En 2010, el famoso instituto de investigación alemán Fraunhofer, a petición de la línea aérea Lufthansa, comenzó un estudio de por qué se consumía tanto ... jugo de tomate en los vuelos. Se bebía casi lo mismo que cerveza, y eso para el país más cervecero del mundo, no parecía lógico. Es más, varias encuestas demostraron que mucha gente pedía el tomate en los vuelos pero no en tierra. ¿Qué pasaba?
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Las conclusiones de Fraunhofer fueron sumamente interesantes. Como muy bien saben ustedes, los aviones de pasajeros actuales vuelan a una altura cercana a los 10 km. A esa altura el aire es irrespirable y el frío sumamente intenso, por lo que la cabina de pasajeros está aislada, presurizada y la atmosfera se mantiene con el equivalente de oxígeno que hay a los 1.500 m de altura. Por razones de duración de la aeronave, la humedad dentro de la cabina es muy baja, entre el 10 y el 15%.
Todo ello hace que nuestra sensación de sabor cambie. Por eso muchas veces decimos que la comida de los aviones es muy mala. No lo es, pero es como lo percibimos por las condiciones en la cabina. El sabor umami es una excepción, en esas condiciones nos parece mucho mejor. El jugo de tomate tiene mucho glutamato, que es uno de los productos que producen el sabor umami. Por eso, en los vuelos preferimos zumo de tomate.
Sugiero a las compañías aéreas, que en la comida de sus vuelos incluyan especialidades riojanas, muy altas en tomate.
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