque a buen seguro no llegó a romper su hábito de no beber alcohol. No estuvo solo, ya que en las imágenes de aquel día puede verse a la plana mayor jeltzale, entre ellos el presidente del GBB, Joseba Egibar, y el portavoz en las Juntas de Gipuzkoa, Markel Olano.

Esa explosión de alegría, con efecto champán, vino motivada por la extraordinaria presión que se había generado en los años precedentes. El PNV había pasado a la oposición por primera vez en Euskadi en 2009 con la llegada del socialista Patxi López a Lehendakaritza, pero al mismo tiempo Urkullu, como presidente del EBB, tenía una fluida relación con el entonces presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, que además necesitaba los votos del PNV para articular mayorías en el Congreso. En este contexto, Urkullu «decidió implicarse personalmente» en todo lo que tuviera que ver con favorecer el final de ETA, según constatan fuentes cercanas al actual lehendakari.

Urkullu contaba con la experiencia previa de las frustradas conversaciones de Loiola de 2006, cuando era presidente del BBB y Josu Jon Imaz lideraba el EBB, por lo que conocía de primera mano lo complicado que históricamente había sido hacer desistir a ETA de la violencia. Sin embargo, decidió adoptar un papel protagonista también en 2011, ya al frente del EBB, bajo el convencimiento de que era necesario un empujón para traer la paz a Euskadi. En los meses previos al abandono de la violencia de ETA, «Urkullu mantuvo muchas conversaciones con mucha gente», la mayoría de ellas discretas. Uno de los dirigentes con los que tuvo diversos encuentros y llamadas telefónicas fue con Zapatero, «con el que se fajó para favorecer que Bildu pudiera presentarse a las elecciones forales y municipales de mayo de 2011, persuadido de que la vuelta a la legalidad de la izquierda abertzale sería clave para que ETA dejara las armas», explican las mismas fuentes.

La implicación de Urkullu con el proceso que desembocó en el cese definitivo de la violencia quedó patente también al aceptar la invitación a asistir a la Conferencia de Aiete, que sirvió de «pista de aterrizaje» para que ETA anunciase su decisión. Algo que ocurrió tres días después de la Conferencia de Aiete.

Deslegitimar la violencia

Un año y dos meses después de aquel comunicado de ETA, en diciembre de 2012, Urkullu era investido lehendakari. Desde su primer día en Ajuria Enea, la consolidación de la paz y la convivencia fueron una prioridad para el dirigente del PNV, que creó una Secretaría de Paz y Convivencia dentro de la estructura de Lehendakaritza, en una labor que le encomendó a Jonan Fernández.

Como lehendakari, el mensaje de Urkullu se ha caracterizado por una radical defensa de los derechos humanos, el reconocimiento de todas las víctimas de la violencia y una exigencia ética hacia la izquierda abertzale, a la que sigue reclamando un desmarque expreso de la violencia y un reconocimiento del daño causado. Esas son los ejes de los tres planes de paz que ha impulsado el Gobierno Vasco en esta década. El último de ellos, aprobado el pasado septiembre, sigue exigiendo una «deslegitimación del terrorismo», diez años después.

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