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Se sabe cómo comenzó: con Bernardina Escudero convencida sobre su muleta de que con la vacuna que terminaba de recibir en la residencia Caser Betharram ... de Hondarriba se iba a «acabar todo», o sea, se iba a vencer a la pandemia. Sin embargo, justo hoy tres meses después de que esta oiartzuarra de 87 años se convirtiera en la primera guipuzcoana en recibir una dosis de Pfizer-BioNTech -el primer compuesto que llegó al mercado occidental-, imaginar cómo y sobre todo cuándo va a finalizar la campaña de inmunización de la población supone bordear el camino de las certezas y entrar en el sendero difuso de los deseos, las cábalas y la realidad. Hasta ahora solo el 4% de la población vasca está inmunizada con dos dosis. Es decir, 90.988 personas de 2,2 millones de ciudadanos, incluidos los menores de edad para los que aún no hay planes de vacunación (213.000) y las 166.000 personas que han pasado el virus (7,4% de la población); las cuales, en principio, recibirán una sola dosis.
Los intereses de las empresas farmacéuticas, las guerras de precios entre países, las dudas surgidas en torno a algún fármaco y los retrasos de producción (o distribución) de todos ellos han supuesto hasta ahora un palo tras otro en las ruedas de la vacunación. El avance hacia ese ansiado objetivo de alcanzar la inmunidad de rebaño para finales de verano, va a depender de las dosis que el Estado español vaya recibiendo. Al ritmo actual, es evidente que no llegamos. Sin embargo, los gobiernos central y vasco siguen confiando en ello, porque tienen fe en esa llegada masiva de dosis a partir de mayo. Cuando se dé, «vamos a dar un salto espectacular en el ritmo de vacunación», aseguró la ministra de Sanidad, Carolina Darias. Su homóloga en Salud, Gotzone Sagardui, viene insistiendo en que «vamos a recuperar el tiempo perdido». El plan de vacunación sigue fijando la pancarta de meta en el verano.
Pese a que las cifras hasta ahora invitan al escepticismo, parecen cuadrar a las autoridades. Según el boletín que emite Sanidad, las comunidades autónomas han recibido 8.508.445 dosis desde aquel domingo 27 de diciembre, de las que han istrado el 80,4%. En Euskadi el proceso ha ido más lento, ya que solo ha istrado el 78,9% de las algo más de 400.000 con las que ha contado, según el Ministerio. Su política de reservar un stock de Pfizer y Moderna para garantizar la segunda dosis a quien ha recibido la primera le mantiene desde el primer instante en el furgón de cola entre las regiones.
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Se esperaba que el panorama vasco diera un giro estos días. Pero el acelerón que Osakidetza pretendía dar con el regreso del compuesto británico a las jeringuillas y 'vacunódromos' como Illunbe o el Reale Arena a pleno rendimiento. Hasta el martes, Euskadi prevé inocular 53.175 dosis: 12.722 de Pfizer, 13.219 de Moderna y 27.234 de AstraZeneca, pese a que tiene 41.674 de ésta en sus almacenes.
Esta reserva de un tercio de los viales del laboratorio anglosueco no sería para segundas dosis, sino «un stock que se utilizará en las próximas semanas», puntualizó Salud. Por hache o por be, la ansiada aceleración no llega. «Al actual ritmo de vacunación no estará inmunizado el 70% de la población hasta 2024», objetó el jueves la parlamentaria Rebeka Ubera, de EH Bildu.
Aunque Euskadi ha seguido avanzando al ralentí, hay indicios como para pensar que la aceleración es cuestión de tiempo. Mientras se aguarda el empujón de las monodosis de Janssen, AstraZeneca se ha erigido como clave. Su extensión al colectivo entre 55 y 65 años quedó constatado el jueves, cuando comenzó a vacunarse a los más de 3.000 ertzainas de esta franja de edad -sobre una plantilla de 7.351- que habían quedado pendientes de inocular cuando la diana se reservaba a menores de 55 años.
De manera simultánea, Osakidetza ultima los preparativos para istrar el compuesto de Oxford a la población general por criterios de edad, comenzando por la población menor de 65 años y de ahí para abajo. Mientras, seguirá inmunizando a los colectivos profesionales más expuestos al contagio por coronavirus, y también a octogenarios, antes de abordar a septuagenarios, personas de alto riesgo y finalmente sexagenarios mayores de 65 años, edad a partir de la cual acaba la exclusividad de Pfizer y Moderna.
En esta guerra contra el Covid, los contratiempos relacionados con las farmacéuticas han sido la tónica habitual durante estos tres meses. Pfizer no siempre pudo abastecer a Euskadi -ni al Estado, que es quien a quien remite sus envíos- las 15.600 dosis semanales comprometidas al principio; tampoco AstraZeneca, que además vio suspendida su istración ocho días por los casos de tromboembolias; Moderna es aún más irregular y la apuesta más residual; y Janssen anuncia sus primeras 300.000 dosis para España en abril, antes de afrontar cantidades más importantes desde mayo.
Pese a todo, se están cumpliendo los plazos calculados al inicio de la campaña de vacunación en Euskadi, que comenzó con simbólicas 405 dosis istradas el primer día en una residencia de cada territorio. Aquel último domingo de diciembre en el que Bernardina se tranquilizó y Encarni González dibujó con sus dedos la 'V' de la victoria en la portada de este periódico, se había estimado que se empezaría a inmunizar a la población general en abril. Y es evidente que no se andaba descaminado.
En las dos primeras semanas -el 13 de enero aterrizaron los compuesto de Moderna-, más de 10.000 personas usuarias o trabajadoras de residencias vascas recibieron su dosis inicial. Eran solo el 34% de las recibidas. En aquel trantrán se autoexcluyeron dos de cada diez profesionales de la red sociosanitaira, que rechazaron vacunarse por miedo a sus secuelas o incompatibilidad, como fue el caso de embarazadas y lactantes.
90.988 personas han completado la pauta. 232.997 han recibido la primera dosis.
402.990 vacunas ha recibido Euskadi de Pfizer (277.290), AstraZeneca (94.900) y Moderna (30.800).
En aquellas semanas posnavideñas en las que la tercera ola de la pandemia cobraba fuerza, el recelo de unos contrastó con las ganas por vacunarse de otros, lo que deparó decenas de irregularidades en el proceso. En todo el Estado hubo quien se saltó el turno que le correspondía. Y con casos de todos los colores: alcaldes, concejales, sanitarios, exsanitarios, religiosos... En Euskadi, los más flagrantes fueron los de los directores de los hospitales de Basurto y Santa Marina. Ambos debieron dejar su cargo y algunas explicaciones también comprometieron a Sagardui, aunque el Gobierno Vasco desoyó las voces que en el Parlamento pidieron su dimisión. Fue el momento más delicado para la consejera, que se ha rehecho en su afán por perseguir la inmunidad de rebaño.
Esta se alcanzará cuando se haya vacunado al 70% de la población adulta, aunque algunos epidemiólogos hablan de un porcentaje mayor, un 75 o incluso un 80%. Según datos del Eustat, en Euskadi vivimos alrededor de 1.800.000 adultos, lo que equivaldría a tener que vacunar por lo menos a 1.260.000. Teniendo en cuenta que en estos tres primeros meses apenas 91.000 personas (90.988 según el último boletín del viernes) han recibido la pauta completa de las dos dosis, la inmunidad de grupo se alcanzaría, efectivamente, en 2024.
Evidente y felizmente, esta regla de tres no se va a cumplir porque el aluvión de vacunas que se ha prometido para el segundo trimestre va a permitir cambiar la locomotora de vapor por la alta velocidad. Ni Sanidad ni Salud transmiten dudas al respecto. Reiteran que la única incógnita por despejar es «ver a qué altura del verano» llegará la inmunidad de rebaño. Y el verano acaba el 22 de septiembre. En pleno Zinemaldia, esta película de suspense que está siendo la vacunación debería haber llegado a su clímax.
Nagore González | Auxiliar referencial de la residencia Rezola
Nagore González es la auxiliar referencial de la residencia de mayores de Rezola, en Donostia. Desde que comenzó la pandemia ha trabajado en primera línea contra el Covid, en o con uno de los colectivos más vulnerables de esta crisis sanitaria. «He vivido diferentes etapas, pero si tengo que definir en una palabra cómo hemos cambiado con la vacuna, sería 'fortaleza'. Cada uno ha querido agarrarse a algo positivo, y en mi caso eso ha sido precisamente la vacuna». Recibió la primera dosis de Pfizer el 14 de enero y la segunda, el 4 de febrero. Con el fármaco «veíamos una luz que podía sosegar todo lo que habíamos vivido hasta el momento».
Desde que llegó el Covid a Euskadi y cerraron las residencias, asegura Nagore, el objetivo de las trabajadoras sociosanitarias ha sido «proteger», entre otras cosas. «Y cuando se trata de proteger no hay que bajar la guardia». Por eso, mantienen los protocolos sanitarias contra el Covid-19, pero «se respira otra sensación» en el centro. «Hemos dado un pequeño paso más para llegar a esa tranquilidad total dentro de un tiempo», se alegra la auxiliar del centro que pertenece a la Fundación Matia.
Nuria Sánchez | Enfermera de DYA Gipuzkoa
El trabajo de la responsable de la escuela de formación de la DYA Gipuzkoa, Nuria Sánchez, cambió «por completo» durante la pandemia. «Empecé con protocolos, después hice los PCR masivos, primero en arrantzales y luego en residencias de mayores». Entre tanto, realizaba test rápidos en empresas que volvían del teletrabajo. En enero llegó el momento de vacunarse. Se puso la primera dosis de Pfizer el día 22 y la segunda, el 12 de febrero. Después, siguió unida a la vacuna, pero de otra manera. Forma parte del equipo de vacunación de la DYA y la Diputación de Gipuzkoa. «Sigo trabajando igual que en julio. Si hay riesgo grande, usamos EPIs», apunta. «Aún podemos contagiarnos aunque no sea de gravedad por lo que no hay que bajar la guardia», insiste. Pese a que el sistema de trabajo es «el mismo», a nivel personal la vacuna «ha creado un poco más de tranquilidad. Contribuye a aumentar la inmunidad de rebaño. He estado casi un año sin ver a mi familia, que vive fuera de aquí. Lo que queremos es que esto termine ya y eso no va a ser hasta que no alcancemos la famosa inmunidad de rebaño. Animo a todos que se vacunen. No es lo mismo hablar de sarampión, que del Covid, que es una enfermedad pandémica».
Iñaki Ayesa | Jefe de urgencias de Policlínica Gipuzkoa
En Urgencias de la Policlínica Gipuzkoa «todo sigue igual» a cuando los profesionales sanitarios aún no tenían la vacuna. El jefe de esta unidad, Iñaki Ayesa, recibió la primera dosis de Moderna en febrero y la segunda, este mes. Sin embargo, aunque ya ha alcanzado el nivel máximo de protección que le ofrece la vacuna «los protocolos se mantienen. Solo cuando el grueso de la población esté vacunada podrá cambiar algo».
De momento, lo que sí ha variado a sido «la sensación de sentirnos más seguros al hacer nuestro trabajo. Ese ha sido el gran cambio. Ahora se nota más tranquilidad, menos tensión», ite Ayesa, quien también ha percibido una mayor calma en su vida personal. En cualquier caso, y aunque «todo apunta que la transmisibilidad del virus en la persona vacunada es mucho menor», sigue «limitando mucho las relaciones familiares fuera del núcleo de convivencia. Pero si en un momento dado hay que hacer una visita a un familiar por una razón de peso la sensación ya es de mayor tranquilidad». De este modo, el jefe de Urgencias de la Policlínica Gipuzkoa pide todavía «prudencia» hasta que aumenten las cifras de vacunados.
Jon Aragón | Enfermero del Hospital Comarcal del Bidasoa
Desde que Jon Aragón, enfermero del Hospital Comarcal del Bidasoa, recibió las dos dosis de Pfizer -la última el pasado día 5-, se siente «más seguro. Una solución para proteger tu salud es siempre bien recibida. Con la vacuna tienes menos probabilidad de coger el Covid y de pasarlo grave, por lo que trabajas con más tranquilidad». Como en el resto de centros de salud, en el suyo también se mantienen los protocolos sanitarios establecidos por la pandemia. «Trabajas de la misma manera, pero con otra seguridad», insiste, aunque le queda la duda de «hasta cuándo nos va a cubrir esta vacuna» frente a la llegada de las nuevas cepas. Sea como fuera, subraya que «los beneficios, comparados con los posibles riesgos, son mayores». Él, que ha trabajado durante meses con casos Covid, ha visto a gente «joven y sana» en la UCI. Precisamente por eso, durante los peores meses de esta crisis sanitaria ha sentido «miedo» tanto a meter el virus en el hospital como a llevarlo a casa. Ha tenido «suerte», finalmente no se ha contagiado, pero ha estado cerca de muchos positivos y sabe la crueldad de esta enfermedad. Por eso, desde que se vacunó, respira con más tranquilidad.
Julen Zabaleta | Vecino de Eibar de 100 años
Julen Zabaleta ha vivido un año de pandemia complicado. Si esta ha sido una época difícil para todos, para él, que el 14 de febrero cumplió los 100, lo ha sido aún más. Dentro del grupo de los más vulnerables por la edad, recibió la segunda dosis de Pfizer el pasado día 17, «junto a otras cinco personas más o menos de la edad». Desde entonces está «mucho más tranquilo. Ahora puedo estar con mis bisnietos sin tanta preocupación», reflexiona. Aunque mantiene una rutina similar a la de hace meses, poder ver a la familia ha sido «lo mejor» que le ha traído la vacuna.
Se ha quedado sin celebrar su último cumpleaños, el del centenario, «como es debido». Hizo «un pequeño 'lunch'» al que solo pudieron asistir algunos familiares «contados», como uno de sus hijos, que ya pasó el Covid el año pasado. «Fueron dos meses sin vernos». El otro hijo, que vive en Pamplona, tuvo que acercarse a Eibar para ayudar a Julen. Después de todo lo vivido y pese a que está «contento» de estar ya inmunizado contra el Covid-19, la «tranquilidad absoluta» no llegará «hasta que toda la familia se vacune. El año que viene celebraremos los 101 por todo lo alto», ríe.
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